Ť Comienza Asamblea Pública Mundial en
busca de reorientar recursos al gasto militar
La industria armamentista mueve al año 800 mil
mdd
Ť El neoliberalismo, Viagra del capitalismo estéril:
director del Foro del Tercer Mundo
LUIS HERNANDEZ NAVARRO ENVIADO
Porto Alegre, 3 de febrero. Hoy se instaló
en el Foro de Porto Alegre la Asamblea Pública Mundial. En ella,
conforme a la experiencia de presupuesto participativo que se practica
en el estado de Rio Grande do Sul, los participantes debatirán y
elegirán los temas que consideran prioritarios para redistribuir
los gastos que hoy se dedican a la guerra.
La votación comenzó durante la asamblea
y continuará hasta el 4 de febrero a las 5 de la tarde. Los temas
sugeridos para organizar la reflexión fueron cinco: eliminación
del hambre, atención a las víctimas de la guerra, tratamiento
digno del sida, erradicación del analfabetismo, eliminación
del trabajo infantil y reconversión de la industria armamentista.
La industria y el comercio de las armas constituyen uno
de los negocios más lucrativos en la actualidad. Su volumen actual
se calcula en 800 mil millones de dólares al año. Se trata,
según Claude Serfadati, uno de los conferencistas centrales de la
asamblea, de un negocio secreto, sometido al dominio militar, orientado
por "razones de Estado" y fuera de cualquier control democrático.
De acuerdo con información divulgada en el encuentro,
por cada dólar que la ONU gasta en misiones de paz, el mundo invierte
2 mil dólares en guerra. Según la UNESCO, los gastos de investigación
y desarrollo de la industria militar involucran 25 por ciento de los investigadores
del mundo. Una hora de gastos bélicos sería suficiente para
pagar dignamente a 86 mil 400 trabajadores durante un mes, mientras que
con el costo de un avión supersónico se podrían equipar
40 mil consultorios médicos y con lo inversión requerida
para adquirir un tanque de guerra podrían construirse 520 aulas
escolares.
En un escenario de guerra como el que actualmente vive
la humanidad, el foro ofreció alternativas concretas a la lógica
de la destrucción. Fue un momento relevante en la convergencia entre
la lucha contra el neoliberalismo y por la paz.
Hora de reflexionar
Es
la hora de la reflexión sobre lo que el Foro de Porto Alegre es
y sobre lo que se debe hacer en el futuro. Dos voces de una enorme talla
intelectual, Inmanuel Wallerstein y Samir Amin, han puesto sobre la mesa
del debate sus puntos de vista. Simultáneamente, otros dos intelectuales
de los movimientos contra el neoliberalismo -Clara Algranati y Luca Casarini-
analizan la relación entre el Foro Social Mundial (FSM) y el
cacerolazo argentino.
Inmanuel Wallerstein es uno de los más reconocidos
pensadores del mundo contemporáneo. Director del Centro Fernand
Braudel, sus trabajos son referencia obligada para muchos de los asistentes
al Foro de Porto Alegre. Ha estado particularmente activo estos días
en el Foro Social Mundial. Sus reflexiones en distintas mesas, entrevistas
y artículos giran lo mismo en torno al análisis del estado
actual del capitalismo que alrededor del impacto del encuentro y sus retos
hacia el futuro.
Según el profesor Wallerstein, la prensa occidental
cubrió el primer encuentro de Porto Alegre con escepticismo, pero
los integrantes de Davos se vieron en problemas. Ante las protestas mundiales,
decidieron trasladar sus reuniones a lugares más seguros, como Doha,
donde se efectuó la reunión de la Organización Mundial
de Comercio (OMC), o a una remota localidad de Canadá donde se efectuará
la próxima cumbre del G-8.
De acuerdo con el catedrático de la Universidad
de Yale, los ataques del 11 de septiembre sirvieron a los intereses que
representan las fuerzas de Davos, y las grandes manifestaciones de protesta
corrieron el riesgo de ser acusadas de terrorismo. Sin embargo, este foro
modificó esa situación.
Para el teórico del sistema-mundo, la coalición
contra la globalización ha hecho evidente que hay una propuesta
alternativa a la agenda de Davos, y el 11 de septiembre ha disminuido la
influencia del movimiento tan sólo momentáneamente. Ha mostrado,
además, que hay una nueva estrategia antisistémica factible.
La nueva estrategia ha sustituido a una vieja.
La vieja estrategia, que duró al menos 100 años,
se basaba en partidos políticos (comunistas o socialdemócratas)
y movimientos de liberación nacional que sostenían la necesidad
de contar con una estructura organizativa centralizada, que procuraba asumir
el control del poder estatal para cambiar el mundo. Este modelo tuvo éxito
en tomar el poder, pero no fue capaz de transformar el mundo. La revolución
de 1968 giró en torno a este fracaso.
En Porto Alegre, señala el estudioso, se está
generando una alternativa a este modelo. No hay aquí una estructura
centralizada, sino una coalición de movimientos nacionales, transnacionales
y locales, con prioridades diversas, unidas en su rechazo al neoliberalismo.
La mayoría de estos movimientos no quieren tomar el poder, y si
lo buscan lo hacen como parte de una táctica entre otras.
