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Ť Propugnan altos funcionarios del Pentágono una nueva rearticulación del orden mundial
Bush busca ampliar la guerra para reafirmar la supremacía de EU
Ť Estima que los atentados le dieron al país un nuevo papel como "defensor de la civilización"
Ť Cree que ahora sólo hay dos lados en el mundo, con Washington o con los asesinos: analistas
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington y Nueva York, 18 de diciembre. La campaña de bombardeos estadunidense contra Afganistán se aproxima a su fin, pero mientras el Pentágono empieza a ampliar la búsqueda de Osama Bin Laden y su red en otros países, el presidente George W. Bush también desea usar este conflicto como una oportunidad para reafirmar la supremacía mundial de Estados Unidos.
En varios de sus discursos Bush se ha referido a este cambio en el papel de Estados Unidos en el mundo, al argumentar que el 11 de septiembre estableció un nuevo rol para este país como defensor de la civilización.
"Lo que está en juego no es sólo la libertad de Estados Unidos. Esta es una lucha del mundo, es una lucha de la civilización", declaró Bush ante el Congreso poco después de los atentados del 11 de septiembre, y dejó claro que Washington encabezaría esta lucha para defender "la civilización".
La semana pasada Bush regresó a este mensaje y agregó que esta nueva guerra es una lucha entre "el bien" y "el mal" y debería ser ca-racterizada como un momento histórico tan importante para esta ge-neración como fueron los primeros momentos de la guerra fría o de la Segunda Guerra Mundial.
"En verdad hay dos guerras que se están realizando -dijo el analista militar Michael Klare a La Jornada-. "Una es para derrotar a Al Qaeda y el talibán y eliminar a Af-ganistán como base de actividades terroristas de Al Qaeda. La segunda, que apenas se inicia, es para asegurar el dominio estadunidense en el golfo Pérsico contra toda forma de amenaza, no sólo de te-rroristas potenciales, sino desafíos militares también".
Conflicto providencial
Dentro de esta perspectiva la guerra contra Bin Laden fue fundamentalmente para reafirmar el do-minio estadunidense en esa zona estratégica por su petróleo.
"El objetivo original de Bin La-den fue derrocar al gobierno de Arabia Saudita y expulsar a la fa-milia real -señaló Klare, profesor en Hampshire College y autor de varios libros, el más reciente Re-source Wars-. La amenaza se originó en Arabia Saudita y el epicentro de esta guerra es Saudiarabia".
Por lo tanto, el saudita representaba una amenaza a los intereses estratégicos de Washington y tuvo que ser sofocado, reprimido de tal manera como para enviar una advertencia a quien se atreviera a intentar desafiar la supremacía es-tadunidense en la región.
William D. Hartung, analista de asuntos de política militar en el World Policy Institute en Nueva York, también percibe un intento para definir una doctrina estadunidense que busca restablecer el do-minio militar de esta superpotencia: "Bush parece estar buscando restablecer una noción del poder militar como fundamento del do-minio estadunidense, y parece ha-ber, en comparación con Bill Clinton, más voluntad de establecerlo de forma unilateral".
En entrevista con La Jornada, Hartung destacó que esta iniciativa "más unilateral" pone menos énfasis sobre los instrumentos diplomáticos y más sobre los militares.
Por ejemplo, Bush dijo en Carolina del Sur, la semana pasada, que "nuestras fuerzas militares tienen una misión nueva y esencial. Para aquellos estados que apoyan el terrorismo no es suficiente que las consecuencias sean costosas, de-ben ser devastadoras".
Aquí Bush ya no sólo se está re-firiendo a Bin Laden, sino establece que Estados Unidos tiene un papel central al enfrentar con una respuesta militar abrumadora a es-tados que apoyan al terrorismo.
En el Pentágono altos funcionarios como el subsecretario de De-fensa Paul Wolfowitz han insistido en una rearticulación del orden mundial con un nuevo papel de Washington como la nación esencial (y predominante) del planeta.
