CONDICIONES DE UN DIALOGO JUSTO
El retiro de unos 300 militares del ejido Amador Hernández,
ubicado en territorio zapatista, es una nueva señal de aliento para
una eventual reanudación del diálogo entre el gobierno y
el EZLN, interrumpido desde septiembre de 1996. Por orden directa del presidente
Fox, las tropas de la 39 Zona Militar, con sede en Ocosingo, abandonaron
un cuartel que mantenían desde agosto de 1999, ante la presencia
del comisionado para la paz, Luis H. Alvarez, y funcionarios del gobierno
del estado.
La decisión --ejecutada el día del tercer
aniversario de la matanza de Acteal--, a pesar de ser un acto aislado,
abre un espacio de reflexión de cara al posible reinicio de las
conversaciones por la paz. Si bien el repliegue de estos 300 elementos
del Ejército de la zona de conflicto es un claro indicador de que
el gobierno de Fox pretende sentarse a negociar con los zapatistas lo antes
posible, es necesario esclarecer desde ahora cuáles serán
los cauces por los que deberá transcurrir el proceso de pacificación.
Es decir, es el momento de sentar las bases de un diálogo fructífero,
con reglas y procedimientos claros. Sería frustrante, en el caso
de que se logre reanudar el diálogo, que se repitieran sucesos como
el incumplimiento de acuerdos firmados por los interlocutores, como ya
sucedió en 1996 con el rechazo del gobierno de Zedillo a los acuerdos
de San Andrés.
El gobierno de Fox está mostrando un activismo
--ausente en la administración pasada-- basado en la necesidad del
diálogo. Pero esta premisa implica, como requisito insustituible,
el respeto al otro. Un diálogo justo sólo se dará
si se llega a la mesa en condiciones de igualdad, libre en opinión
y pensamiento, y con un marco estatutario que lo sostenga.
La estrategia del gobierno se muestra clara: acceder a
las demandas del EZLN para sentarse a negociar. Pero ¿cuál
es el fin que se pretende alcanzar con la reanudación del diálogo?
¿La entrega de las armas por parte de los zapatistas, o la solución
integral a la problemática indígena, no sólo regional,
sino de todo el país?
De tal suerte, es necesario abrir el debate a nivel nacional;
analizar las circunstancias sociales que dieron origen al conflicto; convocar
a la participación de la sociedad civil; dar voz y trato igualitario
a los principales afectados, los indígenas.
Desde 1994, año en que apareció el EZLN,
las expresiones por la paz han sido un clamor desatendido por el gobierno.
Ojalá que la voluntad demostrada por la actual administración
represente en verdad un cambio de actitud y de trato hacia los pueblos
indios. Ojalá no se caiga en la farsa que hace de la compasión
un deber político.
SOLUCION HUMANITARIA EN EL CASO DE LA TABLADA
El 23 de enero de 1989, un grupo de militantes de izquierda
argentinos --muchos socialcristianos, entre ellos un sacerdote; varios,
exiliados antes en México-- intentaron tomar un cuartel del ejército
pues creían en la inminencia de un golpe armado de ultraderecha
(o les habían hecho creer tal cosa, para dar más peso a la
represión y reducir la credibilidad del gobierno constitucional
de Raúl Alfonsín). En el intento, que resultó suicida
porque el cuartel estaba bien defendido, murieron 39 asaltantes, policías,
soldados y tres de los guerrilleros fueron declarados desaparecidos (hay
testimonios de asesinatos de heridos o de prisioneros).
Desde entonces los autores del asalto a La Tablada han
pasado 11 años en la cárcel, y a pesar de que la reforma
constitucional realizada en Argentina en 1994 garantiza un juicio en segunda
instancia, no han podido gozar del derecho a la apelación del juicio
militar a que fueron sometidos. La Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH) demandó por su parte en 1997 que pudiesen disfrutar
de un juicio en segunda instancia. Para exigir que se cumpla tal pedido,
12 de los presos realizan una huelga de hambre desde hace 110 días
--sólo toman agua con azúcar--; actualmente están
en situación crítica y corren el riesgo de perecer por inanición
de un momento a otro.
Ante esta situación, el gobierno del presidente
Fernando de la Rúa envió el caso a la Corte Suprema. Cuatro
jueces de la misma fueron favorables a la realización de un nuevo
proceso y otros cuatro dijeron en cambio que la resolución de la
CIDH era aplicable en el futuro, pero no tenía efecto retroactivo.
Un último juez cargó con la responsabilidad de volver del
extranjero para desempatar la votación, inclinándola hacia
lo que parece ser una cruel e hipócrita condena a muerte de los
debilitados huelguistas de hambre.
De la Rúa ha descartado reiteradamente el indulto,
y en su reunión de ayer con el ex vicepresidente Chacho Alvarez
ni siquiera habló del asunto, pero está preocupado por el
caso, sobre todo por la presión internacional en pro de una solución
humanitaria y por los cortes de calles y las manifestaciones que, en defensa
de la vida de los presos de La Tablada, se realizan en Buenos Aires. Le
quedaría actualmente sólo la posibilidad de decretar un segundo
juicio "por necesidad y urgencia", pero los mismos jueces supremos que
han votado una virtual sentencia de muerte para los huelguistas de hambre
deberían establecer la constitucionalidad de dicho decreto presidencial.
A diferencia de Estados Unidos, Argentina no reconoce
la pena de muerte, que considera bárbara. Pero la Corte Suprema
parece querer aplicarla disfrazándola con sutilezas jurídicas
cuando lo que está en juego es la vida de una docena de personas
que han purgado ya 11 años de cárcel. También son
inaceptables, desde el punto de vista humanitario, la pasividad y la lentitud
de la Presidencia, que parece querer cobrarles a los ahora moribundos una
aventura que a ellos les costó cara pero que desestabilizó
también fuertemente al ex presidente radical Raúl Alfonsín,
que autorizó la represión y quedó prisionero del ejército.
Cuando quienes antes torturaban, asesinaban y hacían desaparecer
a hombres, mujeres y niños no sólo están libres, sino
que incluso son propuestos por el Ejecutivo para ascensos de grado en el
ejército o la marina, es inmoral dejar morir a civiles que creían
combatir una posible nueva dictadura y luchar por la libertad. Unimos pues
nuestra voz a la de quienes, en todo el mundo, esperan una solución
humanitaria al caso de La Tablada. |