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Ť La atención recibida en EU fue fundamental para mantenerse casi sano, dice
Dany es el único caso de un mexicano que ha logrado sobrevivir 16 años con el virus del sida
Ť En la actualidad acude al IMSS, pero se ve obligado a exigir atención y medicamentos
ANGELES CRUZ
A sus 37 años de edad, Dany ha vivido mucho, tal vez de más, según dice él mismo, pero aún así mantiene la esperanza de llegar a tener una larga vida. Su caso es ciertamente excepcional, pues durante 16 años ha vivido con el VIH/sida y desde hace 12 toma medicamentos para controlarlo. Casi ninguno de los diagnosticados en 1985 como seropositivos vive en la actualidad, principalmente por el desconocimiento que había entonces de la enfermedad y por la carencia de fármacos.
Hace apenas unos años estuvieron disponibles en México las terapias que permiten a los pacientes prolongar su expectativa de vida con calidad. Así que la mayoría de los infectados en aquellos primeros años de la pandemia murieron.
Dany es derechohabiente del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), específicamente del Hospital Gabriel Mancera, donde le notificaron que era portador del virus, "pero nada más. No tenían nada para ayudarme".
Cuatro años después, el entonces joven de 25 años viajó a Estados Unidos, donde comenzó el proceso de su enfermedad. Eran las primeras manifestaciones del sida, pero corrió con suerte y encontró una organización no gubernamental que se dedicaba a ayudar a los enfermos.
"Allá fue diferente. Ya se sabía qué onda. Ya tenían algunos medicamentos y en las clínicas los doctores sabían cómo empezar a atender a los pacientes. Ahí aprendí sobre las formas de contagio, de prevención, el respeto a los derechos humanos y yo mismo empecé a ayudar a otros", comenta.
Regresó a México y fue directamente al IMSS. "Les traía panfletos a los doctores, platicaba sobre lo que sabía y poco a poco las cosas empezaron a avanzar".
Para cuando llegaron al país los primeros fármacos antirretrovirales, Dany ya había dejado de usarlos y estaba en la siguiente generación. Por eso, hasta 1999 el IMSS le empezó a proveer sus terapias.
Mientras tanto, viajó constantemente a la Universidad de Yale, donde lo atendían. De allá mismo traía las medicinas y en el IMSS se realizaba las pruebas de laboratorio para verificar la efectividad del tratamiento.
Sin embargo, un error en el laboratorio del Hospital de Infectología del Centro Médico Nacional La Raza, en mayo de 1999, ocasionó que sus análisis de sangre reportaran que el VIH había avanzado de manera desproporcionada, cuando unos meses antes se habían reportado niveles indetectables del virus en la sangre.
Esta noticia significaba para Dany que pronto moriría. El trabajo de tantos años se había derrumbado. De inmediato se comunicó a Estados Unidos con el médico que lo atendía en Yale, quien coincidió con sus colegas del IMSS: el virus podría estar creando resistencia al tratamiento. Sin embargo, le recomendó que se practicara nuevos estudios o que viajara a Estados Unidos para que se los hicieran allá.
Dany volvió al IMSS y solicitó que le hicieran otras pruebas, las cuales le fueron practicadas pero con la muestra de sangre anterior. El resultado fue el mismo: casi 5 millones de copias de VIH, una invasión casi total de su sistema inmunológico.
La decisión entonces fue viajar a Estados Unidos, lo que ya no hacía desde por lo menos dos años. Dany había decidido quedarse en México, sobre todo porque acá el IMSS ya le podía proporcionar los medicamentos. Es decir, explica, ese viaje fue obligado por las circunstancias.
En Yale le hicieron nuevas pruebas y el resultado fue que su salud era inmejorable. Para entonces, el paciente ya había suspendido la terapia por recomendación de los médicos, hasta que se supiera realmente cuál era la situación.
Dany reinició el tratamiento dos meses después y regresó a México. Presentó su queja ante el área Orientación al Derechohabiente del IMSS, exigiendo el rembolso de los gastos hechos en Estados Unidos y la reparación moral del daño causado. La respuesta fue negativa, por lo que el afectado interpuso una demanda civil, que actualmente está en proceso.
Para Dany esta situación es increíble, sobre todo porque poco tiempo después se enteró de que se presentó el mismo problema con otros pacientes. Supuestamente, en el laboratorio contaminaron las muestras de sangre y por eso los resultados salieron alterados. Nadie reconoció el error.
Lo peor es que durante el juicio civil salió a relucir la homofobia del doctor Gustavo Barriga Angulo, jefe del laboratorio del Hospital de Infectología de La Raza. Además de deslindarse de cualquier responsabilidad en el caso, al dar respuesta a la demanda civil interpuesta en su contra y del IMSS, dice que "es importante destacar a su señoría que si el actor sufre el padecimiento denominado de síndrome de inmunodeficiencia humana adquirida (sida), éste lo adquirió debido a su forma de vida, a sus excesos y preferencias sexuales y esta causa es imputable a él".
Sin embargo, Dany está dispuesto a defender sus derechos y a exigir, cuantas veces sea necesario, que se le respete. En entrevista con este diario, comenta cómo en ocasiones tiene que pelear por las medicinas. Resulta que en las farmacias no hay y los encargados no saben cuándo las podrán surtir.
"La mayoría de los enfermos recoge su receta, se da la vuelta y regresa a su casa. No reclaman, pero yo no. Yo sé que cada vez que deje de tomar una de las pastillas pierdo tiempo de vida", afirma.
"Cuando me detectaron el virus, pensé que moriría. Aunque todavía no estaba enfermo, la noticia me afectó mucho. Mis hermanos me rechazaron, incluso hasta la fecha no quieren saber nada de mí. Estuve muy deprimido. Era como estar en la oscuridad, sobre todo porque veía en los doctores una ignorancia muy grande. O sea, estábamos iguales: sin saber qué hacer", recuerda.
En ese entonces, añade, ni siquiera sabía que no era lo mismo ser portador del virus (seropositivo) que estar de enfermo de sida (cuando aparecen enfermedades a causa del avance del virus en el sistema inmunológico del organismo).
Ahora, todo es diferente. Dany es un hombre de 37 años. Su vida cambió desde que se infectó con el VIH/sida. A diario toma 20 pastillas en promedio, lo que le provoca molestias, como náuseas o mareos. En ocasiones se presentan algunas complicaciones, pero todo lo compensa el hecho de que "estoy prácticamente sano, salvo los achaques que ya forman parte de mi vida. Puedo trabajar e incluso realizo otras actividades para ayudar a los niños de la calle y no me cansaré de exigir respeto y un trato digno", concluye.
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