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CONAGUA: PUNTA DEL ICEBERG
El
espectacular operativo realizado anteayer por la Policía Federal
Preventiva (PFP) en la Gerencia Regional de la Comisión Nacional
del Agua (Conagua) para el Valle de México, así como las
investigaciones de la Secretaría de la Contraloría y Desarrollo
Administrativo (Secodam) y denuncias de la Secretaría de Medio Ambiente
y Recursos Naturales (Semarnat) sobre presuntos fraudes y actos de corrupción
en la oficina mencionada, se desarrollan en un marco legal confuso e insuficientemente
divulgado por el gobierno.
Las 19 detenciones iniciales se convirtieron en 13 despidos
y en la confiscación de documentos diversos, y se desconoce, por
el momento, las características de los procesos penales abiertos
a raíz de las supuestas irregularidades.
De estas manera, las medidas contra la corrupción
en la administración pública adoptadas por el Ejecutivo federal
pierden, a la vista de la opinión pública, consistencia y
credibilidad, en tanto que la reciente movilización administrativa
y policiaca aparece --aunque no lo sea-- como un ejercicio más cercano
a la publicidad que a la procuración de justicia y al reforzamiento
de la transparencia.
No hay razones para dudar que la administración
pública heredada por Vicente Fox de los regímenes priístas
se encuentra grave y profundamente corroída por prácticas
venales y fraudulentas que ocasionan cuantiosas pérdidas al país,
gravitan negativamente sobre su economía y su productividad, y envenenan
la convivencia social en todos sus niveles.
De hecho, la transición política iniciada
el 2 de julio (o el 1º de diciembre) de 2000 no ha hecho sino producir
en la cúspide un recambio --ciertamente refrescante y esperanzador--
de una montaña de corrupción que, de acuerdo con indicios
disponibles, se mantiene básicamente intacta.
En este sentido, la transición hacia un pleno estado
de derecho apenas comienza y será preciso recorrer un largo camino
hasta el saneamiento de las instituciones, antes que pueda hablarse de
un imperio de la legalidad en las dependencias gubernamentales.
Desde esta perspectiva, las supuestas corruptelas descubiertas
en la gerencia metropolitana de la Conagua no tienen por qué ser
ni las mayores ni las más representativas de entre las que persisten
del pasado.
Si realmente se deseara mostrar voluntad política
para enfrentar, investigar, combatir y castigar los fraudes monumentales
perpetrados en el pasado reciente al amparo del poder público, bastaría
con hurgar un poco en los expedientes del Fobaproa y en los procesos de
privatización de bienes nacionales realizados por las administraciones
de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo.
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