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¤ Pertenecía a las Fuerzas de Liberación
Nacional; cayó en asalto al cuartel de Nepantla
Dení, prima del nuevo fiscal, víctima
de la represión contra las guerrillas de los setenta
BLANCHE PETRICH
De niña, Dení Prieto Stock jugaba montando
obras de teatro de Tenesee Williams. Tenía un perro boxer, El
Chato, que literalmente se comió al Quijote de la Mancha. A
los 12 años leía a Tolstoi. A los 14 coincidía con
su padre, el dramaturgo Carlos Prieto, en calificar a los intelectuales
de la izquierda europea ?Altusser, Foucault, Lacan? de "inteligentes pero
confundidos".
Los adolescentes de su generación se movían
al ritmo de los Doors, Janis Joplin, Aretha Franklin. Ella prefería
las canciones de protesta.
A los 19 años, el 11 de septiembre de 1973, salió
a las calles, a la protesta masiva al pie del Angel de la Independencia,
empujada por los estallidos del bombardeo ordenado por un tal Pinochet
contra la casa presidencial en Santiago de Chile.
Ahí encontró, desolado también, a
su tío Luis Prieto.
''Y de ahí nos fuimos caminando juntos. Me habló
de Salvador Allende, de su muerte, de lo que pensaba. Veía cerradas
todas las puertas de lucha pacífica. Me preocupó lo que decía.
Le pregunté si pensaba irse a la guerrilla. Lo negó. Pero
por lo que decía, no sé, dejaba abierta esa puerta. Tres
veces le dije: 'no lo hagas, vas al sacrificio'", cuenta Luis Prieto.
Poco tiempo después asombró a sus padres
con la decisión de entrar como socorrista a la Cruz Roja para estudiar
enfermería. A finales de octubre ya militaba en las Fuerzas de Liberación
Nacional, recluida en la casa de seguridad de la organización en
Nepantla.
Eran siete los militantes asignados a ese pequeño
cuartel rebelde, entre ellos dos muchachas, Dení y Elisa Benavides,
que apenas tenía 17 años. Sus tareas consistían en
cuidar la casa, el sembradío de alfalfa y el corral con pollos y
conejos. Según se planeaba, servirían para alimentar a los
comandos que incursionaban ya em las futuras zonas de implantación
guerrillera en Chiapas.
Durante esos meses Dení ?que quiere decir flor
en otomí? contrajo matrimonio, según las leyes revolucionarias
de la propia organización, con Sergio Morales.
A finales de enero, quizá ya febrero, las dos jóvenes
demandaron entrenamiento militar. Tuvieron algunas clases teóricas,
vieron algo de balística y han de haber tenido dos o tres prácticas
de tiro al blanco.
El 14 de febrero el Ejército asaltó la casa
de seguridad. Dení fue de las primeras en caer, quizá muerta
instantáneamente, pocos metros delante de Elisa. Elisa y Sergio
fueron los únicos sobrevivientes. Los apresaron.
Una familia rota
Esa muerte destrozó a toda una familia.
Dení es prima de Guillermo Carrillo Prieto, el
nuevo titular del organismo de nombre interminable: Fiscalía Especial
para la Atención de Hechos Probablemente Constitutivos de Delitos
Federales Cometidos Directa o Indirectamente por Servidores Públicos
en Contra de Personas Vinculadas con Movimientos Sociales y Políticos
del Pasado.
Sus padres, Carlos Prieto y Evelyn Stock, quedaron profundamente
deprimidos con la muerte de su hija. El Ejército Mexicano nunca
entregó los cuerpos de los caídos a sus familiares; nunca
les informó de su paradero. Durante algunos meses más, recuerda
el tío, unos "policías-bandidos" chantajearon a la familia
y le sacaron dinero con la creencia de que estaría viva, detenida
en algún lugar.
Durante muchos años a su hermana Ayari le atormentó
la idea de que antes de morir Dení hubiera sido torturada. O que
los restos que su tío recuperó de una fosa común siete
años después realmente fueran de ella.
