03aa1cul Juan Arturo Brennan Réquiem por una frecuencia Hace apenas unas semanas, conversé con conocedores de asuntos musicales y radiofónicos sobre el hecho, que me parecía evidente, de que la tradicional y añeja XELA estaba lista y madura para una buena renovación. La plática, como todas las de ese tipo, se basaba en sueños guajiros: mantener y consolidar la presencia de la XELA como difusora de música de concierto, actualizar su discoteca, poner al día sus formatos de programación, producción y difusión, profesionalizar en serio a sus limitados locutores y, en general, resolver el reto de modernizarla sin que perdiera su perfil y su personalidad. Sueño guajiro, en efecto: la XELA, Buena Música en México, murió la medianoche del 1o. de enero y 6 horas después fue sustituida por una abominable y vergonzosa estación deportiva. Pendiente del desenlace de esta triste muerte, anunciada hace poco en estas páginas, pasé la mayor parte del día de Año Nuevo sintonizado en los 830 kHz de amplitud modulada. A lo largo de las horas, que me parecieron como la agonía de un viejo conocido, la XELA difundió una programación típica: Mozart, Debussy, Grieg, Vivaldi, Rodrigo, Beethoven, Pachelbel, Shostakovich, Spohr, Bizet, Hindemith, arias de ópera con los famosos tres tenores, un recital del trompetista Sergei Nakariakov. Para la trivia: la última música transmitida en los 830 fue una serie de coros de ópera de Richard Wagner. Como era de esperarse, a lo largo del día los diversos locutores de cabina ensayaron, cada uno a su manera, sus despedidas; tristes todas ellas, la mayoría fueron cursis, almibaradas y confusas. Además, la estación repitió varias veces un spot con una especie de despedida-excusa-justificación que resultó patética e indignante a partes iguales: se hablaba del momento de modernizar, actualizar, ser mejor, convertirse en una nueva y mejorada versión... para de inmediato anunciar la muerte de la XELA e invitar al público a seguir escuchándola por Internet. Magnífica alternativa, sin duda: ya estoy reconectando mi PC, con bocinas, monitor y todo, en mi automóvil. Con todo y su aire antiguo y sus defectos estructurales, la XELA atendió durante 61 años a un segmento bien identificado (maduro, conservador, tradicional) del público melómano, con su oferta permanente de música de concierto. Con la muerte de la XELA como tal (precedida ominosamente hace algunos años por la cancelación de su frecuencia modulada y la desaparición de Estereomil), el panorama radiofónico y cultural de la capital sufre un severo golpe y la música de concierto queda, una vez más, relegada y desprotegida. Estrictamente, no hay modo de protestar o proponer alternativas: en el turbio, enrarecido y corrupto esquema de concesiones y permisos bajo el que se rige la radio en México, supongo que los jerarcas de la XELA pueden hacer con su estación lo que les venga en gana. Y lo que han hecho se antoja execrable desde cualquier punto de vista. ¿Una estación deportiva? Enhorabuena. En vez de La hora sinfónica Corona seremos deleitados con la charla de algún imbécil adolescente español que narra con fruición su noble oficio de torturar y matar toros en público para regocijo de la chusma. En lugar de El compositor de la semana, tendremos la deportenovela de la semana, con sucesivos capítulos sobre los berrinches de vedete de Cuauhtémoc Blanco: que si ya le toma la llamada a Aguirre, que si vuelve o no vuelve para salvar al Tri de la debacle. Reconforta saber que vivimos en un ámbito cultural en el que los medios tienen sus prioridades perfectamente claras. Aparentemente, la muerte de la XELA no pasa de ser una decisión corporativa de quienes detentan los derechos sobre los 830 kHz del cuadrante. Pero lo cierto es que esto ocurre al amparo de un ambiente cultural magro, mezquino, agotado e indiferente, en cuyas cúpulas oficiales parecen pasar indavertidos estos y otros inquietantes signos de feroz decadencia. ¿Qué sigue? ¿Terminarán por venderle Radio UNAM a Ricardo Rocha? ¿El Imer decidirá que Opus 94 sirve mejor para transmitir las sesiones plenarias del Congreso? Dadas las circunstancias, la pérdida de la XELA (con todo y lo perfectible que era) es un asunto particularmente triste y preocupante. La mañana del 2 de enero, para completar el rito fúnebre, escuché durante unos minutos la nueva estación deportiva en los 830 de AM: básicamente, radio hecha por cretinos, para cretinos. A esto, los ''dueños" de la XELA le llaman evolucionar, actualizarse y ser mejor. Yo le llamo empobrecimiento cultural explicable.
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