DISCURSOS SIN HECHOS
Es
cosa sabida que entre las declaraciones y las realidades media generalmente
un abismo. El equipo gubernamental encargado de los 15 programas especiales
dedicados a la población marginada parece empeñarse en confirmar
el refrán de que "del dicho al hecho, hay mucho trecho", o quizá
espera ganar el Guinness del ahorro.
Por ejemplo, mientras el Presidente de la República
sostiene en el país y en el extranjero que desea resolver rápidamente
el problema de Chiapas y la injusticia y desigualdad que vive la población
indígena, la cual reside en su mayoría en el sureste; el
programa de desarrollo para esa región, en el primer semestre de
este año, sólo ha avanzado 2.2 por ciento.
Lo mismo sucede con el problema acuciante del desempleo
y del subempleo, en momentos en que la disminución de la actividad
económica en Estados Unidos y en nuestro país lanza a la
desocupación a decenas de miles de trabajadores y reduce la válvula
de escape de la emigración: el Programa de Empleo Temporal sólo
ha aplicado 14.1 por ciento de su presupuesto y, el de Becas de Capacitación
para Trabajadores Desempleados, 17.8 por ciento.
Al mismo tiempo, en diversas partes del país los
campesinos ocupan casetas, carreteras, sedes de instituciones oficiales
o hacen manifestaciones. Sin embargo, el programa de Alianza para el Campo
sólo ha ejercido un quinto de su presupuesto, es decir, 22.8 por
ciento.
De estas cifras, proporcionadas por la Secretaría
de Hacienda, resulta que sólo se han ejercido 37 mil 455.400 millones
de pesos sobre un total asignado de 100 mil 822.700 millones, o sea, 37.1
por ciento.
De entrada es posible pensar en la impericia de los funcionarios
para manejar adecuada y oportunamente los recursos asignados, pero también
en la posibilidad, tan real como la anterior, de que Hacienda esté
reteniendo los recursos en aras de la sacrosanta economía.
A ello se agrega el temor de los novatos a la Contraloría
y a incurrir en fallas que pueden ser denunciadas y, para evitarse problemas,
por consiguiente, se elige el inmovilismo y la postergación, lo
cual lleva a la paradoja de que programas de por sí insuficientes
y destinados a paliar gravísimas y añosas carencias sociales
no son ejercidos en su plenitud.
A esta anomalía contribuye, sin duda, el fundamentalismo
teórico de algunos economistas: la idea falsa según la cual
los gastos del Estado fomentan el déficit público, que es
la Bestia Negra, mientras los pobres siguen esperando a un gobierno que
dice tener rumbo.
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