VENEZUELA BAJO PRESION
Venezuela
es un país rico en petróleo que, para infortunio de su gente,
durante décadas ha padecido de gobiernos corruptos. Hugo Chávez
llegó al poder precisamente con la promesa de terminar con ese sistema
corrupto. Los venezolanos creyeron en su palabra, armada de labia ágil
y convincente, y fue elegido democráticamente presidente.
A tres años de distancia, la administración
de Chávez se tambalea al tiro de dos frentes. Por un lado --el interno--,
manifestaciones sociales en su contra, incluida la solicitud de dimisión
que hiciera un coronel de la Fuerza Aérea venezolana; por otro --el
externo--, dado que el petróleo venezolano es un asunto de la mayor
importancia para Estados Unidos, en particular por la actual inestabilidad
en el Golfo Pérsico, Washington parece requerir de un presidente
venezolano afable con sus intereses, y Chávez, que mantiene buena
relación con Fidel Castro y osó visitar como presidente de
la OPEP a Saddam Hussein y a otros mandatarios de los países productores
de Medio Oriente, no se perfila como el hombre adecuado.
Por ello, no causa ninguna sorpresa que el secretario
de Estado de EU, Colin Powell, haya lanzado un aviso público a Chávez,
advirtiendo sobre supuestas relaciones de su gobierno con la guerrilla
colombiana (FARC), ni que el Fondo Monetario Internacional (FMI) afirme
que "no tendría problemas" en respaldar económicamente a
un eventual "gobierno de transición". Ambas señales no impresionan
en voz de sus emisores, pero es evidente que representan claros actos de
injerencia en los asuntos internos de Venezuela.
A estas alturas, Chávez debe saber que a raíz
del 11 de septiembre la política exterior de Estados Unidos giró
radicalmente y que el país que gobierna es más que en otro
tiempo punto de interés para Washington, por su ubicación
geográfica como vecino de Colombia (entiéndase guerrilla
y narcotráfico) y, por supuesto, como productor de petróleo.
La intromisión militar estadunidense en Colombia,
ya sea en el contexto del llamado Plan Colombia o en su lucha contra el
terrorismo, hacen de Venezuela un punto estratégico y, por tanto,
un país con el que Washington debe asegurarse buenas relaciones
diplomáticas. Si Chávez incomoda a Estados Unidos en sus
planes regionales, es previsible que aumente la presión externa
en su contra, hecho que, paradójicamente, podría fortalecerlo
en el interior, pero del cual difícilmente saldría bien librado.
Sería lamentable que el conflicto interno por el
que atraviesa Venezuela culminara en la imposición de un gobierno
ilegítimo, tras un proceso antidemocrático, o peor, que se
repitan sucesos como los que llevaron al derrocamiento de Salvador Allende
en Chile.
Al margen de los posibles escenarios debe quedar claro
que Venezuela es, ante todo, un país soberano y como tal debe resolver
sus conflictos internos. Es decir, Estados Unidos debe evitar intervenir
en sus asuntos y no alentar la ya de por sí marcada división
social, como irresponsablemente lo hizo el FMI al prometer beneficios económicos
a un improbable nuevo gobierno ¿Acaso este organismo financiero
apoyaría la instauración de un gobierno producto de un golpe
militar?
Los problemas de Venezuela son de los venezolanos, y siendo
un país que practica la democracia electoral, debe asegurar que
ésta sea la única vía para elegir a sus gobernantes.
El papel de Hugo Chávez como presidente de Venezuela se verá
en momento indicado reflejado en las urnas; de hecho, el nivel de popularidad
que registró hace tres años ha caído considerablemente,
pero ello sólo corresponde evaluarlo a la propia sociedad venezolana.
Sólo cabe esperar que en el ínterin Venezuela no se convierta
en otro polvorín sudamericano.