DROGAS: LA INCAPACIDAD DE EU
En una audiencia realizada en el Senado de Estados Unidos,
el recién nombrado titular de la agencia antidrogas de ese país
(DEA), Donnie R. Marshall, reconoció que las mafias que operan el
narcotráfico en el continente tienen la capacidad de superar los
sistemas de vigilancia y las defensas de países individuales, por
lo que urgió a incrementar la cooperación contra el contrabando
de estupefacientes.
En la sesión, Marshall fue incapaz de desmentir
o de confirmar el señalamiento expresado por la demócrata
por California, Dianne Feinstein, la cual, citando a un supervisor de la
DEA basado en Puerto Rico, planteó la posibilidad de que en los
últimos años esa dependencia haya estado entregando a los
medios información falsa sobre decomisos y detenciones.
En esa misma sesión, el jefe de la Guardia Costera,
James Loy, admitió que las cantidades de droga introducidas de manera
ilícita a Estados Unidos aumentaron más que las capturas
realizadas por las autoridades, y se quejó de que los narcotraficantes
poseen recursos y tecnología superiores a los del propio servicio
de guardacostas del país vecino.
Lo anterior se inscribe en un lento pero inexorable proceso
de reconocimiento de realidades dolorosas, pero evidentes, por parte de
las autoridades estadunidenses. En esa misma tónica, el secretario
de Estado, Colin Powell, admitió recientemente que la génesis
del problema del narcotráfico es la enorme demanda de drogas ilegales
en la población de Estados Unidos.
Sin embargo, las instituciones públicas del país
vecino no parecen dispuestas a renunciar a una política antidrogas
que, según sus propios funcionarios, ha fracasado. La prohibición
legal de toda clase de estupefacientes y el combate policiaco-militar a
los productores y contrabandistas de tales sustancias, especialmente fuera
del territorio estadunidense, no sólo no han resuelto el indudable
problema de salud pública que representan las adicciones, sino que
han generado otros, acaso más graves, en América Latina:
la infiltración de las mafias del narcotráfico en las instancias
gubernamentales, la violencia en espiral y la distorsión de las
economías y de las sociedades.
A contrapelo de estos hechos, Washington se empeña
en extender y profundizar, en las naciones de producción y tránsito
de los estupefacientes, acciones policiales e incluso bélicas injerencistas,
además de potencialmente desestabilizadoras, como el Plan Colombia,
en tanto que la Suprema Corte de Justicia de ese país rechaza cualquier
forma de suavizar la prohibición de la mariguana con el argumento
de que permitir el uso terapéutico de la cannabis a enfermos de
sida y cáncer "pondría seriamente en duda la capacidad del
gobierno de aplicar leyes contra el uso de drogas". Tal argumento es una
simulación: en Estados Unidos la incapacidad gubernamental para
combatir el uso y el trasiego de estupefacientes está plenamente
demostrada.
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