ESPERANZA A LA CIUDAD
En su toma de posesión como jefe de gobierno de la
ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador convocó
a los capitalinos a enfrentar y resolver los problemas urbanos y presentó,
para ello, propuestas viables y articuladas entre sí, en lo que
constituye una inyección de optimismo y esperanza ante una urbe
que puede y debe superar sus aspectos de pesadilla y recuperar su condición
de "fábrica de sueños".
En este espíritu, López Obrador destacó
las vinculaciones entre pobreza y descomposición social, por una
parte, y delincuencia e inseguridad, por la otra; entre corrupción
y escasez presupuestal; entre ausencia de planeación urbana y problemas
de transporte y contaminación, y anunció un programa de gobierno
integral en todos esos frentes.
Ciertamente, las circunstancias en la que el nuevo jefe
de gobierno toma las riendas de la metrópoli no son ya la catástrofe
urbana que dejó a su paso el ahora prófugo Oscar Espinosa
Villarreal, caracterizada por los asesinatos o "suicidios", las ejecuciones
extrajudiciales, la corrupción desembozada y la frivolidad y la
arrogancia de las autoridades; en los primeros tres años de gobierno
democrático, la ciudad de México se ha orientado a resolver
sus problemas más críticos, se ha combatido con determinación
mafias y grupos de intereses inconfesables y ha empezado a reconstruirse
un tejido social maltrecho y desgarrado por la política económica
privatizadora y empobrecedora que imperó en los últimos tres
sexenios. Pero de 1997 a la fecha no habría sido posible erradicar
vicios, deformaciones y atrocidades gestadas y desarrolladas en varias
décadas bajo las sucesivas regencias priístas. Por ello,
la nueva administración capitalina enfrenta retos de grandes dimensiones
y problemas tan antiguos como complejos, y cuya solución requiere
de la participación activa de los ciudadanos.
El "gobierno desde abajo" al que se comprometió
ayer López Obrador es, en esta perspectiva, no sólo la aplicación
de una ética política que el propio funcionario definió
con amplitud en su mensaje, sino también un ejercicio de realismo
para devolver a esta ciudad uno de sus componentes centrales e indispensables:
la esperanza. |