05an3cul
Jugar sin saber las reglas
Jugar sin saber las reglas puede ser desconcertante y divertido a la vez. Encontrar los hilos que unen a una mujer desnuda que ahoga niños en una fuente con un pedagogo ''decapitado y ahorcado al mismo tiempo''; o a unos campeones de voleibol sin dedos en la mano derecha con un hombre pájaro que se incendia en plena representación; o a unas uñas y testículos ajustados con los pies luminosos de un padre, ése es el juego que Mario Bellatin oculta al lector de La escuela del dolor humano de Sechuán.
Son 28 pequeñas historias que, en definitiva, no pueden tomarse en forma aislada. Al releerlo, después de toparse con la aclaración final que se convierte en la clave del juego, todas las piezas caen en su lugar y llevan al lector a través de ellas por un hilo casi imperceptible. Es como cuando entramos a un juego creyendo saber las reglas hasta que alguien, más cabrón que bonito, llega y nos dice que lo estamos jugando mal. ERICKA MONTAÑO
|