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MEMORIAS Y UTOPIAS DE LA CIUDAD DE MEXICO
La propuesta de Nabor Carrillo en los años sesenta
Dar vida y rentabilidad al lago de Texcoco
Recoger las aguas que ahora se pierden por falta de almacenamiento
adecuado y resolver el peligro de las inundaciones, su propósito
JORGE LEGORRETA ESPECIAL
En 1966, Nabor Carrillo, uno de los científicos
mexicanos más destacados del siglo XX, presentó por primera
vez el Proyecto Texcoco, que a lo largo de casi 40 años ha transitado
por ires y venires institucionales; el último, derivado de la propuesta
de construir ahí el nuevo aeropuerto internacional de la ciudad
de México.
Hijo del célebre músico Julián Carrillo
?descubridor del sonido 13?, Nabor fue uno de los mejores especialistas
en mecánica y hundimientos del suelo. Doctorado en Harvard, colaboró
a nivel internacional en estudios sobre el impacto de los pozos petroleros
en la región de Long Beach, Estados Unidos.
Aquí, en la ciudad de México, no descubre
pero sí prueba científicamente la relación del hundimiento
de la ciudad con la extracción de agua subterránea por pozos
profundos. Entre 1948 y 1949, cuando el centro de la ciudad se hundía
en promedio 45 centímetros por año, alertó del peligro
de una posible inundación por la pérdida de pendientes del
drenaje, así como de sus posibles fracturas. No le hicieron caso
y la ciudad pagó muy caro desoír sus recomendaciones. En
1951 y en 1953, el área central de la ciudad sufrió una impactante
inundación hasta de dos metros de altura durante ocho semanas. Sus
teorías no fueron, pues, inventadas. Con los años sus postulados
se han hecho realidad.
Entre 1953 y 1961 fue rector de la Universidad Nacional
Autónoma de México y al concluir su mandato se dedicó
a diversas actividades científicas, entre las que destacan sus investigaciones
sobre energía nuclear.
El proyecto original
Los
últimos dos años de su vida los dedicó a elaborar
el estudio más completo y destacado con el propósito de rescatar
y dar utilidad a los terrenos del ex vaso de Texcoco, así como investigar
el hundimiento del subsuelo y sus potencialidades hidráulicas. Fungió
como vocal ejecutivo de un fideicomiso federal creado en diciembre de 1965
?denominado Proyecto Texcoco? y falleció el 19 de febrero de 1967
sin ver concluidas sus propuestas, las que continuarían los ingenieros
Fernando Hiriart, Roberto Grau y, a partir de 1980, Gerardo Cruickshank,
actual gerente del proyecto.
Entre los principales planteamientos de Nabor Carrillo
destaca que "el hundimiento de la ciudad ha convertido los terrenos que
ocupaban las aguas del lago de Texcoco en una zona de natural colector
y regulador de aguas pluviales que se almacenan en época de lluvias.
La región de 17 mil hectáreas se usa como vaso regulador
de escurrimientos superficiales".
La propuesta de Nabor Carrillo se centra en el aprovechamiento
del agua, tanto subterránea como residual, comercializándola
mediante la construcción de plantas potabilizadoras o de tratamiento;
o bien empleándola en la generación de energía eléctrica
y nuclear.
Especial énfasis le otorgó a la potencialidad
económica del agua salada para la industria del álcali; propone
la construcción de uno o varios lagos mediante pozos someros para
una capacidad de almacenamiento de 150 millones de metros cúbicos,
interconectados con canales; la construcción de caminos, barreras
contra viento a lo largo de los canales y de zonas de recreo; asimismo,
afirma que es indispensable la planeación de las áreas urbanas,
industriales y de reserva.
En la exposición de motivos que sustenta la creación
del citado fideicomiso, Nabor Carrillo sostuvo que "el objetivo central
del proyecto era crear un vaso de captación y de regulación
de las aguas del Valle de México, localizado dentro del mismo lago
de Texcoco, con el doble propósito de recoger las aguas que ahora
se pierden por falta de un almacenamiento adecuado y de resolver el peligro
de las inundaciones."
Nabor Carrillo tuvo siempre en mente una concepción
rentable del proyecto, como lo sustenta en la misma exposición de
motivos: "(Hay que) tratar las aguas salobres del subsuelo del lago de
Texcoco para proporcionar agua potable, energía electrica municipal
e industrial a precios que pueden competir con los vigentes en la ciudad".
