Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 18 de enero de 2002
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Cultura
02an1cul MEMORIAS Y UTOPIAS DE LA CIUDAD DE MEXICO

La propuesta de Nabor Carrillo en los años sesenta

Dar vida y rentabilidad al lago de Texcoco

Recoger las aguas que ahora se pierden por falta de almacenamiento adecuado y resolver el peligro de las inundaciones, su propósito

JORGE LEGORRETA ESPECIAL

En 1966, Nabor Carrillo, uno de los científicos mexicanos más destacados del siglo XX, presentó por primera vez el Proyecto Texcoco, que a lo largo de casi 40 años ha transitado por ires y venires institucionales; el último, derivado de la propuesta de construir ahí el nuevo aeropuerto internacional de la ciudad de México.

Hijo del célebre músico Julián Carrillo ?descubridor del sonido 13?, Nabor fue uno de los mejores especialistas en mecánica y hundimientos del suelo. Doctorado en Harvard, colaboró a nivel internacional en estudios sobre el impacto de los pozos petroleros en la región de Long Beach, Estados Unidos.

Aquí, en la ciudad de México, no descubre pero sí prueba científicamente la relación del hundimiento de la ciudad con la extracción de agua subterránea por pozos profundos. Entre 1948 y 1949, cuando el centro de la ciudad se hundía en promedio 45 centímetros por año, alertó del peligro de una posible inundación por la pérdida de pendientes del drenaje, así como de sus posibles fracturas. No le hicieron caso y la ciudad pagó muy caro desoír sus recomendaciones. En 1951 y en 1953, el área central de la ciudad sufrió una impactante inundación hasta de dos metros de altura durante ocho semanas. Sus teorías no fueron, pues, inventadas. Con los años sus postulados se han hecho realidad.

Entre 1953 y 1961 fue rector de la Universidad Nacional Autónoma de México y al concluir su mandato se dedicó a diversas actividades científicas, entre las que destacan sus investigaciones sobre energía nuclear.

El proyecto original

texcoco2Los últimos dos años de su vida los dedicó a elaborar el estudio más completo y destacado con el propósito de rescatar y dar utilidad a los terrenos del ex vaso de Texcoco, así como investigar el hundimiento del subsuelo y sus potencialidades hidráulicas. Fungió como vocal ejecutivo de un fideicomiso federal creado en diciembre de 1965 ?denominado Proyecto Texcoco? y falleció el 19 de febrero de 1967 sin ver concluidas sus propuestas, las que continuarían los ingenieros Fernando Hiriart, Roberto Grau y, a partir de 1980, Gerardo Cruickshank, actual gerente del proyecto.

Entre los principales planteamientos de Nabor Carrillo destaca que "el hundimiento de la ciudad ha convertido los terrenos que ocupaban las aguas del lago de Texcoco en una zona de natural colector y regulador de aguas pluviales que se almacenan en época de lluvias. La región de 17 mil hectáreas se usa como vaso regulador de escurrimientos superficiales".

La propuesta de Nabor Carrillo se centra en el aprovechamiento del agua, tanto subterránea como residual, comercializándola mediante la construcción de plantas potabilizadoras o de tratamiento; o bien empleándola en la generación de energía eléctrica y nuclear.

Especial énfasis le otorgó a la potencialidad económica del agua salada para la industria del álcali; propone la construcción de uno o varios lagos mediante pozos someros para una capacidad de almacenamiento de 150 millones de metros cúbicos, interconectados con canales; la construcción de caminos, barreras contra viento a lo largo de los canales y de zonas de recreo; asimismo, afirma que es indispensable la planeación de las áreas urbanas, industriales y de reserva.

En la exposición de motivos que sustenta la creación del citado fideicomiso, Nabor Carrillo sostuvo que "el objetivo central del proyecto era crear un vaso de captación y de regulación de las aguas del Valle de México, localizado dentro del mismo lago de Texcoco, con el doble propósito de recoger las aguas que ahora se pierden por falta de un almacenamiento adecuado y de resolver el peligro de las inundaciones."

