ISRAEL: TERRORISMO DE ESTADO
Los bombardeos aéreos lanzados en días recientes
por el gobierno israelí contra diversas localidades de Gaza y Cisjordania,
en represalia por un atentado dinamitero suicida perpetrado por un militante
de la organización fundamentalista Hamas, constituyen una acción
bárbara e injustificable que no conseguirá más que
alimentar la escalada de violencia en Medio Oriente.
Sin ningún espíritu de justificar la atrocidad
del atentado dinamitero del viernes en Netania, debe considerarse que su
autor, un joven palestino originario de Tulkarem, en la Cisjordania ocupada
--como la generalidad de los que nutren las organizaciones terroristas
palestinas--, es un producto típico de la exasperación generada
en los territorios ocupados y en el conjunto de la sociedad palestina por
la violenta ocupación militar israelí, por el cerco en que
se ha mantenido por décadas a ciudades enteras, por las condiciones
de miseria, marginación y discriminación en que subsisten
sus poblaciones y por el desvanecimiento de esperanzas en torno a la recuperación
de la patria perdida tras la constitución del Estado judío
en el antiguo protectorado de Palestina.
En tales circunstancias es evidente que, en el espíritu
de garantizar una seguridad efectiva para la población israelí,
la mejor actitud del gobierno de Tel Aviv tendría que ser el cese
de toda provocación contra los palestinos --como el establecimiento
de nuevos asentamientos de colonos judíos en tierras palestinas--
y la eliminación de las trabas y las mezquindades interpuestas por
Israel a la construcción del Estado palestino.
En cambio, el envío criminal de aviones y helicópteros
de guerra --y cuya tecnología de punta asegura un terrible poder
de devastación-- para masacrar civiles inermes o demoler oficinas
de la incipiente, embrionaria y cercada Autoridad Nacional Palestina, no
harán más que incrementar el número de viudas, de
huérfanos, de mutilados y de personas sin hogar en el bando palestino.
Con ello, el gobierno de Sharon no sólo se coloca en la misma lógica
primitiva y bárbara de los integristas --aunque con medios bélicos
y tecnológicos más caros y sofisticados--, sino que contribuye
a sembrar nuevos terroristas: jóvenes palestinos con un rencor infinito,
sin nada que perder y dispuestos al martirio islámico contra lo
que es visto como el agresor, por más que los bombazos criminales
de Hamas se cobren mayoritariamente vidas de civiles inocentes.
El gobierno que preside Ariel Sharon comparte la responsabilidad
por estos actos atroces con el presidente estadunidense, George W. Bush,
no sólo porque Washington proveyó a Tel Aviv de los aviones
F-16 y los helicópteros Apache empleados en las agresiones, sino
porque el nuevo gobierno estadunidense decidió, hasta hace unos
días, cerrar los ojos a la creciente confrontación entre
Israel y los palestinos, y se desmarcó del papel de mediación
adoptado por Estados Unidos ante ese conflicto a lo largo de la presidencia
de William Clinton. Ahora, si la Casa Blanca pretende recuperar algún
margen de autoridad y capacidad mediadora, está obligada a convencer
a Sharon que deje de ponerse al mismo nivel mental y emocional que los
líderes de Hamas, que se comporte como estadista y que renuncie
al terrorismo de Estado.
|