017a2pol
Soledad Loaeza
La derecha y el conocimiento
El conocimiento siempre es subversivo. Por esta razón despierta la desconfianza de los conservadores de izquierda y de derecha, que temen que el descubrimiento o la aparición de nueva información, sistematizada y sustentada en evidencia concreta y certificable, derribe sus certidumbres, desafíe sus prejuicios, la firmeza de sus lugares comunes. Peor todavía, el cuestionamiento de las verdades establecidas -o de los paradigmas dominantes-, que es la actitud esencial del científico, que se convierte casi en su segunda naturaleza, es una amenaza para los políticos vendedores de certezas. En consecuencia, en condiciones de estabilidad los científicos son vistos con recelo por los guardianes del orden establecido en organizaciones que, como los gobiernos o los partidos políticos, lo que buscan son verdades eternas e inconmovibles, justificaciones para mantenerse en el poder. De ahí que sea un despropósito la identificación de una comunidad científica con una fuerza política, porque cuando los científicos acepten este tipo de relación serán vistos como un instrumento de los políticos. En el peor de los casos serán tratados como individuos peligrosos e indeseables o con desdén mal disimulado. Eso puede ocurrir a la izquierda tanto como a la derecha. No hay más que recordar que la disidencia del régimen soviético nació en los institutos de investigación científica, y que la respuesta que dieron los herederos de Lenin a las exigencias de libertad para la búsqueda del conocimiento fueron las guardias psiquiátricas, en las que normalmente se recluye a quienes son una amenaza contra sí mismos o contra la sociedad.
El conservadurismo frente al conocimiento no es patrimonio exclusivo de la derecha, cada fuerza política se relaciona de manera diferente con el mundo de la investigación científica, con sus habitantes y sus reglas. Mientras la izquierda sostiene una visión instrumental, la derecha tiende a subestimar la importancia del conocimiento, convencida de que puede ser sustituido con creencias e imágenes que se sustentan en ideas comprometidas con intereses específicos. La derecha se conforma con todo esto para poblar su visión del mundo; por esta razón considera innecesario el conocimiento, cuando no un estorbo. Descalificar a una persona con la expresión en tono peyorativo de que "es una gente de libros" es una de las expresiones más reveladoras de la actitud profunda de la derecha frente al conocimiento. En cambio, está mejor dispuesta a mostrar públicamente buena disposición frente a la cultura porque las virtudes ornamentales de ésta la embellecen. Al menos así lo esperan los políticos que están dispuestos a aceptar que son de derecha, pero "ilustrada".
En estos tiempos que corren es peor que una temeridad hablar bien del antiguo régimen. Sin embargo, hay que reconocer que los gobiernos priístas tuvieron frente al conocimiento y a la comunidad científica una actitud más comprometida o, en última instancia, más respetuosa que la que ha mostrado el gobierno de Acción Nacional. Fueron gobiernos priístas los que apoyaron la fundación y el funcionamiento durante décadas de grandes institutos de investigación, por ejemplo, Cardiología, Nutrición, Neurología, que le aseguraron un lugar a los científicos mexicanos en la comunidad internacional. Fueron los tecnócratas del delamadridismo quienes crearon el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), que ha resultado una institución fundamental no sólo para asegurar la supervivencia de los investigadores universitarios, sino para el mejoramiento de la calidad de la investigación y la profesionalización del conocimiento. No hay más que mirar el número creciente de trabajos de calidad internacional que se producen hoy en día en las ciencias exactas, en las ciencias sociales y en las humanidades. Los jóvenes investigadores que se han formado en los últimos diez años en México son la prueba contundente del impacto positivo del SNI, y sin embargo, el nuevo gobierno se ha propuesto desmantelarlo. Porque sí. Para que se diga que está "haciendo cosas".
Es posible que la política de apoyo de los gobiernos del PRI a la ciencia haya sido insuficiente y en ocasiones contradictoria; es posible también que obedeciera a una visión instrumental. No obstante, es innegable que en este terreno difícilmente se sostiene la comparación entre las dictaduras en América Latina y en Europa y el régimen del PRI que les gusta establecer a sus críticos. No en balde muchos exiliados políticos de aquellos países encontraron en las instituciones académicas mexicanas un refugio propicio. Más allá de los dilemas morales y políticos que puede plantear una recuperación del pasado priísta, lo cierto es que, al menos en materia de política científica, el nuevo gobierno ha validado para el PRI el viejo dicho de que "otro vendrá que bueno me hará".