Wolfowitz y otros han declarado que esta guerra no puede limitarse a Afganistán, sino que tiene que ser ampliada a Irak y enfrentar a "terroristas" en otros países, desde Filipinas y Yemen hasta Sudán.
De hecho, circulan versiones de que los estrategas del Pentágono ya están diseñando sus "planes de contingencia" para continuar esta ofensiva militar en otros países.
Hay otras voces dentro del go-bierno de Bush -la más notable es la del secretario de Estado Colin Powell- que se muestran más renuentes en promover una nueva campaña militar global y que se preocupan con las consecuencias de este tipo de acciones en torno de los equilibrios delicados del poder en otras regiones.
Por esta razón Klare cree que el enfoque de la ofensiva militar es-tadunidense en este próximo pe-riodo se limitará a Medio Oriente.
Pero considera que aun Powell, ex general, está comprometido con el objetivo de ampliar el poderío militar estadunidense en la re-gión (tal vez de forma más sutil).
"El objetivo general de la estrategia militar es mantener el dominio estadunidense frente a cualquier reto militar potencial", explicó Klare, una visión mucho más amplia que la de sólo derrotar a grupos terroristas no estatales.
Según esta óptica, señaló el ex-perto, "a nadie debe permitírsele establecer un poder equivalente, jamás. Esto implica que aun Na-ciones Unidas y la Organización del Tratado del Atlántico Norte tienen que ser subordinadas al poder estadunidense".
La definición de esta estrategia se empezó a desarrollar a principios de los años 90, cuando Estados Unidos intentaba establecer su visión militar en un mundo posterior a la guerra fría.
El primer elemento de esta estrategia, explicó Klare, fue evitar que Rusia o China se establecieran co-mo fuerzas que podían de alguna forma retar la supremacía militar estadunidense, y para lograr esto el gobierno de Bush anunció su retiro del Tratado de Misiles Antibalísticos y los primeros pasos para desarrollar un programa de defensa antimisil.
Un segundo elemento de esta estrategia es debilitar los poderes regionales que, como Irak, podrían representar algún tipo de amenaza a los intereses de Estados Unidos.
Klare percibe la evolución de una nueva doctrina de guerra que incorpora "ataques preventivos de no proliferación" contra objetivos extranjeros, que no serían guerras de conquista de territorio sino batallas diseñadas para desarmar a todo agresor potencial.
Por lo tanto los estrategas del Pentágono podrían no estar considerando nuevas invasiones tipo Tormenta del Desierto, sino campañas de bombardeo o de desestabilización a través de grupos tipo contra dentro de los países, o una combinación (con el modelo general de Afganistán).
Estos dos elementos, según Kla-re, se enganchan con la tercera parte de la estrategia que se ha empleado en la guerra contra Bin Laden y su red Al Qaeda.
Sumisión ante la superpotencia
Una diferencia marcada hoy día es que parece haber un consentimiento global del nuevo papel de Estados Unidos. Antes del 11 de septiembre y desde el fin de la guerra fría se expresaban diversos intereses económicos, geopolíticos y culturales que buscaban minar o enfrentar el dominio estadunidense en varias partes del mundo.
Europa estaba formando su unión, Japón asumía su papel co-mo líder de Asia y en este hemisferio países como Brasil estaban promoviendo sus propios intereses regionales, no siempre al compás de los de Estados Unidos.
Pero al parecer, los atentados del 11 de septiembre sí tuvieron el efecto de alinear al mundo al lado -y detrás- de Estados Unidos, y para algunos estrategas y analistas militares aquí se ofreció la oportunidad de que Estados Unidos reafirmara su papel central en el ám-bito internacional.
"La vasta mayoría de los países ahora están al mismo lado de una división moral e ideológica -ex-plicaba recientemente el presidente Bush-. Desde el otro bando de esta división están grupos de asesinos apoyados por los regímenes fuera de la ley".
Al parecer ahora hay sólo dos alternativas en el mundo: con Estados Unidos o con los asesinos y enemigos de la "civilización".
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