¿NUESTRO PETROLEO PARA LA GUERRA?
El
petróleo tiene una importancia vital en el conflicto mundial desencadenado
por los ataques terroristas del 11 de septiembre. Las reservas de gas y
petróleo del mar Caspio y de las repúblicas centroasiáticas,
región que muy probablemente será el teatro de operaciones
de las represalias militares de Estados Unidos e Inglaterra, son consideradas
como las terceras más importantes del mundo. Su control y explotación
están en el centro de la disputa internacional.
En plena ofensiva bélica Estados Unidos requiere
tener garantizado el suministro ininterrumpido de hidrocarburos. Por sí
solas, las reservas de crudo que hay en su territorio serán insuficientes
para garantizar su abasto. Este país importa, desde 1991, alrededor
de 60 por ciento del petróleo que consume.
El 30 por ciento de la producción mundial proviene
del Golfo Pérsico, donde se encuentra 65 por ciento de la reservas
mundiales del crudo. Ello permite a las naciones de Medio Oriente que poseen
el oro negro desempeñar un papel privilegiado en la geopolítica
planetaria. Estados Unidos requiere de ellos para su suministro.
El mar Caspio se encuentra situado encima de un enorme
venero de hidrocarburos. En un plazo de 10 años, las exportaciones
de petróleo y gas natural de esta región y de Asia central
podrían igualar a las del Golfo Pérsico. El rol preponderante
de Medio Oriente en la exportación de petróleo podría
ser contrapesado por estas nuevas fuentes.
Grandes consorcios petroleros, muchos de ellos estadunidenses,
han invertido multimillonarias sumas para extraer crudo de la zona. Sin
embargo, resulta difícil trasladar el petróleo de esta región
al mercado. Su explotación comercial requiere de la construcción
de grandes oleoductos. El gas y el petróleo que salen del mar Caspio
se transporta a través de Rusia, pero ello implica, por lo pronto,
cruzar Chechenia en plena guerra.
Afganistán es una de los probables territorios
por los que atravesaría un oleoducto para llevar el petróleo
al mercado de la India, razón por la cual este país adquiere
una importancia adicional en el nuevo tablero mundial.
El delicado vínculo que asocia la operación
Justicia Perdurable al petróleo tiene una importancia fundamental
para México. Nuestro país es uno de los principales abastecedores
de oro negro a su vecino norteño y, regularmente, recibe de él
presiones para incrementar el suministro y privatizar Petróleos
Méxicanos. Apenas en febrero de 2000 el entonces presidente William
Clinton insistió en que deberíamos aumentar el volumen exportado
de crudo.
Estas presiones se incrementarán con la guerra.
Por ello resulta delicado que, en una entrevista televisada con el conductor
estadunidense Larry King sobre el tema de la guerra contra el terrorismo,
el presidente Vicente Fox se haya apresurado a ofrecerle a la administración
de George W. Bush nuestro petróleo. "Tenemos petróleo listo
para vender a Estados Unidos y otros países", dijo.
La cuestión petrolera es un asunto de especial
sensibilidad para la población mexicana. Nuestra noción de
soberanía nacional está estrechamente asociada a ella. Cualquier
paso en falso que se dé en este terreno puede ser fácilmente
interpretado como un acto de entreguismo.
El petróleo de México no puede estar al
servicio de Estados Unidos. Extraer indiscriminadamente más crudo
para venderlo a nuestro principal socio comercial sólo profundizará
la dependencia económica y política ya que tenemos con auquella
nación.
No podemos ignorar que la extracción acelerada
del hidrocarburo sólo acortará la vida de nuestros yacimientos.
Al exportarlo como materia prima en lugar de transformarlo localmente en
petrolíferos y petroquímicos, el país pierde beneficios.
Además, al convertirse en monoexportador de crudo, Pemex abandona
su vocación industrial.
En un momento de graves convulsiones, de disputa por los
recursos energéticos mundiales, nuestro país debería
asumir una actitud responsable con su patrimonio. La soberanía nacional
no es una nostalgia. Lo que está en juego es nuestro futuro.
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