PINOCHET: DEMENCIA, NO INOCENCIA
La
resolución emitida anteayer por la Corte de Apelaciones de Santiago
de Chile, que sobreseyó el juicio interpuesto contra Augusto Pinochet
en virtud de la presunta demencia del acusado, pone de manifiesto las limitaciones
de la institucionalidad democrática chilena para procurar e impartir
justicia y esclarecer los crímenes de lesa humanidad cometidos por
la dictadura militar.
Aunque la suspensión del proceso es "temporal",
parece poco probable que el compás de espera judicial termine antes
de que Pinochet alcance la impunidad del sepulcro, toda vez que, para reactivar
el proceso, la parte acusadora tendría que demostrar que el ex dictador
ha superado la incapacidad mental alegada.
Este desenlace de la larga batalla judicial iniciada hace
tres años para juzgar los crímenes de Pinochet es descorazonador
para las víctimas sobrevivientes de la dictadura, los familiares
de los asesinados y todas las personas de buena voluntad que, dentro y
fuera de Chile, esperaban un acto de justicia después de tantas
décadas de impunidad absoluta.
Pero si en términos estrictamente penales ha sido
imposible juzgar y sancionar los atropellos y la barbarie del régimen
militar instaurado el 11 de septiembre de 1973, no debe perderse de vista
que, en el terreno político, las prolongadas y complejas batallas
legales que han tenido lugar desde 1998 --año en que el ex tirano
fue arrestado en Londres, en respuesta a una petición de extradición
del juez español Baltasar Garzón-- arrojan como resultado
la destrucción total del pinochetismo y de su máximo jefe.
No debe olvidarse que en ese año Pinochet era el
arrogante líder de una corriente totalitaria, articulada y beligerante,
que proyectaba una permanente amenaza sobre la precaria democracia chilena.
Hoy en cambio, después de todas esas gestiones
legales, el pinochetismo en Chile es tan impresentable como lo sería
el franquismo en la España contemporánea.
El general golpista fue privado de la inmunidad parlamentaria
y de su carácter de senador vitalicio, amén de que él
mismo se despojó de todo rastro de dignidad: incapaz de argumentar
su inocencia ante un tribunal, prefirió alegar demencia ante los
médicos, y con ese acto de cobardía terminó por anularse
como ser humano.
Por otra parte, debe tomarse en cuenta que mientras en
Londres y posteriormente en Santiago se desarrollaba el forcejeo legal
para procesar a Pinochet, se reactivaban las querellas legales contra otros
altos funcionarios del régimen militar, y en Argentina se incoaban
nuevas demandas contra los ex dictadores.
Como consecuencia de una de ellas, Jorge Rafael Videla
fue colocado en prisión preventiva por su participación en
la Operación Cóndor, siniestro aparato de coordinación
represiva entre los regímenes castrenses sudamericanos en los años
setenta y ochenta.
Las gestiones legales contra Pinochet han servido para
contrastar la doble moral con la que operan Estados Unidos y sus aliados
europeos en materia de delitos de Estado y crímenes de guerra: justicia
expedita ante genocidas como Slobodan Milosevic e indiferencia ante genocidas
como Pinochet y Videla.
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