Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 4 de febrero de 2002
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Editorial
 
FOX EN CUBA

SOLLa visita de Estado que realizó ayer el presidente mexicano Vicente Fox a Cuba marca el inicio de una nueva etapa en las relaciones bilaterales que este año cumplen un siglo de establecidas y que, tanto para los gobiernos como para las sociedades de ambos países, resultan necesarias e irrenunciables.

Cabe recordar que, tras el triunfo de la revolución encabezada por Fidel Castro en 1959, los nexos con México resultaron cruciales para el nuevo régimen de La Habana, que desde entonces es acosado, aislado y hostigado militar, política, diplomática y económicamente por Washington.

Sobre la base de una relación estrecha y entrañable entre los pueblos de Cuba y México, los gobiernos que se reclamaban como emanados de la Revolución Mexicana y el régimen de Castro hallaron, pese a sus grandes diferencias, puntos de identificación en los principios de justicia social y en la resistencia a los inveterados afanes hegemónicos de Estados Unidos en América Latina, pero también en el rechazo de ambos a las fórmulas de la democracia parlamentaria preconizadas por las potencias occidentales como la única forma de gobierno válida en el mundo.

Las buenas relaciones persistieron, sobrevivieron al creciente desgaste del llamado sistema político mexicano y resultaron fundamentales para la isla cuando se desintegró el bloque socialista --del cual dependía buena parte de la economía cubana-- y desapareció la Unión Soviética, principal proveedor financiero, tecnológico y militar de Cuba.

La cordialidad y el buen tono en los vínculos gubernamentales se mantuvieron incluso durante la intensificación del viraje neoliberal, emprendida por Carlos Salinas de Gortari, y a pesar de que éste rindió ante Estados Unidos, mediante la firma del Tratado de Libre Comercio, buena parte de la economía y de la soberanía nacionales.

Como para muchos otros aspectos de la vida nacional, el último gobierno priísta resultó nefasto para las relaciones con Cuba, las cuales se mantuvieron congeladas, cuando no salpicadas por confrontaciones verbales causadas por la impericia diplomática del equipo de gobierno de Ernesto Zedillo, quien, por lo demás, fue incapaz de ocultar su antipatía personal hacia todo lo relacionado con Cuba, país al que no realizó ninguna visita oficial.

En contraste, la buena relación personal entre Castro y Fox, a pesar del abismo ideológico que separa a ambos presidentes y a sus gobiernos, ha logrado reactivar los vínculos oficiales en su conjunto y hasta minimizar las torpezas del canciller Jorge G. Castañeda.

Los nexos oficiales parecen orientarse hoy en día por un rumbo menos ideológico de lo que fueron las relaciones de Castro con los regímenes priístas, y por acciones más pragmáticas. Cabe esperar, en todo caso, y por el bien de ambas sociedades, que en el presente gobierno se incrementen la cantidad y la calidad de los intercambios económicos, culturales, tecnológicos y deportivos.

Lo que no va a cambiar, independientemente de las orientaciones gubernamentales, es el afecto y la solidaridad que unen a ambos pueblos.
 

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