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DERECHOS HUMANOS: REPROBACION NACIONAL
El
informe presentado ayer por Amnistía Internacional (AI) sobre el
hostigamiento de que son objeto los activistas de derechos humanos en nuestro
país -y del que el reciente asesinato de la abogada Digna Ochoa
es una situación extrema, pero no aislada- constituye una grave
reprobación para el Estado mexicano en esta materia central de la
convivencia social contemporánea. Los 35 casos presentados por el
organismo humanitario internacional, ocurridos en el último lustro,
y que a decir de Kerrie Howard, coordinadora del programa de AI para defensores
de derechos humanos, son sólo una pequeña porción
de las agresiones registradas, no sólo denotan la existencia de
una violación sistemática de tales derechos, sino también
la persistencia de ámbitos interesados en acallar las denuncias
y en preservar a toda costa su impunidad.
Pese a la insistencia, en el discurso oficial, en señalar
un supuesto interés en el tema de los derechos humanos -hace apenas
un mes, ante la Asamblea General de la ONU, lo manifestó así
el propio presidente Vicente Fox-, los hechos indican que en lo que va
del presente gobierno las tendencias en materia de violaciones a las garantías
individuales no han variado en forma significativa en relación con
los últimos sexenios del priísmo. Así lo evidencian,
entre otros datos, el homicidio de Digna Ochoa, la permanencia en prisión
del general José Francisco Gallardo o las recientes denuncias sobre
la persistencia, en Chiapas, de esta clase de agravios.
Un suceso revelador del escaso interés gubernamental
en el tema fue el reciente error ocurrido en la Procuraduría General
de la República (PGR), institución que decidió iniciar
sus pesquisas sobre los desaparecidos en la guerra sucia de los años
setenta y ochenta enviando un citatorio a los propios desaparecidos, acción
ofensiva, absurda y estúpida que, en un primer momento, fue defendida
y justificada por el secretario de Gobernación, Santiago Creel,
como "parte de un procedimiento". Ayer, después de retractarse y
ofrecer disculpas a los agraviados -los familiares de los desaparecidos,
quienes recibieron los citatorios-, y ante la indignación ciudadana
generada, la PGR anunció el cese de Jaime Hernández, el agente
del Ministerio Público que cometió el desatino. Con todo,
el despido de ese empleado deja la sensación de que hay más
preocupación por ofrecer a la opinión pública un chivo
expiatorio, que por comprometer al conjunto de la administración
pública en la defensa activa de los derechos humanos, y que la inquietud
del gobierno de Fox en la materia, si hay alguna, es de orden mediático
y de imagen externa. Ojalá que esta percepción se revele
errónea y que los actos gubernamentales así lo demuestren.
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