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México, D.F. lunes 27 de noviembre de 2000 
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Editorial
 
DESFILES NAVIDEÑOS Y CAOS VEHICULAR 

SOL Este fin de semana la Ciudad de México fue un caos. Los desfiles navideños patrocinados por Coca-Cola el sábado y Liverpool el domingo, ocasionaron un infame congestionamiento vial en las principales arterias de la capital. 

Estos actos, ampliamente publicitados en los medios de comunicación, atraen a mucha gente de los alrededores del Distrito Federal, incluso de otros estados. Se estima que tan sólo al desfile del domingo asistieron 7 millones de personas, una verdadera multitud. Los dos mil quinientos efectivos dispuestos por las autoridades locales para controlar y orientar el tránsito fueron insuficientes y, por consecuencia, incapaces de canalizar el flujo de automóviles por vías alternas. El caos vial que se vivió estos dos días superó, por mucho, los problemas de circulación ocasionados por las ya rutinarias marchas y manifestaciones que tienen lugar en la capital del país. 

Resulta lamentable que el Gobierno de la Ciudad no haya asumido adecuadamente su responsabilidad en el particular y considere como "normal" el bloqueo vehicular de estos días. No se puede ser complaciente, como lo solicita la jefa de Gobierno, con la ineficiencia y falta de organización demostrada por la Secretaría de Seguridad Pública capitalina. 

Estas actividades, por más que generen la sana convivencia de la ciudadanía, afectan los derechos de miles de automovilistas y también los de millones de personas que optan por otro tipo de ocupaciones o compromisos. Que se lleven a cabo los fines de semana, no es garantía, ya que precisamente en estos días no se aplica el programa "Hoy no circula" y el flujo vehicular se ha vuelto de por sí caótico. 

El problema presenta una disyuntiva: por un lado, se abre un espacio de esparcimiento para millones de personas, pero, en contraparte, se afecta el tránsito urbano severamente y a la ciudadanía en general. Los conductores encuentran patrullas bloqueando el tránsito y la única opción es seguir de largo. La información precisa para que los automovilistas y transportes colectivos tomen otras rutas es imprescindible. Si la organización en este tipo de actividades masivas contara con la debida planeación, el efecto en el flujo vehicular sería, por lo menos, más saludable. No es la primera vez que la desbordada asistencia a estos eventos supera la capacidad de respuesta de las instancias encargadas de la vialidad. 

Comparar lo sucedido el fin de semana con la visita del Papa es una justificación demagógica a la luz de la organización que conlleva la visita del pontífice. No hay punto de comparación. La responsabilidad del caos de este fin de semana es del Gobierno capitalino y las declaraciones de Rosario Robles son esquivas. 

El goce y alegría de las miles de familias que asistieron estos días a los desfiles navideños es un logro evidente --que hay que reconocer-- de la manera de gobernar del actual Gobierno de la ciudad, pero existe también la otra cara de la moneda, la de los millones que padecieron el desquiciante tránsito, el caos vial, la imposibilidad de llegar con derecho a sus destinos. Esta ciudad es sumamente conflictiva y no se debe menospreciar las molestias que muchos millones de ciudadanos también viven, por haber decidido no asistir a los desfiles ¿O acaso era obligación?

 

 

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