FUTURO SOMBRIO...¿PARA QUIEN?
El panorama sombrío descrito por Vicente Fox en caso
de no ser aprobada en el Congreso la reforma fiscal que pretende realizar,
demuestra que, por lo menos en la retórica en esta materia, no es
tan diferente a los anteriores mandatarios priístas que osaban advertir
a la ciudadanía sobre los grandes problemas que enfrentaría
el país de no cumplirse su altísima voluntad.
Vaya que andar pintando panoramas negros y desastrosos
no es nada nuevo para los presidentes afanados en impulsar sus propuestas
económicas, aumento de impuestos, recortes de personal... Siempre
lo han hecho, y el único desastre, a pesar del crecimiento económico
de 7 por ciento del año pasado, es que no se logró detener
el incremento de la pobreza. Según cifras del Consejo Nacional de
Población (Conapo) publicadas hoy en este diario, en 1960 había
30 millones de pobres; hoy la cifra se ha disparado dramáticamente
a casi los 80 millones. El dato es desgarrador. Tan sólo en el bienio
94-96 la población aumentó en 3.2 millones, pero el número
de mexicanos que cayeron a la degradante categoría de pobres fue
de 7.8 millones; es decir, la pobreza creció dos y media veces más
que el crecimiento de la población. Esas son las cifras, la terrible
realidad que contrasta con la baja inflación e incremento del PIB.
La reforma que pretende Fox es indispensable para combatir
tanta pobreza. Pero las formas... esa advertencia de un futuro sombrío
y valles de tinieblas que profetiza el Presidente si no se aprueba el proyecto,
suena más a sermón de parroquia que a una propuesta seria
de Estado.
Más allá de las formas, el discurso económico
de Fox denota un proyecto que da preferencia al enramado macroeconómico,
sin clarios beneficios para el grueso de la población. Pero, con
base en la experiencia empírica de casi 80 millones de mexicanos,
surge la pregunta obligada: ¿de qué sirve --en términos
reales, como dicen los economistas-- bajar la inflación a un dígito
si los salarios se mantendrán por debajo de este indicador? La lista
de preguntas contra resultados concretos como los publicados por el Conapo
es demasiado larga y continuarla distraería el tema, por lo que
queda pendiente como asunto de una posterior reflexión.
Lo más importante en torno a la reforma hacendaria
es que se convenza a la población de la trascendencia de este proyecto
con argumentos serios y comprensibles. Si hay desconfianza es porque hasta
ahora sólo hemos padecido, simple y llanamente, una mayor carga
de impuestos para los consumidores sin resultados tangibles en la correspondencia
gubernamental.
No hay duda sobre la necesidad de incrementar los recursos
propios por la vía hacendaria, pero sí la hay en cuanto al
uso de estos. Hacer gala de advertencias no es el camino para crear conciencia
en la sociedad. Si invertimos los papeles, ¿qué le parecería
a Fox que la sociedad civil y el Congreso amenacen al Ejecutivo de un futuro
sombrío, si no destina los recursos prometidos a los programas sociales?
En el delicado tema de la recaudación, hablemos claro presidente
Fox. |