POR UNA POLICIA RESPETABLE
Como respuesta y posible solución a las inconformidades
de un grupo considerable de elementos de la Policía Auxiliar --expresadas
en una decena de manifestaciones y bloqueos viales desde 1999--, el jefe
de Gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador, anunció
ayer, al presentar el bando informativo número 16, que su gobierno
asumirá la administración de la Policía Auxiliar e
incrementará los salarios de la dependencia en 44 por ciento.
Como se ha hecho evidente, la Policía Auxiliar
se encuentra en un momento crítico y las vías del diálogo
para atender las demandas --no obstante su legitimidad-- de los elementos
inconformes se han ido extinguiendo. Como ejemplo, destaca la trifulca
del miércoles entre auxiliares y granaderos, estos últimos
enviados a disolver una manifestación presuntamente convocada por
el grupo La Tropa de la Policía Auxiliar. El choque violento entre
elementos de ambas corporaciones dejó un saldo de varios lesionados,
uno de bala, y 124 policías auxiliares detenidos.
Los acontecimientos del miércoles, a todas luces
nefastos, distorsionan la ya de por sí desgastada imagen que la
sociedad tiene de la policía en general. Observar cómo los
encargados de mantener el orden y la seguridad combaten entre sí
en la vía pública, lleva a una reflexión obligada:
¿cómo lograr un cambio de fondo en la policía? La
estrategia de atender demandas inmediatas ha distendido el problema en
periodos cortos, pero no ha sido una solución. La decisión
del jefe de Gobierno de tener el control administrativo, eliminar las "mafias",
subir salarios y otorgar mayores prestaciones es, sin duda, un paso importante
para lograr el cambio de fondo que se requiere. Pero no es suficiente.
Es necesario, por un lado, revisar los programas de formación policial
y hacer las modificaciones necesarias con el fin de ofrecer una educación
de nivel a quienes aspiran a ser policías. Además, mantener
y perfeccionar los cursos de capacitación constante para los activos.
La educación del policía, más allá de lo técnico,
debe resaltar --aunque suene descabellado-- por un alto contenido ético
en el ejercicio de su profesión.
De manera paralela, es necesario que las autoridades actúen
con la sociedad civil para menguar la cultura del soborno. Es impensable
lograr avances si no se rompe el círculo vicioso entre policía
y sociedad. Es decir, los ciudadanos tienen su parte de responsabilidad
en el problema. Por más que se le aumente el salario a un policía
o se resuelvan los problemas al interior de las corporaciones, la tentación
del soborno, la mordida, seguirán siendo amenazas recurrentes capaces
de derrumbar al más duro.
Las autoridades de la capital están dando los primeros
pasos para garantizar que la policía se transforme en una institución
respetable. Es el momento para que la sociedad organizada actúe
en consecuencia. |