016a1pol
Adolfo Sánchez Rebolledo
Menem por él mismo
América Latina tiene la desgracia de alumbrar de tarde en tarde políticos de una clase (o una raza, corregiría Menem) muy especial a quienes la convivencia con el poder perturba sin remedio hasta hacerles perder todo vínculo ético con la realidad. En ellos perviven, bajo apariencias de modernidad, la nostalgia derechista del hombre fuerte que impone la ley contra la justicia, junto al sueño populista y desconfiado del redentor que no necesita la legalidad para lograr sus fines. Depositarios de la tradición caudillesca y artífices autonombrados del cambio histórico en democracia, sus actos cotidianos no se ajustan a ninguna verdad que no provenga del mito fundador, sea éste el peronismo o la revolución perdida en el fondo del tiempo.
A esa estirpe pertenece, obviamente, el ex presidente argentino Carlos Sául Menem, quien de paso por nuestro país habló de la crisis argentina y se explayó sobre sí mismo en jugosas e impertinentes declaraciones hechas al millonario Mario Vázquez Raña, propietario de la cadena periodística que edita El Sol de México, las cuales lo retratan de cuerpo entero y de cuya transcripción ofrezco a los interesados unos fragmentos inolvidables por increíbles.
A la pregunta de si buscará de nuevo la Presidencia, Menem reponde sin rubor: "Sí, Mario, apenas dejé el gobierno me propuse esa posibilidad, así es mi anhelo, así es mi deseo y no creo que un político de raza, como yo me considero, abandone esta actividad antes de terminar su vida. Político que ama a esta ciencia que es fascinante, que es atrapante, la dejas cuando mueres... En definitiva, la política, Mario, según Aristóteles, es la ciencia que tiende al bien común; o la definición de otros políticos como el arte de lo posible, o De Gaulle, que decía: el arte de gobernar lo imprevisible; cuando se plantea una situación imprevista, saberla conducir o manejar. Yo digo que la política, para que se den las anteriores definiciones, requiere de algo que es fundamental: acumular el poder. El político que no sabe acumular el poder, no es político." (El Sol de México, 14/1/02)
Al referirse con aire triunfal a su obra en el gobierno, sin pudor alguno, Menem responde a sus críticos descalificándolos por la vía expedita de la megalomanía: "Siempre les recuerdo a mis compatriotas lo que decía el gran filósofo, escritor y poeta (sic) español Ortega y Gasset: lo que pasa con los argentinos es que hay gran cantidad de envidiosos que son mediocres. Hay que perseguirlos hasta por debajo de la cama y no dejarlos salir más. El hombre exitoso, el hombre que triunfa, inmediatamente es atacado."
Menem no admite, por supuesto, que la crisis actual argentina sea la consecuencia directa y hasta cierto punto necesaria del fracaso del modelo impuesto exitosamente bajo su gobierno. Más aún, se niega a reconocer la factura neoliberal de sus reformas, pues más bien afirma la continuidad esencial de su gestión con la matriz forjada por Juan Domingo Perón: "En 1989 -asegura jactancioso- nosotros pusimos en marcha un peronismo, una propuesta, un modelo totalmente actualizado con los principios justicialistas, como el de la producción, el del aumento del sueldo de acuerdo a lo que se producía y la transformación del Estado y la pacificación... El peronismo siempre fue un movimiento de paz, siempre fue agredido y jamás respondió de idéntica forma; pero bueno, creo que eso del neoliberalismo es una expresión que se compadece con la actitud de quienes mediocremente se pronuncian sobre lo que nosotros hicimos en 1989."
Es curiosa la pérdida de memoria y con ella del sentido de la realidad que suele atacar a los ex una vez que dejan el poder. Todo es ejemplar y maravilloso de recordar: las estadísticas, la comprensión del mundo, la trascendencia de un político cuyo único error, no atribuible a su voluntad, fue dejar al país en manos ineptas. Nada de la corrupción manifiesta, de la desigualdad in crescendo, de la conversión de la política en acción mafiosa dominada por oscuros intereses.
En sus confesiones a Vázquez Raña, Menem pone a un lado del discurso ideológico autocomplaciente las alusiones a la necesaria alianza estratégica con Estados Unidos que, según él, marcaba la diferencia entre dos épocas, como se cita en su página oficial de Internet.
El experimento menemista de la convertibilidad del peso terminó, como es obvio, en un desastre nacional, lo mismo que la famosa alianza estrategica con Estados Unidos, pero de eso el ex presidente no se acuerda y pretende volver a la cabeza de su peronismo a salvar a su pobre país. Uf.