En otro apartado del proyecto se cita que "...el análisis de los
costos respecto del método de los pozos someros es el más
económico de los tres ensayados (pues) tiene la ventaja de producir
agua salada con valor para la industria del álcali y que, vendida
al precio actual de esta materia prima, puede costear el desarrollo de
los lagos o depósitos de regulación y almacenamiento". El
plan es autofinanciable teniendo en cuenta la venta de agua para uso doméstico,
las sales para la industria de álcali y la plusvalía de los
terrenos habitables".
Un proyecto inconcluso
A lo largo de poco más de 30 años, los planes
originales del proyecto se estancaron y poco a poco se aminoró el
interés gubernamental y privado por concluir sus metas. Cuatro mil
de las 17 mil hectáreas originales fueron ocupadas con nuevas pistas
para el actual aeropuerto, con asentamientos ilegales y un tiradero al
aire libre llamado "bordo poniente", en el que se deposita la basura generada
en el Distrito Federal.
Los planes rentables respecto de la industria alcalina
y la generación de energía no prosperaron; y las metas para
el almacenamiento y el tratamiento del agua no alcanzaron las metas propuestas.
La esperada planeación urbana y la atracción de industrias
y zonas de reserva sigue pendiente. Sin embargo, las obras hidráulicas,
agrícolas y ambientales construidas durante este largo periodo representan
un esfuerzo digno de reconocer.
Los impactos de un aeropuerto
Probablemente Nabor Carrillo se hubiera imaginado todo
menos que en el ex vaso de Texcoco se haya decidido en 200l construir un
aeropuerto. Si ello sucediera, e independientemente de solucionar las fuertes
oposiciones que ha generado tal propuesta, su construcción obligaría
necesariamente a revisar los propósitos originales del Proyecto
Texcoco y evaluar los impactos que causaría en obras hidráulicas.
Basados en la experiencia de Nabor Carrillo, garantizar
la sobreviviencia de esta zona, vital para el desalojo de las aguas negras
y la regulación de aguas superficiales de la ciudad, se deberán
resolver cinco aspectos fundamentales:
? Edificar los lagos para almacenar los faltantes 100
millones de metros cúbicos y completar así los 150 millones
propuestos por Nabor Carrillo, necesarios para garantizar el equilibrio
hidráulico de toda el área metropolitana.
? Construir y ampliar diversas obras hidráulicas
del canal del desagüe, el Río Churubusco y el Canal de la Compañía,
que en los próximos años incrementarán notablemente
sus caudales; el primero, además de perder su pendiente original
y de regresar el agua negra a la ciudad, será el conducto para el
desalojo de las aguas negras del drenaje profundo, que será temporalmente
clausurado por obras de mantenimiento mayor, el último, debido a
la expansión urbana de los municipios de Chalco e Ixtapaluca.
? Construir las plantas de tratamiento y de bombeo para
un mínimo de 40 metros cúbicos por segundo y realizar las
obras de encauzamiento y rectificación de los 11 ríos que
vierten sus aguas en la zona.
? Impedir la urbanización legal o ilegal en las
zonas aledañas al aeropuerto o bien a los lagos de almacenamiento,
así como en la zona montañosa al oriente del pueblo de Texcoco;
de lo contrario se alteraría el equilibrio hidráulico por
la disminución de la recarga acuífera.
? Resolver las fuentes de abastecimiento de agua potable
ajenas a la extracción subterránea, de tal modo que no provoque
un mayor hundimiento en la zona y se vulnere la estabilidad física
de las nuevas construcciones.
Hagamos caso a Nabor Carrillo. No cometamos otro error
histórico que podría, como a mediados del siglo pasado, provocar
una nueva inundación en la ciudad. El futuro de la ciudad no está
en construir ahí un aeropuerto, sino en garantizar que éste
no altere los equilibrios hidráulicos de la región.
No confrontemos a la ciudad con dilemas técnicos,
ahorros financieros o negocios inmobiliarios autofinanciables. Volvamos
a la visión de nuestros antepasados para edificar la ciudad, pero
sin destruir o alterar sus naturalezas lacustres. Tengamos respeto por
el agua que nos cae del cielo y por los ríos que cobijan todavía
el verdor de la ciudad. No despertemos nuevamente la furia de Tláloc,
que ya bastante hemos sufrido. Apostemos a conservar nuestra ciudad, no
a ganar con ella.