Nabor Carrillo tuvo siempre en mente una concepción rentable del proyecto, como lo sustenta en la misma exposición de motivos: "(Hay que) tratar las aguas salobres del subsuelo del lago de Texcoco para proporcionar agua potable, energía electrica municipal e industrial a precios que pueden competir con los vigentes en la ciudad". En otro apartado del proyecto se cita que "...el análisis de los costos respecto del método de los pozos someros es el más económico de los tres ensayados (pues) tiene la ventaja de producir agua salada con valor para la industria del álcali y que, vendida al precio actual de esta materia prima, puede costear el desarrollo de los lagos o depósitos de regulación y almacenamiento". El plan es autofinanciable teniendo en cuenta la venta de agua para uso doméstico, las sales para la industria de álcali y la plusvalía de los terrenos habitables".

Un proyecto inconcluso

A lo largo de poco más de 30 años, los planes originales del proyecto se estancaron y poco a poco se aminoró el interés gubernamental y privado por concluir sus metas. Cuatro mil de las 17 mil hectáreas originales fueron ocupadas con nuevas pistas para el actual aeropuerto, con asentamientos ilegales y un tiradero al aire libre llamado "bordo poniente", en el que se deposita la basura generada en el Distrito Federal.

Los planes rentables respecto de la industria alcalina y la generación de energía no prosperaron; y las metas para el almacenamiento y el tratamiento del agua no alcanzaron las metas propuestas. La esperada planeación urbana y la atracción de industrias y zonas de reserva sigue pendiente. Sin embargo, las obras hidráulicas, agrícolas y ambientales construidas durante este largo periodo representan un esfuerzo digno de reconocer.

Los impactos de un aeropuerto

Probablemente Nabor Carrillo se hubiera imaginado todo menos que en el ex vaso de Texcoco se haya decidido en 200l construir un aeropuerto. Si ello sucediera, e independientemente de solucionar las fuertes oposiciones que ha generado tal propuesta, su construcción obligaría necesariamente a revisar los propósitos originales del Proyecto Texcoco y evaluar los impactos que causaría en obras hidráulicas.

Basados en la experiencia de Nabor Carrillo, garantizar la sobreviviencia de esta zona, vital para el desalojo de las aguas negras y la regulación de aguas superficiales de la ciudad, se deberán resolver cinco aspectos fundamentales:

? Edificar los lagos para almacenar los faltantes 100 millones de metros cúbicos y completar así los 150 millones propuestos por Nabor Carrillo, necesarios para garantizar el equilibrio hidráulico de toda el área metropolitana.

? Construir y ampliar diversas obras hidráulicas del canal del desagüe, el Río Churubusco y el Canal de la Compañía, que en los próximos años incrementarán notablemente sus caudales; el primero, además de perder su pendiente original y de regresar el agua negra a la ciudad, será el conducto para el desalojo de las aguas negras del drenaje profundo, que será temporalmente clausurado por obras de mantenimiento mayor, el último, debido a la expansión urbana de los municipios de Chalco e Ixtapaluca.

? Construir las plantas de tratamiento y de bombeo para un mínimo de 40 metros cúbicos por segundo y realizar las obras de encauzamiento y rectificación de los 11 ríos que vierten sus aguas en la zona.

? Impedir la urbanización legal o ilegal en las zonas aledañas al aeropuerto o bien a los lagos de almacenamiento, así como en la zona montañosa al oriente del pueblo de Texcoco; de lo contrario se alteraría el equilibrio hidráulico por la disminución de la recarga acuífera.

? Resolver las fuentes de abastecimiento de agua potable ajenas a la extracción subterránea, de tal modo que no provoque un mayor hundimiento en la zona y se vulnere la estabilidad física de las nuevas construcciones.

Hagamos caso a Nabor Carrillo. No cometamos otro error histórico que podría, como a mediados del siglo pasado, provocar una nueva inundación en la ciudad. El futuro de la ciudad no está en construir ahí un aeropuerto, sino en garantizar que éste no altere los equilibrios hidráulicos de la región.

No confrontemos a la ciudad con dilemas técnicos, ahorros financieros o negocios inmobiliarios autofinanciables. Volvamos a la visión de nuestros antepasados para edificar la ciudad, pero sin destruir o alterar sus naturalezas lacustres. Tengamos respeto por el agua que nos cae del cielo y por los ríos que cobijan todavía el verdor de la ciudad. No despertemos nuevamente la furia de Tláloc, que ya bastante hemos sufrido. Apostemos a conservar nuestra ciudad, no a ganar con ella.

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