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¤ En 1704 el predio servía de descanso
a las familias más acaudaladas del país
Desde 1902 la Condesa ha sido punto de encuentro de
importantes migraciones
¤ Artistas como Pablo Moncayo, Alvaro Carrillo,
Dolores del Río, entre otros, compartían el rumbo con intelectuales
¤ Se dice que Agustín Lara escribió Farolito
en la calle Amsterdam
MARIA RIVERA
Antes de que los jóvenes capitalinos convirtieran
a la Condesa en el lugar de moda, la colonia ya estaba marcada por el signo
de la modernidad. Desde su surgimiento, en 1902, la zona se convirtió
en un polo de atracción tanto para los sectores medios surgidos
durante el auge porfirista como para los provincianos en busca de progreso
en la capital.
Con
el tiempo, la Condesa y su vecina, la Hipódromo Condesa, fueron
punto de encuentro de importantes migraciones como la judía -en
los años veinte-, la republicana, casi dos décadas después,
y la latinoamericana de los setenta y ochenta, y atrajo a personalidades
de toda índole. Artistas de la talla de Agustín Lara ?de
quien se dice que compuso Farolito en una banca de la calle Amsterdam?,
Pablo Moncayo, Alvaro Carrillo, Ricardo Palmerín, Dolores del Río,
Mario Moreno Cantinflas, María Conesa, Juan Soriano, Arturo
Ripstein, compartieron los mismos rumbos que intelectuales como Octavio
Paz y Elena Garro, Salvador Elizondo y Paulina Lavista, Guillermo Sheridan,
Paco Ignacio Taibo I, Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín.
En su centenario el perfil de la Condesa vuelve a transformarse.
Tal vez porque como ninguna otra zona de la ciudad encarna el espíritu
de lo nuevo.
La historia del rumbo empieza en 1704, cuando el segundo
conde de Miravalle, don Pedro Dávalos de Bracamonte, adquirió
la hacienda Santa Catarina del Arenal, en el pueblo de Tacubaya -situado
a 11 kilómetros de la ciudad de México-, que se había
puesto de moda entre las familias más ricas de la capital, como
sitio de descanso. La primogénita del conde de Miravalle, María
Magdalena Dávalos de Bracamonte y Orozco, afamada por sus dotes
de poetisa, heredó el título nobiliario y se hizo cargo de
la finca, que a partir de entonces se denominó la Hacienda de la
Condesa.
Después de pasar por varios propietarios, en diciembre
de 1902 los terrenos fueron adquiridos por la compañía fraccionadora
Colonia de la Condesa, SA (que entre sus socios contaba con la figura de
Porfirio Díaz, hijo), la cual se dio a la tarea de urbanizarlos.
Debido a su gran extensión el fraccionamiento se pobló lentamente.
Sus primeras construcciones siguieron el estilo porfiriano en boga.
Entre sus atractivos contaba con una plaza de toros para
20 mil espectadores, inaugurada en 1907, por la que desfilaron, además
de los grandes matadores de la época como Juan Belmonte, Rodolfo
Gaona, Vicente Pastor, Juan Silveti y Silverio Pérez, artistas de
la talla de Enrico Caruso, Pau Casals y Ana Pavlova.
En otra parte de la colonia los fraccionadores cedieron
sus derechos a la compañía sociedad civil Jockey Club de
México para la construcción de un nuevo hipódromo,
que sustituiría al de Peralvillo como sitio de encuentro de los
sectores más encumbrados del porfiriato. En octubre de 1910, a un
mes del estallido revolucionario, se inauguró el espacio, que pese
a su inmejorable ubicación fue un fracaso y terminó convertido
en pista de carreras de autos y espectáculos de charrería.
Entre 1910 y 1921, a consecuencia del movimiento revolucionario,
se produjo una fuerte inmigración hacia las urbes. La ciudad de
México se convirtió en el principal polo de atracción:
de 720 mil habitantes pasó a 906 mil, según Jeannette Porras,
autora del libro Condesa Hipódromo.
En 1925 José de la Lama y Raúl Basurto compraron
a la sociedad del Jockey Club los terrenos del hipódromo para fraccionarlos.
Con la reactivación de la economía que produjo la pacificación
del país surgió una clase media que se convirtió en
el mercado ideal para el nuevo fraccionamiento. "La modernidad era un ideal
al que aspiraban las personas de los años veinte ?explica Porras?,
por ello la publicidad del fraccionamiento promovía los conceptos
y técnicas modernos."
Las primeras construcciones
El proyecto definitivo estuvo a cargo del arquitecto José
Luis Cuevas, quien reservó 40 por ciento de la superficie total
para áreas verdes, distribuidas entre plazas, camellones, y parques.
Las primeras construcciones de esta zona siguieron los estilos neocolonial,
art decó y una combinación de ambos.
El parque San Martín o México, con una vegetación
de mimosas, cedros de Líbano, casuarinas y palmas fénix,
se convirtió en el núcleo de la nueva colonia. Su trazado
y diseño fue obra de los arquitectos Javier Stávoli y Leonardo
Noriega. La avenida principal de la colonia es la elíptica Amsterdam,
que en su origen fue conocida con el nombre de Hipódromo, ya que
sirvió como pista de carreras.
Además de la clase media posrevolucionaria el lugar
atrajo a amplios sectores de la comunidad judía recién emigrada
al país. Nueve mil judíos azkenazitas (de Europa Oriental)
y 6 mil sefarditas (de origen ibérico) llegaron al país en
la segunda década del siglo XX, invitados por el presidente Alvaro
Obregón.
Si bien a su llegada se establecieron en el Centro Histórico
de la ciudad, ejerciendo en su mayoría el comercio ambulante, años
más tarde, al mejorar su situación económica, optaron
por vivir en la Condesa y la Hipódromo. Su presencia se volvió
notoria enseguida: abrieron sinagogas, colegios, panadería y carnicerías
kósher. No era un gueto propiamente, ha escrito Enrique Krauze,
quien creció en el barrio, "pero lo vivíamos como tal". En
los cuarenta parte de esta comunidad se trasladó a Polanco y la
Herradura; grupos significativos permanecieron en el rumbo.
Otra de las migraciones que acogió la Hipódromo
fue la española durante la guerra civil, y aunque no tan numerosa
como la judía, dejó su impronta. Entre los setenta y ochenta
grupos de intelectuales latinoamericanos exiliados también se instalaron
en la zona. Sin embargo, a decir de muchos habitantes del rumbo, el factor
que definió su actual aire bohemio fue el temblor de 1985. Muchas
familias emigraron a sitios más seguros, provocando que los precios
de los inmuebles, así como los alquileres, disminuyeran. En los
siguientes años grupos de intelectuales y artistas se establecieron
en la colonia atraídos por su arquitectura y su carácter.
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