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Ť En el viaje se buscará enmendar las diferencias ocurridas en el sexenio de Zedillo
En febrero, primera visita de Estado de un presidente mexicano a Cuba en ocho años
Ť En La Habana ven la oportunidad para reafirmar los lazos entre ambas naciones
GERARDO ARREOLA CORRESPONSAL
La Habana, 9 de enero. El presidente Vicente Fox hará una visita de Estado a Cuba los días 3 y 4 de febrero, el primer viaje a la isla de un mandatario mexicano en funciones en casi ocho años.
Fuentes fidedignas que pidieron el anonimato confirmaron a La Jornada que están en marcha los preparativos de la gira, que coincide con un momento en el que el gobierno del presidente Fidel Castro ha entrado en un insólito intercambio de señales de distensión con Estados Unidos, tras un conflicto bilateral de cuatro décadas.
La última visita de un presidente mexicano a Cuba fue la de Carlos Salinas de Gortari, en junio de 1994 -cinco meses antes de entregar el mando-, de sólo nueve horas, en una escala en el viaje a la cuarta Cumbre Iberoamericana, en Cartagena de Indias, Colombia. Ernesto Zedillo asistió en La Habana a la novena Cumbre Iberoamericana, en noviembre de 1999, pero nunca hizo una visita de Estado.
"El énfasis de la visita será la cooperación económica, aunque es obvio que se reanuda el diálogo político al más alto nivel", dijo una de las fuentes, en alusión indirecta a la curva descendente que se venía dibujando en las relaciones entre los dos países en los últimos años.
El viaje de Fox cierra, aparentemente, el ciclo de deterioro de las relaciones entre México y Cuba comenzado durante el gobierno de Zedillo, quien empezó a distanciarse de la isla y personalmente precipitó los vínculos a su más bajo nivel en cuatro décadas, al provocar en público un choque verbal con Castro durante la décima Cumbre Iberoamericana en Panamá, en noviembre de 2000.
La caída en el nivel de las relaciones bilaterales es una clara excepción en la línea de los gobiernos mexicanos, incluso el de Gustavo Díaz Ordaz, de mantener por lo menos adecuadas relaciones diplomáticas con Cuba desde el triunfo de la revolución de 1959, y a contrapelo de la ruptura generalizada de América Latina con la isla promovida por Estados Unidos en los sesenta.
Fox realizará una de las escasas visitas de Estado de mandatarios de América Latina a Cuba, la última de las cuales fue la del presidente de Colombia, Andrés Pastrana, en enero de 1999. El presidente venezolano Hugo Chávez estuvo en la isla en marzo del año pasado, pero en visita de trabajo. Más frecuentes son los viajes a La Habana de dignatarios caribeños, habitualmente jefes de gobierno.
Este fin de semana una insólita misión de cerca de un centenar de diputados mexicanos visitará La Habana, invitados por la Asamblea Nacional del Poder Popular, en un viaje al parecer destinado a consolidar el diálogo entre Cuba y las distintas fuerzas políticas mexicanas. La gira masiva sigue a viajes de los gobernadores de Zacatecas, Ricardo Monreal; Oaxaca, José Murat, y Nayarit, Antonio Echevarría, que el año pasado culminaron aquí negociaciones de intercambios diversos.
Castro asistió a la toma de posesión de Fox hace trece meses y ambos gobiernos enviaron entonces señales conciliadoras. Los dos presidentes se habían conocido en La Habana casi dos años antes, en febrero de 1999, cuando el entonces gobernador de Guanajuato compartió más de siete horas de conversación con el líder cubano y ofreció que, de llegar a la Presidencia de México, las relaciones entre los dos países serían "excelentes".
Ya en funciones, el gobierno de Fox se declaró dispuesto a "relanzar" las relaciones con Cuba, pero el nuevo giro tropezó con el lobby mexicano previo a la reunión de la CDH en Ginebra y luego en la sesión del organismo, en abril, en la que México se abstuvo de votar un proyecto checo, de factura estadunidense, que condenaba a la isla, con argumentos equivalentes a un virtual apoyo a la resolución.
Antes de la votación, una enviada especial de la cancillería mexicana, Marieclaire Acosta, había intentado tomar contacto en La Habana con activistas de la oposición. Este gesto y el discurso en la CDH irritó al gobierno cubano, que reaccionó con una virulenta declaración del canciller Felipe Pérez Roque, en la que identificó expresamente a su colega mexicano, Jorge G. Castañeda, de promover una resolución condenatoria propia en Ginebra.
Pérez Roque escaló la disputa al plano personal, al citar a una fuente anónima según la cual Castañeda tiene "un conocido historial político de deslealtades" y es "susceptible de aceptar presiones de Estados Unidos". El canciller mexicano restó importancia al episodio, pero mantuvo el tono de confrontación, al estimar que los cubanos estaban "ardidos" por el voto en Ginebra.
La disputa se hizo a un lado y los dos países se sentaron a la mesa en mayo.