MARTES Ť 11 Ť DICIEMBRE Ť 2001

Vergüenza (imágenes bolivianas)

Ugo Pipitone

De regreso de una corta estadía en La Paz, este escribiente trae consigo impresiones que necesita (y pide permiso por) compartir. Comencemos con lo más general: un territorio que es la mitad de México; un total de 8 millones de habitantes y una importante dotación de recursos naturales. Y la pregunta resulta inevitable. Con esa vastedad geográfica (que abarca una gama amplísima de microclimas y ambientes ecológicos) y tan poca gente para aprovechar sus recursos, Ƒpor qué Bolivia tiene actualmente un PIB per cápita de mil dólares que, a paridad de poder de compra, llegan a 3 mil? Hay veces que la arquitectura del mundo resulta francamente incomprensible.

Caminar por La Paz (un millón de habitantes) es toparse con esas indígenas que visten, una sobre otra, varias faldas y usan ese bombín que es tradición indígena introducida por los españoles; una artesanía que revela la sobriedad de una evidente madurez de gusto; vendedores callejeros de cualquier cosa pueda uno imaginarse; niños y ancianos pidiendo limosna en cada calle; las peñas donde la música andina persiste y se renueva; precios muy bajos de casi todo; una circulación caótica de carros que establece una nube de esmog a 3 mil 600 metros de altura. Y no sé si me explico.

Pero continuemos con las imágenes: carros todo-terreno que circulan entre matronas indígenas que deberían vivir varias vidas, y sin comer en ninguna de ellas, para poder comprar uno de esos vehículos Mazda, Subaru o como se llamen; macroeconomía sana y cero desarrollo; choferes de colectivos con pulsiones homicidas precariamente controladas, frente a los cuales hasta los microbuseros de la ciudad de México parecen almas de Dios; una comida notable y me permitiré registrar el descubrimiento personal de la carne de llama que además de deliciosa no tiene colesterol.

Circulando por La Paz es inevitable toparse varias veces con muchachos que limpian los zapatos de los transeúntes. La particularidad es que están encapuchados. Respecto al modelo zapatista, la estética es enriquecida por una gorra de beisbol usada debajo de la capucha de lana oscura. De dos diferentes taxistas a los que pedí razón de la extraña costumbre, recibí la misma respuesta: tienen vergüenza de ser reconocidos. Y uno se queda malhumorado pensando en quién debería realmente tenerla, esa vergüenza que los boleros expresan indumentariamente.

Las nuevas elecciones presidenciales se tendrán el año que viene y es inevitable preguntarse si alguna vez cambiará algo verdaderamente de fondo en Bolivia. Un país cuyo anterior presidente responde al nombre de Hugo Bánzer, o sea, para entendernos, el enterrador en 1971 del intento reformista de otro general: Juan José Torres.

Y ahora se anuncia al horizonte otra clase de milagro laico: el gas natural de Tarija (algo así como 47 trillones de pies cúbicos) y la posibilidad de exportarlo a través de algún puerto del Pacífico. Y un notable gobernador del Banco Central de Bolivia (Juan Antonio Morales) que, en el mismo seminario al cual fue invitado este humilde escribiente, recuerda la "enfermedad holandesa", o sea el efecto de desertificación empresarial asociado a la masiva y exitosa explotación de algún recurso natural abundante.

Y encima de todo, revoloteando en el aire, el maldito sorroche (el mal de altura) que postra la víctima en un enfadoso cansancio, sobre todo cuando la susodicha víctima se empecina en ir para arriba y para abajo para llenarse los ojos de esa otra región más transparente del aire. Y tenderé un velo de piadoso silencio sobre el funcionamiento del cerebro del conferencista venido de afuera que (sorroche, senilidad incipiente o lo que sea) no encuentra las palabras para expresar sus ideas.

En fin, un país mágico, gente extraordinaria y miseria en cada recodo del camino. A confirmación de los errores de arquitectura del mundo.