04an1esp
DOMINGO Ť 9
Ť
DICIEMBRE Ť
2001
Ť Dolores Cordero, Carlos Montemayor,
Jaime Labastida, Evodio Escalante y José Luis Yunes
Tertulia amistosa y aleatoria evoca a Gorostiza
CARLOS PAUL
La palabra poética de José Gorostiza -en
voz de Martha y David Verduzco- abrió el homenaje al poeta tabasqueño
por el centenario de su natalicio. Muerte sin fin, por supuesto,
pero también Canciones para cantar en las barcas, Se alegra el
mar -dedicado a Carlos Pellicer-, El enfermo, Acuario -dedicado
a Xavier Villaurrutia-, Romance, El Alba, La tarde, Nocturno, Elegía,
El Faro, Oración, Luciérnaga -dedicado a Enrique González
Rojo-, Otoño -para Jaime Torres Bodet-, Caminos, Comparaciones,
Manchas, Máscaras y Ventanas danzaron, abrigados por
el silencio del público, por el escenario del teatro El Granero.
El espacio evoca un bar de los treinta donde cinco escritores,
entre espirituosas bebidas y apetitosas botanas, mantienen por más
de dos horas una conversación ''amistosa y aleatoria" para recordar
a Gorostiza (1901-1973).
La charla gira en torno a Muerte sin fin. Los comentarios
vienen y van de una mesa a otra. Dolores Cordero, Carlos Montemayor, Jaime
Labastida, Evodio Escalante y José Luis Yunes conversan, explican
y recuerdan.
Las interpretaciones y el análisis del poema son
extensos. Cordero percibe Muerte sin fin como el galope del corazón
sin brida; Escalante explica por qué es el equivalente literario
de una sinfonía. Labastida lo señala como ''el centro del
canon de la poesía en México" y como un poema ''blasfematorio",
cuyo sentido ''lo explican los tres epígrafes de los Proverbios''.
Montemayor considera que Gorostiza ''no escribió
el poema de manera científica, sino que lo fue organizando durante
mucho tiempo para poner cierto orden a esa vida aleatoria".
El poema, para Montemayor, ''parte de la conciencia de
sí, del descubrimiento de su presencia aquí; fugaz, sí,
pero de su presencia".
Los puntos de vista se cruzan y se defienden. Los conceptos
de rigor, sabiduría e inteligencia, poeta y diplomático,
son tema de una polémica entre Montemayor y Labastida. Escalante
abunda sobre el rigor intelectual con el que se escribió la obra;
Cordero recuerda que la esposa de Gorostiza no sabía si titular
el poema Vida sin fin o Muerte sin fin, y señala que
el propio poeta comentó alguna vez que lo había escrito en
seis meses.
Surgen suposiciones y conjeturas, se habla de las posibles
referencias literarias, ''de la experiencia de la angustia" asociada con
''la idea del alejamiento de Dios, propuesta por Montemayor", del primer
gran enigma, según Escalante, ''que trata de resolver Gorostiza:
por qué hay muerte, por qué me tengo qué morir".
Ningún poeta mexicano, prosigue Escalante, ''ha
expresado esa idea como Gorostiza, en ese introito, en ese escenario inicial
del poema. El personaje del poema encuentra ahí una revelación
y empieza un recorrido por el universo en el que existe la muerte. Yo quisiera
no morirme, parece decir el poeta, quien a través de toda su meditación
se da cuenta de que vida y muerte son elementos indisociables y de que
en la medida en que está vivo tiene que morir y viceversa, que la
muerte necesita de la vida para ser muerte. (En el poema) existe una interpenetración
de los contrarios, donde la palabra de Dios, creadora de vida, también
es dialéctica y, de manera paradójica, palabra de muerte".
La charla continuó. Los conversadores discutieron
sobre la fecha en que fue escrito el poema, ¿1937?, ¿1939?,
y se cuestionaron sobre la palabra, el silencio y la muerte de Dios como
una muerte sin fin.
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