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Ť El modelo neoliberal que hoy hace tocar fondo
se diseñó durante la dictadura
Muchos creen que detrás del estallido social
hay "mano negra" como en tiempos de Alfonsín
Ť Grave, el contexto que rodea esta crisis cantada
desde todos los sectores en Argentina
STELLA CALLONI CORRESPONSAL
Buenos Aires, 19 de diciembre. Sobre la base de
una situación social que era incontenible, hoy sucedió algo
más: los saqueos a supermercados que se extendieron por las ciudades
argentinas no fueron un acto de los desocupados organizados en distintas
agrupaciones y ya conocidos en el mundo como piqueteros.
En los estallidos y olas de saqueos de este miércoles
se vio claramente la diferencia entre aquellas acciones destinadas a obtener
comida, organizadas por estos grupos de manera ordenada y frente a grandes
establecimientos, y las acciones espontáneas y desesperadas de vecinos
y marginados, en las que se mezclaron grupos de vándalos que actuaron
con total impunidad ante la impasibilidad de muchos agentes de policía.
Miles de desesperados que en el último mes se quedaron
sin ninguna posibilidad de acceder siquiera a unos pocos pesos por día
en ese enorme arrabal de la economía informal en que el modelo económico
impuesto desde 1990 transformó a buena parte del país, decidieron
que sus hijos debían comer. Y los aprovechados de siempre, montados
en la cresta del desborde social incontenible, se vieron cargando cajuelas
de automóviles con los mejores productos del saqueo. Ellos no venían
por comida.
Casi unos 50 mil policías tiene la provincia de
Buenos Aires, pero este día brillaron por su ausencia y quizá
por esta extraña y sospechosa decisión, no hay más
víctimas que los seis muertos contabilizados hasta esta noche, además
de las decenas de heridos.
El contexto que rodea esta crisis, que está cantada
desde todos los sectores y no constituye ninguna sorpresa, es grave.
Pero muchos creen que detrás de este desborde social hay una "mano
negra", como la que hubo cuando sectores del justicialismo (peronismo)
y algunos grupos militares y policiales alentaron los saqueos que terminaron
alejando a Raúl Alfonsín, en julio de 1989, antes de terminar
su mandato y entregando el poder al electo Carlos Menem.
Pero el modelo neoliberal a ultranza que hoy hace tocar
fondo a Argentina empezó mucho antes. Se diseñó durante
la pasada dictadura militar (1976-83), como ha sido denunciado y demostrado,
después de producir un genocidio para controlar la efervescencia
social, que había cambiado el rostro del país en los años
setenta.
Desde que Alfonsín llegó al gobierno en
diciembre de 1983, la recién recuperada democracia comenzó
con traspiés diversos e incluso golpes de Estado que fueron debilitándola,
a punto tal que entonces quedó consagrada la impunidad para los
responsables de delitos de lesa humanidad.
El gobierno de Menem comenzó la política
imparable de ajustes, cercenando todos los derechos laborales que el propio
peronismo había impuesto en otras épocas. Vendió una
a una todas las empresas estatales, con el caza bobos de pagar ya
la deuda y comenzar a conformar un país primer mundista. Buscó
como ministro de Economía, después de varios traspiés,
a Domingo Cavallo, quien en los años finales de la dictadura estuvo
en el Banco Central y estatizó la deuda privada, disparándola
sin límites.
Paso a paso, Cavallo fue acabando con todo, pero hay que
recordar que diputados de unos y otros sectores votaron las leyes que permitieron
una política de virtual entrega de las empresas a precios irrisorios
y en procesos corruptos, en un camino en el que se entregaron, como se
ironizó entonces, hasta las "joyas de la abuela". Con el nuevo modelo
se fueron yendo también las conquistas sociales, el país
se desindustrializó, los pequeños y medianos productores
rurales quebraron en el que fuera el "granero del mundo".
Los fondos del país fueron a manos de los inversionistas
y dineros de origen impreciso entraban y salían del país
sin control, después de hacer negocios financieros escandalosos.
Para esto fue necesario que la corrupción se entronizara en el poder.
Después de vender la ilusión de que estábamos en el
"primer mundo", en 1995 se vio la realidad, cuando oficialmente se reconoció
que había 18.6 por ciento de desempleo, una cifra histórica.
Mientras los organismos internacionales vendían
la propaganda del crecimiento y el éxito argentino, el país
se destruía lentamente. "Se usó al país para enganchar
a otros en el modelo, como una zanahoria delante de un conejo hambriento",
dijo un economista local. Cavallo había introducido en1991 la famosa
"convertibilidad" (paridad del peso con el dólar) para salir de
la hiperinflación, provocada por diversos factores entre los que
los externos eran casi la base fundamental. La convertibilidad, que para
muchos economistas fue básica para la apertura indiscriminada y
hasta violenta de los mercados, fue usada como arma de chantaje político.
Cuando alguien quería cambiar la situación, el gobierno lanzaba
la amenaza de que saliendo de la convertibilidad, el país caía
en la debacle de la hiperinflación. Así se llegó a
callejones sin salida y Menem abandonó finalmente el gobierno después
de dos periodos consecutivos, con una crisis social que estallaba en todas
partes, un déficit fiscal que trepaba a los 11 mil millones de dólares,
y cuando ya no quedaba nada para malvender u ofrecer. Pero también,
con nuevos elementos de lucha de los desocupados.
De la Rúa llegó con promesas de cambiar
todo esto. Pero al parecer, la Alianza que construyó con sectores
de centroizquierda sólo fue usada como trampolín para llegar
al gobierno y permitirle deshacerse entonces de sus socios progresistas.
Desde que asumió el poder hace tan sólo
dos años, aplicó nueve ajustes y después de erráticos
planes económicos llamó como "salvador" a quien había
combatido: Domingo Cavallo. Este sometió al país y a la población
a experimentos sin rumbo, que profundizaron la recesión que dejó
Menem y en la cual se encuentra sumido el país desde hace cuatro
años. Se enajenaron los últimos bienes del país, avanzando
en nuevas leyes antilaborales a extremos inconcebibles, y en días
recientes se presagiaba el naufragio.
A principios de este mes, Cavallo tomó nuevas medidas
después que en marzo pasado había dejado salir al exterior
12 mil millones de dólares: atrapó a los pequeños
ahorradores, a los trabajadores a quienes se les deposita sus sueldos en
los bancos y a los empresarios locales, en una bancarización
forzada. Congeló ahorros y salarios, dejó sin efectivo
a la gente al regular el retiro de dinero, mientras crecía la desesperación
social.
Fue el último golpe sobre la desesperada sobrevivencia
que ensayaban millones de argentinos. El conflicto estalló y ahora
desbordó. Hay quien piensa que De la Rúa podría ser
parte de un proyecto que permitió llegar hasta aquí. Su imagen
hace días, al lado de un Menem impopular, y hoy rodeado de militares
en una ceremonia tradicional, su alabanza a las fuerzas armadas antes de
decretar el estado de sitio, coloca hoy a Argentina aún más
en las sombras, y nadie sabe lo que vendrá.
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