Entre los pedazos de memoria que Elisa Benavides ha ido
armando para dejar constancia de esa historia, figura este testimonio del
ataque en Nepantla, que dirigió el ahora general defenestrado Arturo
Acosta Chaparro:
"Dení iba justo delante de mí cuando comenzamos
a caminar afuera de la casa. Cuando nos dispararon nos tiramos al suelo
?apenas habíamos avanzado unos cinco metros, quizás? y creo
que allí la mataron. No dijo nada, tal vez no sintió nada.
Le toqué los pies y traté que me viera para explicarle 'a
señas' que me siguiera. No respondió. Entonces nuevas ráfagas
y una explosión me obligaron a separarme de ellos y me fui hacia
donde estaban Sergio y mi compañero, que venía detrás
de mí. Ellos quisieron regresar por ella pero no lo hicieron, el
fuego nos fue empujando a todos fuera de esa área. Después,
a mí no me mostraron los cuerpos. Fue a Sergio y no sé a
quien más a los que llevaron a reconocerlos. No quiso nunca darme
detalles. Se los pedí, pero me contestaba 'mejor no'. Los policías
me mostraron fotos de los cadáveres, de todos, una y otra vez. Sólo
recuerdo que tenían un tiro de gracia, sin ninguna duda, en el caso
de Manolo; en el de Dení no podría asegurarlo. Tenía
una expresión apacible".
El tío Luis recuerda que en 1981 se recibió,
en casa de los Prieto Stock, un oficio de la Dirección de Panteones
que avisaba que el cuerpo de "una adulta desconocida" iba a ser extraído
de una fosa común y desechado. Acudió solo al cementerio.
Un viejo panteonero lo ayudó a trasladar los huesos de la "adulta
desconocida", un esqueleto pequeño, como pequeña era Dení,
con un orificio en el cráneo. El viejo le comentó a Prieto,
lo recuerda: "¿Será que vino del hospital militar, o tal
vez del Campo Militar número uno?"
Luis Prieto es compilador, junto con otros dos autores,
del libro Un México a través de los Prieto. La obra
está dedicada, desde luego, a Dení. Relata la participación
de una familia, como muchas, donde hay una ala librepensadora, de izquierda.
Cómo Ayari recuerda a Carlos Prieto, el padre: "admirador de todo
lo que fuera nuevo, liberador y rebelde". Y otra ala, "mocha y reaccionaria",
como dice Luis Prieto, con un abuelo, Jorge Prieto Laurens, dirigente de
una de las facciones perdedoras de la revolución, que con el paso
de los años organizó la Asociación Anticomunista de
las Américas. Ayari va más allá. Recuerda al abuelo
como fundador de los Halcones.
Carta de despedida
Mom & Dad & Ayari:
Saben por qué me voy, así es que no llenaré
hojas tratando de explicárselos. Sé que ustedes están
de acuerdo conmigo y, aunque al principio reaccionen como "familia preocupada",
finalmente se darán cuenta de que sólo hago lo que harían
ustedes en mi lugar. Ustedes saben que no es una decisión repentina,
sino de muchos años.
Tampoco crean que tomo esto como una aventura novelesca.
Estoy consciente de su gravedad y sé también que una vez
adentro no hay paso atrás. No sé cómo describir lo
que siento al irme. Es entre felicidad, ganas locas y un poco de pena por
dejarlos a ustedes.
Me he puesto a pensar en la mucha suerte que tengo por
ser hija de gentes como ustedes, en quienes puedo confiar y que sé
que comparten lo que siento. Además en cuanto a modus vivendi
no es ningún sacrificio, sino al contrario. Dejo un modo de vida
que, si no me repugna, por lo menos me fastidia. Y aburre. (Sé que
a ustedes ídem.)
Pase lo que pase, nuestro objetivo final vale mucho más
que los sacrificios que pueda costar. Les quiero más que nunca y
les escribiré tan seguido como pueda.
Dení
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