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Ť En bancos, o bajo el colchón, no hay
dinero contante y sonante que pueda ser robado
La crisis argentina derrotó a la delincuencia
Ť La gente, afligida y angustiada, puede sin embargo caminar
más segura por las calles
STELLA CALLONI CORRESPONSAL
Buenos Aires, 12 de enero. Quizá uno de
los pocos beneficios de la crisis que azota a Argentina es que la inseguridad
absoluta que significaba caminar por algunas calles ya no existe. La crisis
derrotó parte de esa inseguridad, no por la inteligencia policial,
sino porque los ladrones ahora no saben qué hacer. No hay dinero
circulando en las calles, o al menos es tan escaso que no vale la pena
el riesgo.
Los ladrones ya no pueden robar a la salida de los bancos,
que era un recurso habitual. Tampoco pueden encañonar a alguien
y llevarlo a un cajero automático para obligarlo a retirar sus fondos,
pues lo único que se logrará es una pantalla con el letrero:
"No disponible", imposible de modificar ni siquiera a balazos.
Las
limitaciones del corralito y las caídas del sistema han puesto
fin a los asaltos. "Antes (los ladrones) hasta hacían cronogramas.
Días de cobros de sueldos, días de jubilados, días
de bancos. Ahora nada de eso existe ya", dice jocosamente Pedro J., joven
ladrón rehabilitado que ayuda a vender el periódico de los
chicos de la calle.
El corralito ha encerrado a los ladrones, que tratan
de crear otras alternativas. "Antes también se metían en
las manifestaciones, o hasta en los velorios, para robar carteras. Ahora
eso no va. Si se llevan una tarjeta de débito por lo general la
tiran. No pueden usarlas.
"Nadie les compra autos robados porque no hay efectivo.
En poco tiempo se ha reducido casi a la nada la rotura de parabrisas o
ventanas de automóviles para robarse tocacintas.
"Nadie las compra y no pueden 'reducir' (vender) artículos
que se llevaban de una casa asaltada. Y no hay dinero contante y sonante
debajo del colchón de nadie. Y si hay colchón es una suerte",
dice Pedro J.
Las comisarias de la capital confiesan que se han reducido
notablemente las denuncias cotidianas de todos los delitos mencionados
por el joven. ¿Robos grandes? Los bancos dicen que tienen las cajas
vacías. Antes de que Fernando de la Rúa renunciara, ante
la rebelión popular del 20 de diciembre pasado, corría el
rumor de que se habían sacado las reservas del Banco Central y se
habían llevado a la sede de la Gendarmería Nacional, que,
por supuesto, resultaría difícil de asaltar.
En realidad la prevención oficial estaba más
relacionada con el "asalto externo" que con el interno. Así, afligidos,
alicaídos y angustiados, los argentinos, sin embargo, andan más
desprevenidos por las calles. No hay nada que valga dentro de una bolsa
de mujer. Hubo asaltos a restaurantes en los últimos días,
pero la mayoría de éstos no reciben efectivo alguno pues
los pagos se hacen con tarjetas de crédito o débito.
Casas llenas
Como la mayoría de la gente no saldrá de
vacaciones, hay escasez hasta de casas vacías. El día D,
el pasado 11 de enero, cuando quedó finalmente abolida la convertibilidad,
muchos asaltantes arrebatadores se largaron a las calles de la City, el
centro de Buenos Aires, donde muchas de las posibles víctimas salían
de sus casas con las manos vacías y hasta enjugando alguna lágrima.
Además, las largas colas jugaron contra de los
que arrebataban alguna bolsa y huían. Esta corresponsal fue testigo
de dos formidables zancadillas que dejaron al ladrón tendido y derrotado,
abandonando el botín.
Esta es otra de las caras de la crisis. Porque el resto
es muy difícil hasta de explicar, en especial cuando un mundo diverso
de opinadores de todo el planeta y de todos los sectores entrecruzan sus
propias evaluaciones, a veces tan distantes del terreno variadísimo
de la realidad que aquí si se modifica hora con hora, que termina
convirtiendo el tema de la crisis en una babel de intereses múltiples.
Y hasta los nacionales de este país se confunden de cómo
"nos ven a los argentinos".