LA MANO LARGA DE LA JUSTICIA INTERNACIONAL
La imprescriptibilidad de los delitos de desaparición
forzada y de los secuestros de bebés, y el principio de la jurisdicción
internacional para juzgar las asociaciones ilícitas internacionales
para cometer crímenes de lesa humanidad acaban de ser ulteriormente
reforzados por un fallo del juez argentino Rodolfo Canicoba Corral, que
asesta un nuevo golpe a los dictadores que asolaron el Cono Sur con su
acción criminal coordinada por el Plan Cóndor.
El juez pide la detención preventiva con fines
de extradición del ex dictador paraguayo, general Alfredo Stroessner,
asilado desde 1989 en Brasil y acusado en su país de 900 asesinatos
y desapariciones. Solicita también a la justicia chilena que detenga
y extradite al ex jefe de la policía política secreta (DINA)
de ese país, Manuel Contreras Sepúlveda, implicado en el
asesinato en Estados Unidos, mediante una bomba, del ex canciller chileno
Orlando Letelier, además del intento de asesinato en Roma del ex
líder democristiano Bernardo Leighton.
Los militares nombrados son acusados de la desaparición
de ciudadanos uruguayos, paraguayos y chilenos refugiados en otros países,
entre los cuales sobresale el bebé de dos meses, Simón Riquelo,
que fue arrancado a su madre uruguaya, también desaparecida poco
después de dar a luz.
El magistrado ha citado a declarar al ex dictador argentino
Jorge Rafael Videla, actualmente preso en su domicilio por el secuestro
de recién nacidos. Acusa también al general argentino Carlos
Guillermo Suárez Mason, "el verdugo de Rosario", a los generales
chilenos Augusto Pinochet y Pedro Espinosa Coronel y a los militares uruguayos
José Nino Gavazzo -implicado en la desaparición de la nuera
del poeta argentino Juan Gelman y en la entrega de la nieta de éste
en adopción a un policía, Julio Vapora, Guillermo Ramírez-,
Manuel Cordero, Jorge Silvera y Hugo Campos Hermida, así como a
los oficiales paraguayos Federico Brites y Néstor Milcíades.
En su fallo, Canicoba Corral establece que "siendo la
desaparición forzada de personas un delito continuado o permanente,
mientras no sea determinado el destino o paradero de las víctimas,
ninguna prescripción ha comenzado a correr", principio jurídico
que permitiría juzgar a todos los implicados en una política
decidida friamente por los gobiernos dictatoriales asociados en el Plan
Cóndor y aplicada en forma masiva en todos los países del
Cono Sur.
Después de la detención de Augusto Pinochet
en el Reino Unido, a petición de la justicia española y de
los procesos que se siguen en Argentina contra los asesinos que se sentían
a salvo por las inconstitucionales leyes de amnistía que les habían
favorecido, este fallo del juez Canicoba pone un ladrillo más en
la construcción de una justicia penal internacional en el campo
de los derechos humanos y debilita aún más la teoría
según la cual los dictadores deben ser juzgados por los jueces de
su propio país (que aquellos, en muchos casos, nombraron) para supuestamente
respetar así la "soberanía" (que, según los gobiernos
argentino y chileno, residiría en el aparato estatal y no en los
pueblos).
El gobierno de Fernando De la Rúa, se recordará,
intentó con ese argumento llevar a su país natal a Ricardo
Cavallo, detenido en México en espera de su envío a España
para ser juzgado por torturas, violaciones, robo de bienes de sus víctimas
y desapariciones forzadas. Por su parte, el gobierno chileno intentó
impedir el proceso instituido contra Pinochet en Europa. Si un juez argentino
encara hoy una acción internacional, en oposición a la doctrina
oficial de su gobierno, eso demuestra que en la sociedades argentina e
internacional está creciendo una fuerte presión en defensa
de la democracia y de los derechos humanos, cosa que, en todos los países,
sólo puede regocijar a los demócratas.
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