EU: REARME ¿CONTRA QUIEN?
Como
ya lo había anunciado el miércoles de la semana pasada el
presidente George W. Bush, ayer el Departamento de Defensa presentó
un proyecto presupuestario por 379 mil millones de dólares, con
un incremento de 48 mil millones con respecto al periodo anterior --cerca
de 15 por ciento, el mayor aumento a los gastos de defensa en las últimas
dos décadas--, orientado a dar a los soldados estadunidenses "todos
los recursos y las armas que necesitan para alcanzar una victoria total
y definitiva", según palabras del propio Bush.
El vasto rearme concebido por el Pentágono no tiene
precedentes, ni siquiera en los tiempos negros de la era de Ronald Reagan,
cuando el complejo militar-industrial del país vecino se empeñó
en construir un aparato bélico capaz de iniciar y ganar una guerra
contra la Unión Soviética.
A diferencia de ese entonces, hoy los enemigos reales
o imaginarios de Estados Unidos son remotas dictaduras tercermundistas
(Irak y Corea del Norte) sumidas en pavorosas crisis económicas
y materiales, una república islámica (Irán) rodeada
de enemigos regionales y carente de cualquier posibilidad de convertirse
en una amenaza militar seria para Estados Unidos, o bien organizaciones
guerrilleras fundamentalistas, como los rebeldes islámicos que operan
en Filipinas, incapaces de plantear un desafío estratégico
contra Washington.
Ciertamente, en el exacerbado espíritu antiestadunidense,
generado durante décadas por su política exterior en decenas
de puntos del planeta, pueden larvarse atentados como los cometidos el
11 de septiembre del año pasado. Pero sólo desde la más
hollywoodense de las paranoias puede convertirse el riesgo --real, peligroso
e indeseable-- de tales ataques en una amenaza militar formal contra la
sobrevivencia de Estados Unidos.
Los criminales atentados de septiembre en Nueva York y
Washington han servido, en cambio, de pretexto para que Estados Unidos
se diera a la tarea de culminar la destrucción de Afganistán,
que se encontraba en ruinas después de la invasión soviética,
las guerras intestinas y las tropelías del régimen talibán,
y emprendiera una cruzada difusa y peligrosa, esa sí, contra el
"terrorismo internacional", categoría de enemigo que puede aplicarse
a cualquier país u organización que colisione con los intereses
geopolíticos y económicos de la nación vecina.
Para ello, Washington propone un rearme monstruoso y desproporcionado
que no sólo incrementa la fragilidad de los equilibrios mundiales
sino que constituye un agravio a las porciones lúcidas de la humanidad
que, en días pasados, demandaron en el Foro Social de Porto Alegre
la reorientación urgente de los gastos militares para atender necesidades
elementales de alimentación, salud y educación en las zonas
más pobres del planeta.
Para colmo, como derivación de esos delirantes
planes belicistas, el Pentágono busca atar a nuestro país
--como se consignó ayer en La Jornada-- a una "fuerza conjunta"
terrestre, aérea y marítima, que además incluiría
a Canadá, con el propósito de patrullar los alrededores del
imperio, velar el sueño de los vecinos y protegerlos de sus enemigos.
Sólo eso faltaba.