ENTREVISTA
Manuel Olimón Nolasco, teólogo e historiador
Juan Diego sería un santo fabricado por la mercadotecnia
JOSE ANTONIO ROMAN
La historicidad de Juan Diego "no está resuelta". Con su eventual canonización corre el riesgo de provocarse "artificialmente una devoción que puede ser efímera" y a nadie, absolutamente a nadie, incluso al más católico, se le puede imponer ser devoto del indio al que, según la tradición, se le apareció la Virgen de Guadalupe en 1531, afirma Manuel Olimón Nolasco, catedrático de la Universidad Pontificia de México (UPM) e historiador.
-Si no existió Juan Diego, Ƒqué hay del ayate?
-En eso no entro. Sólo te digo que en mi artículo escribí ayate entrecomillado. ƑPor qué no han querido que lo toquen? Ese tema lo dejo aparte porque nos metemos en otro tema igualmente importante de la historia futura. Ahí sí sorprendería demasiado lo que se diga, pero habrá que hacerlo en su momento; primero nos debemos quedar en el problema del personaje (Juan Diego).
En amplia entrevista con La Jornada, el presbítero aclara de entrada que la aparición de la Virgen de Guadalupe y la historicidad de Juan Diego son asuntos totalmente distintos, de manera tal que la "devoción guadalupana" o la fe católica no están en peligro por cuestionar la existencia del indio, como pretenden hacer creer todos aquellos que se empeñan en canonizarlo.
Y es que el Nican Mopohua, de Antonio Valeriano (libro escrito originalmente en náhuatl en el que se narran las apariciones guadalupanas), dice Olimón, no es un documento histórico, sino esencialmente literario, realizado bajo el esquema que se da en toda la cultura mediterránea sobre las apariciones marianas, y que se llama "mariofanía".
De acuerdo con este esquema, el protagonista recibe un mensaje de la Virgen, el cual tiene que ser trasmitido al superior religioso, que puede ser un párroco, el abad, el obispo, el arzobispo o incluso el Papa, quien para poder creer en ese mensaje pide una prueba, que al final resulta ser el milagro. Este esquema se repite una y otra vez.
En este esquema histórico básico hay también un "núcleo de verdad" que es recogido de los rumores populares, de que en tal o cual lugar (en este caso el cerro del Tepeyac) se apareció la Virgen. Narraciones similares ocurrieron en Aranzazú y en Guadalupe de Extremadura, entre muchas otras. De hecho, dice, hay una enciclopedia de devociones marianas en España que tiene siete volúmenes y unas 300 narraciones posteriores al rumor de una aparición.
"Es posible que haya un núcleo estrictamente histórico y luego alguien, mediante un esquema, lo presente en género literario peculiar, y que desde ahí nazca una tradición con los elementos propios de cada región. En nuestro caso, en la cultura indígena, fueron los cantos y las rosas."
Por eso, si el texto del Nican Mopohua fuera histórico, ligar las apariciones guadalupanas con Juan Diego sería correcto, porque en esas circunstancias lo primero no se podría explicar sin lo segundo. Y esto es lo que ha pretendido ese libro inventando una teoría que se llama "interdependencia objetiva".
Esta teoría en realidad es una "trampa mortal para todos, no sólo para acusarme a mí de que si no creo en Juan Diego tampoco creo en la Virgen, sino para señalar a todos aquellos que en algún momento dado, por razones o convicciones distintas, piensan que no está probada fehacientemente la existencia histórica de Juan Diego, luego entonces tampoco las apariciones. Hay que entender que son dos cosas metodológicamente distintas", insiste.
Olimón -quien junto con el abad emérito de la Basílica de Guadalupe, monseñor Guillermo Schulenburg, y otros dos sacerdotes hizo llegar en diciembre pasado una carta al Vaticano para pedir que no se canonice a Juan Diego, debido a que su historicidad no está probada- reveló que en mayo pasado envió también un documento de 60 cuartillas en el que argumenta históricamente su punto de vista. "O no las leyeron o si las leyeron no entendieron y pensaron que en lugar de ser un texto histórico era una novela."
Durante la entrevista, el historiador subraya que el escándalo en torno a la canonización y existencia de Juan Diego no surgió por la carta colectiva enviada a Roma, que era de carácter privado, sino porque tal misiva salió de ese ámbito y se hizo pública. "Hay grupos a los que les interesa que la canonización sea pronto, por eso filtraron la carta, y lo que hacen hoy es descalificar a todos los que cuestionan históricamente la existencia de Juan Diego, acusándonos falsamente de que somos enemigos de la Iglesia."
