Pierluigi Sullo**

Carta a los amigos de La Jornada*

Queridos amigos, ¿cómo están? Estoy seguro de que todo marcha magníficamente. La Jornada es el único diario, aparte de un par de periódicos italianos, que leo sin falta todos los días, porque lo encuentro completo, interesante, vivo. Desgraciadamente sólo lo puedo leer en Internet, puesto que se me ha prohibido regresar a México hasta 2008. Estoy descontando la expulsión por 10 años que se me impuso por haber cumplido con mi trabajo como cronista durante el viaje que hicieron un centenar de italianos de Ya Basta! a los rincones más ocultos de Chiapas, donde los paramilitares al servicio del entonces presidente Zedillo aterrorizaban (y aterrorizan todavía, al servicio de algún otro) a la comunidad indígena zapatista. Lo gracioso es que vino a buscarme, hace ya algún tiempo, el cónsul mexicano en Roma, un joven que manifestaba interés por nuestro movimiento y que, más allá de decirme que su computadora confirma el decreto de expulsión aunque se me permitiría ingresar, en ocasión de la marcha zapatista de marzo pasado, porque las leyes dependen (de la oportunidad, de la atención de los medios, etc.), creo que en realidad quería saber si se organizaba algo para recibir al presidente Fox, cuya visita a Italia era inminente.

Vi a su enviado por última vez en Génova, ¿recuerdan? Entonces él me preguntó cómo podían estar esas 300 mil personas en la calle aquel 21 de julio. Yo no estaba muy seguro de saberlo, pero arriesgué que la razón residía en el hecho que el "pueblo de Seattle" se había, en aquel momento, fusionado (de manera molecular, casi como una sola persona) con el veterano "pueblo de izquierda". Y que la causa de este evento era la coincidencia entre el G8 y la victoria electoral de Berlusconi. Un poco, le dije, como después de la victoria de Fox en México, que inyectó al motor zapatista mucho carburante, para crear aquella cosa extraordinaria que fue la marcha hacia la ciudad de México: cada segmento de la sociedad con malestar y cada cultura política inconforme se habían ensamblado en ese momento, creando el mosaico que finalmente se vio en el Zócalo de la ciudad de México.

Era una explicación por cierto muy simplificada. Pero me volvió a la cabeza en estos días, por algunas razones. La primera, el artículo de Paco Ignacio Taibo II que publicamos en este número de Carta, que había aparecido en La Jornada y que el diario y el propio autor han cedido gentilmente a nuestra revista. Taibo II hace un recuento del primer año de Fox como presidente y leyéndolo se me ocurrió que, cambiando los lugares y las gaffes, podría servir muy bien para hablar de los primeros siete meses de Berlusconi.

En particular lo que me preocupa no es que se trate de dos "emprendedores" (uno de la televisión y otro de la Coca-Cola), que ambos sean incultos y arrogantes, que uno vista un traje cruzado de gángster y el otro un cinturón de cowboy, etcétera, sino que los dos estén cometiendo tremendas chapucerías con la justicia. Es verdad que para ustedes la cosa es, si se puede decir así, más material. Hablamos de asesinatos políticos, como el reciente de Digna Ochoa, defensora de los derechos humanos, o de desaparecidos, o de infiltración del narcotráfico en el Ejército. Pero mira, ¿qué les parece alguien que no acepta la "orden de captura europea" para los criminales financieros pero sí para la pederastia? ¿O para el negocio de las drogas, pero no para el lavado de dinero sucio? Me da por pensar que Berlusconi no tiene inversiones en el sector de la pederastia, y esos arrestos no lo inquietan.

En resumidas cuentas, quiero decir que nuestros países, Italia y México, que se encontrarán en el campo de futbol en el próximo Mundial (y ese día estaré un poco en aprietos), son países de los cuales debemos estar orgullosos, pero cuyos jefes son, más que vergonzosos, peligrosos. Como soy medio napolitano tengo manía por los horóscopos. Y el otro día compré una revista con las pronósticos para este 2002. Decía, para Italia, que en junio pasará algo por lo que, en el resto del mundo, se verá a nuestro país como un "laboratorio" del desmantelamiento de la democracia. En ese caso, piensen un poco, podrían ser ustedes los que tendrían que organizar viajes de observadores de derechos humanos. Sólo espero que, en ese caso, no les toque ser expulsados de Italia.

*Publicada en el semanario italiano Carta

**Periodista italiano

TRADUCCION: ALEJANDRA DUPUY