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José Antonio Rojas Nieto
La cloaca del asunto de Enron
A cmediados de 2000 Enron parecía una empresa de energía muy exitosa en todo el mundo. La más grande comercializadora de gas natural del orbe poseía 37 mil kilómetros de gasoductos en Estados Unidos, Argentina, Bolivia, Colombia, Puerto Rico y Venezuela; plantas eléctricas en América Latina, Asia y Europa, incluyendo la central Dabhol en la India, prototipo de corrupción en su manejo y, en México, un permiso de cogeneración por 284 magavatios (MW) en Monterrey, punta de lanza del ánimo por impulsar y participar en el mercado eléctrico que promovió el anterior gobierno y aún promueve el actual, como el del gas natural.
Enron cuenta con compañías de servicios urbanos en todo el mundo como la británica Wessex, que suministra agua potable. Da servicios de comercialización de energía en línea (Enron Online). Posee cerca de 30 mil kilómetros de redes de fibra óptica de alta capacidad en Estados Unidos, Europa y Japón. Todo le permitió un crecimiento sin precedentes, que en agosto de 2000 llevó sus acciones a 85 dólares. Para Fortune la empresa texana -sí del Texas que gobernó George W. Bush- era la séptima del mundo, con ventas anuales por más de cien mil millones de dólares; valor de mercado cercano a 64 mil millones de dólares; ganancias netas cercanas a mil millones; y 26 mil empleados (5 mil jubilados) con un fondo de jubilación en acciones que hoy no valen nada. Arthur Andersen auditó y certificó el éxito de Enron.
Bueno, pues a fines de febrero de 2001 -como reseñan The New York Times- su presidente Kenneth L. Lay fue convocado por el vicepresidente Dick Cheney al grupo asesor del diseño de la política energética de Bush, al que asistió dos meses y medio mientras que, también por cierto, sus acciones bajaron 30 dólares. El 16 de mayo, Cheney entregó oficialmente el documento al presidente Bush, que a decir de algunos contiene propuestas favorecidas por Enron que, a su vez, lo favorecían. Entre ellas la recomendación de acelerar el proceso de desregulación eléctrica que empezaba a ser cuestionado por muchos estados, dada la crisis eléctrica en California.
Los vínculos con el gobierno siguieron. En agosto los responsables de la subsidiaria alemana de Enron se encontraron con el grupo asesor de energía; y a principios de octubre -con acciones en franco descenso y amenaza de desplome- altos personeros se entrevistaron con el grupo de asesores del vicepresidente Cheney. Justamente el 16 de ese mes se dio a conocer su estado de resultados del tercer trimestre del año, con pérdidas por 618 millones de dólares. Seis días después se anunció que el organismo regulador de la bolsa (Securities and Exchanges Commission) estudiaría la situación. A fines de ese mes de octubre -con acciones desplomadas- el estudio se convirtió en investigación formal, a pesar de que días antes el presidente de Enron daba garantías a los inversionistas de que las cosas estaban bien. No obstante, luego de ese anunció Lay se entrevistó con los secretarios del Tesoro y de Comercio colaboradores de su viejo amigo George W. Bush. En noviembre 29 se anunció que la investigación incluía al despacho Arthur Andersen, quien declarara que muchos de los papeles de Enron en los que fundamentó su auditoría ya habían sido destruidos, en contra de la práctica común de guardarlos durante años.
El 2 de diciembre se decretó la quiebra de Enron, afectando a todos los inversionistas, incluidos sus trabajadores y jubilados, cuyas acciones hoy apenas valen unos pocos centavos. A medida que un comité del Congreso investiga las causas del colapso surgen hechos que la presentan ya no sólo como una empresa que dio el soporte financiero más importantes a las campañas de George W. Bush sino, incluso, como solicitante de favores del actual gobierno, justamente para obtener créditos millonarios que le permitieran sortear su crisis.
Todo esto sería sólo una anécdota dramática de nuestros vecinos, si no supiéramos que personeros de Enron se acercaron tanto al equipo de transición del presidente Fox, que permite sospechar que le ayudaron a coordinar la elaboración de su propuesta de privatización eléctrica y dejaron sentir hondamente sus intereses. En documento de ese equipo de transición del 5 de octubre de 2000 se dice: "Pemex no puede garantizar el abasto de plantas de generación actualmente. Existen suficientes reservas y, a mediano plazo, capacidad de producción en el sur de Texas para satisfacer los requerimientos de México. Será necesario importar gas del sur de Texas. Por tanto hay necesidad de fortalecer la capacidad de interconexión internacional y de transporte nacional". šPor favor! Adivine Ƒquién controla el gas natural en Texas y quién sería el vendedor a México para una expansión eléctrica centrada en un combustible que -si Pemex no contara con la posibilidad de ampliar su producción- en 2006 podría exigiría una importación diaria de -Ƒle parece?- no menos de 2 mil millones de pies cúbicos que a -digamos- 3.50 dólares por mil pies cúbicos, representaría un negocio anual no inferior a 2 mil 555 millones de dólares? Acertó.
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