Pero más allá de si Juan Pablo II decide canonizar o no a Juan Diego, el punto fascinante en el que se abre una gran veta de estudio es el de la historia de la cultura. Aquí, añade, el "núcleo estrictamente histórico", que es lo que debe tomar en cuenta un historiador profesional, es: "en una fecha alrededor de 1550 empieza a crecer un rumor popular que proclama que la Virgen se apareció a equis, y esto pasó de gente en gente. Entonces empieza a haber culto en un lugar donde antes ya había habido culto a Tonantzin, deidad prehispánica femenina que además era materna, al igual que la Virgen de Guadalupe. Es decir, hay un acto religioso común en las dos culturas".
En su explicación, siempre basada en documentos históricos, según afirma, Olimón Nolasco señala que el crecimiento del culto tras esas apariciones provocó preocupación en la "gente pensante" de la Iglesia por el año de 1550 (para esas fechas fray Juan de Zumárraga ya había muerto).
Incluso, en lo inmediato, el franciscano Bustamante pensó en prohibir el culto que ya crecía para evitar caer en la idolatría y por el temor de que debajo de la veneración a Guadalupe estuviera la deidad prehispánica de Tonantzin. Sin embargo, el entonces arzobispo de México, fray Alonso de Montúfar, religioso dominico, ante la probabilidad de no poder detener un culto totalmente pagano que crecía con rapidez, llegó a un acuerdo con la "gente pensante" de la Iglesia en ese tiempo.
Olimón cita que para ese entonces, en el Colegio de Tlaltelolco, los franciscanos preparaban a indígenas sabios y habían recuperado los clásicos de la lengua náhuatl. En su planteamiento, en una reunión en la que seguramente estuvo Antonio Valeriano (autor del Nican Mopohua), se llegó al acuerdo de traducir el relato del jeroglífico a la letra occidental, pero en lengua náhuatl. Así se resolvió el problema.
ƑCómo hacen ese texto?, se pregunta Olimón.
Bajo el esquema de la mariofanía, se responde y agrega que en esos casos, siempre un grupo de intelectuales, mediante un escrito, fija la tradición.
Pero aclara: "Esto último yo tampoco te lo puedo afirmar en pretérito perfecto, de que efectivamente así fue, porque tampoco tengo documentos, pero la lógica así lo indica y el historiador debe recurrir a la lógica en aquellos lugares en los que no hay documentos. Mi trabajo profesional es llenar, mediante la metodología histórica, esos huecos".
Olimón se detiene también a explicar por qué el nombre elegido del vidente fue Juan Diego. "A ese esquema se le pone lo que conocen solamente los sabios de Tlaltelolco y dicen: al indio le vamos a poner un nombre, se va a llamar Juan Diego. ƑPor qué Juan?, Juan es el vidente de Patmos, el apóstol Juan que en la isla de Patmos ve a la Virgen (Apocalipsis 12): 'Vi una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y con 12 estrellas sobre su cabeza.' Por eso es Juan. Y Ƒquién es Diego?, "Iago", Santiago, el patrono de España, y fue él, no el ejército, quien ganó la batalla de Clavijo, tras la cual la presencia mora empezó a declinar.
Pero todavía estaba pendiente fijar el momento de la tradición. En la entrevista, Olimón menciona que la decisión pudo haber sido así: "lo más seguro, para no inmiscuir a Montúfar (que en 1555 era arzobispo de México), es decir, que fue en tiempos de Zumárraga, como lo conocemos hasta ahora. Entonces, los que andan buscando con métodos occidentales no van a llegar a ningún lado, porque no van a encontrar ningún documento firmado por Zumárraga, por lo que ese llamado Código Escalada (que presuntamente da fe de las apariciones) de entrada es un fraude".
La conclusión es que la trama guadalupana lleva todo el esquema de la narración mariana, pero los elementos que se usan para la redacción son de la cultura indígena.
Para el sacerdote Olimón, ni la canonización de Juan Diego, que es casi seguro que ocurra el 29 de julio próximo, obligará a los católicos a ser devotos del indígena. Incluso menciona que esto pudiera provocar artificialmente una devoción que sería efímera, situación que ya ha pasado a otros santos como San Hipólito, San Felipe de Jesús y San Judas Tadeo. "Juan Diego sería un santo fabricado por la mercadotecnia moderna, mediante mitos modernos", dice.
De las sanciones que podría recibir por mantener esta posición señala que para salvarse sólo es necesario creer en Dios y que éste es remunerador, es decir, que premia a los buenos y castiga a los malos. "Tengo la más absoluta libertad de conciencia. ƑAcreedor a alguna sanción? Claro que no. No se puede tipificar ir en contra del credo." Y cita: el Concilio Vaticano II dice que después de la muerte del último apóstol y hasta la segunda venida de Cristo a juzgar a vivos y muertos, no hay ninguna revelación pública; todas son privadas.