Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 13 de enero de 2002
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Espectáculos
07an1esp Ť Misa de cuerpo presente en la parroquia de Santa María

Despiden cientos de mariachis a Cutberto Pérez en la plaza Garibaldi

ARTURO CRUZ BARCENAS

El de ayer fue un largo adiós para Cutberto Pérez Muñoz, en el homenaje luctuoso del pueblo a quien dedicó sus arreglos musicales. Falleció el jueves y ayer fue llevado al panteón Español, donde sus restos fueron cremados, luego de recorrer gran parte de la ciudad, desde la funeraria situada en Félix Cuevas, a las 12 horas, donde el cortejo se dirigió a la plaza Garibaldi; aquí, cientos de mariachis interpretaron la que se considera su máxima pieza, su máximo arreglo: La Bikina.

sepelio_1Alrededor muchos no pudieron contener las lágrimas. El sello de Cutberto como director de mariachi era el toque clásico. La música de viento se unió al clima frío, lluvioso, que predominó en la ciudad capital de la República. Tristeza y lluvia. "Se fue muy pronto, a los 55 años", comentaban dos mujeres dolientes.

En el parabrisas de la carroza, gris plomo, la llovizna escondía las lágrimas por el nacido en Ojinaga, Chihuahua. A las 13, todo estaba listo en Garibaldi. El féretro se colocó en los arcos situados frente al Eje Central. Unas 50 coronas con listones morados fueron el marco del largo adiós. Amigos y más amigos.

Gente del pueblo, transeúntes, varios curiosos, se acercaron al ver el gentío. Y cantaron Chihuahua, el tema que los mariachis entonan para recordar a esa tierra de desierto y mujeres hermosas y bravías.

La lluvia apuró el adiós. Algunos lúmpenes se acercaron y lloraron y gritaron "¡Viva Cutberto!" Quién sabe por qué. El vendedor de jugos de naranja detuvo su carrito de tienda de autoservicio. Unos mariachis taloneros -de los que corren tras los carros donde viajan potenciales clientes- se acercaron a participar.

De ahí a la misa de cuerpo presente, en la parroquia de Santa María la Ribera, ubicada frente a Garibaldi. Cual réquiem de Mozart, unos 300 mariachis tocaron y cantaron los temas de la misa que Cutberto arregló en vida y que el padre Francisco dirige en su liturgia cada domingo, a las 12 horas, ahí, en la parroquia de Santa María la Redonda.

Se lee el Evangelio según San Juan. Se habla de la vida y la resurrección. Polvo al polvo. Se vive y se vivirá por siempre, mediante la fe. Qué mejor que vivir y morir siendo recordado por los que gustaron de un legado tan noble como la música. Se escucha el Santo-santo, Dios del Universo, el Aleluya, Peregrinos de Emaús... Hasta que se llega al clímax con Dios nunca muere, el segundo himno oaxaqueño que se canta para citar, invocar, a la eternidad. Sólo lo finito es eterno. Lo que muere es aquello que es olvidado.

Dirige a los cientos de mariachis el maestro Régulo Villanueva Torres, del Zacatecano de Pepe Aguilar. Ahí, en el altar, como atestiguando la misa, la Virgen de Santa Cecilia, patrona de los músicos. Pide el padre Francisco por Cutberto para que lo reciba Santa Cecilia.

Finaliza la liturgia y el ataúd es levantado. Varios se ofrecen, pero Dalila, la hija de Cutberto, dice a quiénes corresponde tal honor.

En la iglesia de arquitectura clásica, la muchedumbre sale a paso lento, a paso de entierro. Las notas de Las golondrinas, las dolorosas, hacen tragar saliva. Un nudo en la garganta y la emoción desbordada.

De nuevo frente a los arcos de Garibaldi, se pronuncian palabras que calan en la memoria. Un aplauso de varios minutos por Cutberto. Varios ¡vivas! Ahora rumbo al panteón Español, donde sus restos fueron cremados. Ahí estarán, hasta que su viuda, Aída Polanco, cumpla la voluntad postrera y los lleve a la ciudad de Ojinaga.

Como siempre, no faltó quien pronunciara la frase lugar común: "Sólo se nos adelantó; allá nos vemos, don Cutberto".

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