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Ť El texto recrea las anécdotas y los viajes del escritor por el mundo
Presenta José Saramago, en Madrid, su nuevo libro: Cuadernos de Lanzarote II
ARMANDO G. TEJEDA CORRESPONSAL
Madrid, 18 de diciembre. José Saramago parafraseó a Ricardo Reis, el heterónimo de su venerado Fernando Pessoa, para explicar el sino de lo que a su entender es el ser humano: "Somos cuentos de cuentos contando cuentos. Nada".
Bajo este manto poético-filosófico, el Nobel portugués presentó hoy en el Círculo de Bellas Artes de Madrid su libro Cuadernos de Lanzarote II (1996-1997), editado por Alfaguara, en el que de nuevo, desde la intimidad de lo diario, recrea con intensidad el discurrir de sus días en la isla volcánica que tiene por morada y en el que se revelan cual borbotón literario las obsesiones, los pensamientos, las anécdotas y los viajes de su discurrir por el mundo. Están ahí, hablando sin cesar, desde la noche del 31 de diciembre, en la que descubrió el "significado de la vejez", hasta sus paseos por el Pico de la Tejada, que "baja abruptamente sobre la planicie
que se extiende hasta el mar".
Dos años en la vida de Saramago, entonces "aspirante perpetuo" al Nobel de Literatura (premio que le fue concedido en 1998), se explican mejor en una metáfora de su propia autoría: "Contar los días con los dedos y encontrar la mano llena". En esa "mano llena" Saramago hace de sus recuerdos, de sus vivencias, una alegoría de un siglo que agonizaba y que vio desde derroteros tan lejanos como distantes en su realidad; registra sus caminatas por Nueva York, su primer viaje a China o sus disgregaciones sobre Chiapas, tres meses antes de visitar nuestro país.
Pero también escribe sobre el tiempo, sobre la fotografía de su amigo y admirado Sebastiao Salgado, de sus encuentros con Caetano Veloso y Jorge Amado, de sus coincidencias con Noam Chomsky, de la amistad que sabía que "prosperaría" con el tiempo con el novelista mexicano Carlos Fuentes, pero también, y sobre todo, de su intensa y fructífera relación con sus lectores, a quienes da voz y rinde un homenaje.
Los cuadernos de Lanzarote, libro colectivo, en principio no lo es porque el único nombre de autor que aparece es el mío, pero lo es desde otro punto de vista, porque mis lectores tienen una presencia casi constante no sólo por los comentarios sobre mis libros, sino por la presencia de las cartas de lectores. Yo tengo una idea que me gustaría que entrara en la normalidad, que es que las obras completas de un autor, para que se pudieran llamar realmente obras completas, necesitarían un volumen más donde se reunieran las cartas de los lectores. Creo que eso daría a la obra de ese autor otra dimensión y no hablo de críticas o ensayos, sino cartas de los lectores, que son documentos humanos de una profundidad e intensidad estremecedora. Yo no sé si lo haré alguna vez o si alguien lo hará por mí después de que ya no esté, pero esto me gustaría no por mí ni por las alabanzas, sino para poner en evidencia lo que reside en la inteligencia y la sensibilidad de muchísimos lectores que terminan de leer un libro y tienden un folio para escribir cosas maravillosas", señaló Saramago, quien advirtió que su diario que "no es diario", sino una amalgama de géneros literarios que socava las entrañas del escritor. También hay una realidad "ficcionada".
"En cuanto a la diferencia del yo autor de un diario y el yo autor de una novela, puedo decir que en un diario se supone que no estoy ficcionando. Se supone que estoy narrando lo que ha pasado o algo que he pensado, pero por otra parte yo creo que nosotros somos seres de ficción y nada más natural que el cruce en un diario de alguna ficción, y esto me lleva al Crisolín, porque el título está aquí: somos cuentos de cuentos contando cuentos. Nada. Hay que recordar a Shakespeare cuando dice en Hamlet que la vida es
una historia de ruido y de furor contada por un pobre actor. Pero en el caso de Shakespeare quedó mucho", dijo el autor de novelas ya célebres, como El ensayo sobre la ceguera o El Evangelio según Jesucristo.
El Crisolín es otro de los libros que presentó hoy el Nobel portugués, que cada año publica la editorial Aguilar de un autor iberoamericano y que en este volumen reúne tres cuentos (Silla, Centauro y La isla desconocida). Pero también en ese pequeño libro, editado en piel y que forma parte de una colección iniciada en 1946, Saramago explica su concepción del tiempo, del escritor y del hombre: "Desde el punto de vista en que me sitúo, que es el de la creación literaria como intento de lectura del universo y de interpretación del ser humano, consiste esta proposición, repito, en considerar el tiempo no como una sucesión ininterrumpida de instantes, sino como la proyección continua de esos instantes en un plano que imagino oblicuo, situado hacia arriba y hacia abajo, igual que una hoja de papel que se mueve por la acción del rodillo de la máquina de escribir". Añadió que "en el fondo creo que nunca seremos más que la memoria que tenemos, y que esa es la única y plausible historia que podemos contar, bien viviéndola continuamente en nuestras propias vidas, bien distribuyéndola cada vez, con disimulo o sin él, en los personajes que vamos inventando, a su vez inventores de nosotros mismos". Esta idea al final confluye, según Saramago, en el verso que escribiera Fernando Pessoa a través de su heterónimo Ricardo Reis: "Perdido en medio de la biblioteca universal, sin guía ni mapa, sin índice ni catálogo, no tuve más remedio que rematar de esta manera un discurso en la Universidad de Sevilla: Alguien (Ƒquién?, la memoria no me lo dice) escribió un día: Somos cuentos de cuentos contando cuentos. Nada". Siete palabras melancólicas y escépticas que definen al ser humano y resumen la historia de la humanidad.
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