Sin embargo, advierte, las fortalezas del foro son, simultáneamente,
sus debilidades. La carencia de centralización provoca que sea difícil
coordinarse para las batallas que se anuncian en el futuro. Además,
aún está por verse qué tan grande es la tolerancia
hacia las diferencias internas.
Las fuerzas que participan en Porto Alegre han librado,
sobre todo, batallas defensivas. Han tenido más éxito de
lo que podía ser previsto hace años. Pero esto será
pronto insuficiente. Se requiere de una verdadera agenda. La lucha por
la Tasa Tobin o la cancelación de la deuda de los países
del Tercer Mundo son propuestas útiles, pero insuficientes para
cambiar la estructura fundamental del sistema-mundo.
Los integrantes de Porto Alegre, sugiere Wallerstein,
deben analizar hacia dónde marcha la economía mundial y cuáles
son sus debilidades internas y comenzar a delinear un orden mundial alternativo.
La izquierda mundial, concluye, regresó a donde
se encontraba a mediados del siglo XIX sin ninguna de sus ventajas. Tiene
a su favor la experiencia y la esperanza de los errores del pasado.
No llores por mí Argentina
Como muchos otros integrantes de la numerosa y activa
delegación argentina que asisten al foro, Clara Algranati, investigadora
de Clacso y parte del Comité de Movilización en Argentina,
está entusiasmada con lo que acontece en la reunión.
Muchos de los jóvenes que protagonizaron las movilizaciones
callejeras en su país están presentes en el acto. "He visto
aquí a muchos representantes de las juventudes de la Central de
Trabajadores Argentinos, que, a diferencia de sus dirigentes, se lanzaron
a las calles desde los primeros momentos de la lucha. Tienen una tradición
nacionalista grande. Gritan 'Argentina, Argentina' y ondean la bandera
nacional. Pero, además, están muy contentos porque ya comprenden
cómo se mueve la dinámica internacional. Han ampliado sus
horizontes de lucha y sus referencias para la acción."
Luca Casarini, integrante de los Desobedientes italianos
y activo participante en las jornadas de protesta de Génova, ve
las cosas desde el otro lado de la barrera. "La oportunidad argentina es
extraordinaria", dice.
"Hemos establecido ?continúa? una forma globalizada
de relación. Este foro es una especie de gran Aguascalientes
zapatista, un espacio público constituyente lleno de energía,
y Argentina es hoy un fabuloso laboratorio de resistencia contra el neoliberalismo
del que hay mucho que aprender. La apropiación del territorio, las
asambleas barriales, las deliberaciones continuas son hoy expresión
de una rebeldía constituyente."
Según Clara Algranati, en el foro se han hecho
aportaciones valiosísimas para orientar las luchas en su país.
Asegura que "la charla de Chomsky fue fundamental. Aclaró asuntos
claves, como el que este movimiento no es contra la globalización,
sino contra el neoliberalismo. Sus denuncias de cómo, además
de los daños provocados por el Tratado de Libre Comercio entre México,
Canadá y Estados Unidos, hubo cláusulas secretas de las que
tenía conocimiento la AFL-CIO es muy importante. Si algo indigna
a los pueblos es enterarse de que los poderosos acuerdan asuntos trascendentales
en secreto".
Además, resulta que en Porto Alegre han coincidido
en mesas y seminarios dirigentes de las fuerzas políticas argentinas
que usualmente no se tratan para analizar y discutir lo que sucede a su
país. Hablan no sólo para ellos o sus representados, sino
para el resto de las fuerzas progresistas.
Una nueva izquierda
Director del Foro del Tercer Mundo, Samir Amin es uno
de los economistas más influyentes en la izquierda radical de Africa
y Asia, y una de las personalidades con mayor reconocimiento dentro del
FSM. Sus reflexiones teóricas están animadas por su vocación
de transformación social.
Preocupado por el rumbo que debe tomar el foro para convertirse
en una fuerza real de cambio, sostiene que "la formación de una
nueva izquierda a la altura del desafío pasa por la construcción
de un frente internacional de las clases dominadas y de los pueblos del
norte y del sur. La fragmentación de los movimientos y las luchas
sociales, las insuficiencias de su necesaria politización, el desarrollo
ideológico constituyen en el corto plazo las fuerzas de los poderes
actuales en servicio del capital dominante".
Esta nueva izquierda debería, según él,
asumir el objetivo de imponer en una primera etapa la reconstrucción
de un mundo multipolar, "que es la condición indispensable para
abrir a las fuerzas progresistas los espacios de autonomía. Esta
construcción multipolar supone el desmantelamiento del hegemonismo
de Estados Unidos y la convergencia de las fuerzas que se les oponen".
En esta perspectiva, asegura el profesor Amin, los avances
producidos por los espacios de autonomía conquistados permitirán
sobrepasar la lógica exclusiva del capital e impulsar formas auténticas
de democratización social y ciudadana. Se trata de un verdadero
conflicto civilizatorio (y no de las civilizaciones), del conflicto entre
capitalismo y socialismo. Según él, lo que actualmente vivimos
no es una verdadera fase de expansión del capitalismo, sino de la
solución bárbara de sus contradicciones. El neoliberalismo,
asegura, es el Viagra del capitalismo estéril.