PERDONEN LAS CRUZADAS...
Juan Pablo II, el Papa de Europa oriental, en su visita a
Grecia acaba de pedir perdón a la iglesia cristiana de oriente (ortodoxa)
por las Cruzadas, en particular por la primera, la segunda y la tercera,
ordenadas y bendecidas por otros papas, y que se dedicaron a saquear el
Imperio de Oriente, a conquistar Constantinopla, su capital, y a matar
cuantos cristianos ortodoxos encontraron en su camino, para acumular riquezas
y poder antes de atacar la Tierra Santa en manos del Islam (y de matar
en Jerusalén indiscriminadamente a cuantos --cristianos, judíos
o musulmanes-- se defendían del pillaje).
Como se recordará, las Cruzadas en su momento y
durante siglos fueron declaradas obras pías, redimieron supuestamente
los pecados de los cruzados y fueron ocasión para nombrar santos
a muchos de éstos. Ahora el Papa, aunque con unos siglos de retraso,
condena los crímenes cometidos entonces en nombre de la fe cristiana
contra otros cristianos y su gesto tiene un significado ético y
político.
Etico, porque es el último monarca por derecho
divino que existe en la tierra quien condena, aunque sea a posteriori,
el fundamentalismo, el fanatismo religioso, el fratricidio, así
como el ansia de lucro que se esconde muy a menudo detrás de motivaciones
supuestamente ideológicas. Esta condena es particularmente importante
en el jefe de una iglesia que fue durante muchos siglos una gran potencia
monárquica militar, que se apoyó en la Inquisición,
a la que mantiene aún, aunque con otro nombre, así como mantiene
el Index.
Político, porque desde hace mucho el papa Karol
Woytila, ante el retroceso del pensamiento religioso como resultado de
la mundialización y de la consiguiente secularización de
la vida cotidiana, combate el hedonismo del capital financiero y trata
de oponerle un dique formado por el pool de todas las iglesias cristianas
(protestantes, ortodoxas, católica) e incluso por un frente ecuménico
con otras religiones monoteístas (Islam, judaísmo, budismo).
Por eso intentó, en los años ochenta, celebrar
el milenio del cristianismo en Europa, pero el derrumbe de la Unión
Soviética de Gorbachiov alzó contra los católicos
polacos, lituanos y ucraínos, el nacionalismo, con la utilización
consiguiente de los patriarcas ortodoxos. Ahora intenta, pero por el mediterráneo
oriental, un acuerdo con las iglesias amenazadas por el Islam turco, en
Bosnia y Albania, o por Israel, en los territorios árabes ocupados
o bombardeados a frecuentemente por Tel Aviv, y realiza un esfuerzo diplomático
para obligar al gobierno de Ariel Sharon a cumplir con las resoluciones
de las Naciones Unidas, y otro esfuerzo ecuménico paralelo para
unir a las iglesias cristianas orientales, fuertes en Siria, Líbano
y Palestina, con las ortodoxas de Grecia, Serbia y Chipre.
Stalin le negaba importancia al Vaticano preguntando cuántas
divisiones tenía el Papa. Pero Woytila, nacido en Polonia, vio pasar
el stalinismo, al que ayudó a enterrar en su país, y conoce
bien la importancia y el peso políticos de las ideologías,
en primer lugar de la fe religiosa, sea en la tarea conservadora de la
estabilidad política en un mundo convulsionado, sea en el combate
contra la disgregación de los Estados (de cuya fuerza dependen muchos
de los privilegios de las iglesias).
Por eso, conocedor desde joven en su país del peso
de los símbolos en política y de la acción propagandística,
insiste en la consigna virtual de "cristianos del mundo, uníos"
a costa, incluso, del principio de infalibilidad de sus antecesores y de
la imagen de su propia organización eclesiástica.
Juan Pablo II libra así, viejo, enfermo, una batalla
contra el crecimiento del fundamentalismo islámico, hebreo y hasta
cristiano en el campo de la religión y otra contra el pensamiento
materialista salvaje y sin escrúpulos de la religión del
capital, del Dios Mamón, del Becerro de Oro, como en tiempos precristianos.
Es de esperar que los fundamentalistas que padecemos en
casa aprendan de este hombre que, aunque tarde y mal, ya que lo hace a
medias, no vacila en pedir perdón y en relativizar su pensamiento
y su mensaje en nombre de la tolerancia, sin la cual no hay civilización
posible.
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