Seca Aznar el popular botellón
Ahora será grave ''delito'' que jóvenes consuman alcohol en plazas públicas
ARMANDO G. TEJEDA CORRESPONSAL
Madrid, 12 de febrero. Se acabó el popular botellón, el fenómeno que cada fin de semana reúne a cientos de miles de jóvenes en las plazas públicas como "señal de identidad" de numerosas tribus urbanas. Ahora, en lugar de tambores y cervezas habrá intensos dispositivos policiacos y una legislación que considera duras penas por el "delito" de consumir alcohol en la vía pública.
Así lo anunció hoy el ministro del Interior español, Mariano Rajoy, quien confirmó la redacción de un anteproyecto de ley que desterrará de la vía pública esta tradición, y aumentará de 16 a 18 años la edad mínima permitida para la compra de bebidas embriagantes.
Jóvenes y asociaciones civiles se manifestaron indignados por lo que consideran una nueva agresión del presidente José María Aznar, ya que la medida se ha hecho posible por la mayoría absoluta con que cuenta en el Parlamento su conservador Partido Popular.
El gobierno parece últimamente empeñado en despertar encono y crispación en buena parte de la población.
Todo comenzó con la ruptura de las relaciones políticas con el Partido Nacionalista Vasco y con el surgimiento de diferencias con los nacionalistas catalanes, sobre todo en lo relativo al concepto de "unidad nacional" que tiene en su ideario el derechista Partido Popular, y que choca con la aspiración de más autonomía de los gobiernos regionales.
Además Aznar mantiene otros frentes abiertos con rectores, representantes sindicales de la educación, estudiantes de secundaria, preparatoria y universidades, que ven amenazado el derecho a la educación pública mediante la Ley Orgánica de Universidades (LOU), que críticos del gobierno consideran una "vuelta al franquismo".
De la movida al botellón
El botellón es relativamente nuevo. Si se quiere encontrar una fecha de origen podríamos remitirnos al final de la dictadura de Francisco Franco (1939-1976), que provocó que después de casi 40 años de oscurantismo la gente se adueñara de las calles, que antes estaban bajo el dominio del "sereno" del régimen.
La llegada de la libertad al país generó incluso movimientos colectivos, como la llamada movida madrileña, que dejó en varias generaciones, al menos en teoría, una huella de rebeldía y renovación ante los entonces anquilosados valores morales, artísticos y culturales.
En Madrid, de la movida se pasó al botellón, que según estimaciones de la policía y el gobierno locales reúne cada fin de semana, solamente en el distrito centro, a más de 200 mil personas de todas las edades y las condiciones sociales. Ocupan las plazas públicas para fumar porros, beber y platicar, entre el improvisado sonido de tambores y guitarras, hasta las dos, tres o cuatro de la madrugada.
La masificación y el ruido provocaron que surgiera un contramovimiento vecinal que exige medidas para abordar el problema bajo el argumento de que el botellón deja a su paso muchas horas sin sueño, suciedad y un olor a orines "insoportable" en plena vía pública.
Ante la situación creada y una vez que en seis de las 17 comunidades autónomas del país ya ha quedado prohibida la práctica del botellón, el vicepresidente del gobierno es-pañol, Rajoy, adelantó la nueva normativa: la edad mínima para la compra de alcohol quedará homologada en todo el territorio a los 18 años, se prohibirá el consumo en la vía pública y se restringirá la venta, distribución y consumo entre menores.
También habrá otras medidas para limitar la publicidad de estos productos, pero además las sanciones por el incumplimiento de esta nueva normativa serán severas.
Con esto se pretende, según Rajoy, no só-lo acabar con el botellón, sino también re-ducir los altos índices de alcoholismo juvenil, que de acuerdo con un estudio alcanza a 76 por ciento de las personas de entre 14 y 18 años de edad.
"El consumo de alcohol tiene una relación directa con el fracaso escolar, el desarraigo familiar y social, con la adopción de conductas violentas, la mortalidad en accidentes de tráfico, con innumerables problemas de salud y trastornos síquicos y emocionales", argumentó Rajoy, quien se mostró partidario del aumento al precio del alcohol.
Las reacciones a la protesta fueron inmediatas, entre las que destacan las de un grupo de organizaciones no gubernamentales dedicadas a la lucha contra la drogadicción, FAD y UNAD, las cuales consideraron que las "medidas de carácter represivo no solucionarán el problema del consumo abusivo de esta sustancia por parte de los jóvenes, por lo que es complicado ya que en la vía pública no sólo consumen alcohol los jóvenes, además de que en España hay una cultura de la calle. ƑQué va a pasar en las fiestas de barrio, en los carnavales o en los festejos de San Fermín?"
También las asociaciones de comerciantes de bebidas arremetieron contra la propuesta de Aznar, y señalaron que "el problema pasa por enseñar a beber y no por prohibir el consumo de algo que lleva 4 mil años en la sociedad, por lo que esta medida no representa ninguna solución".
De su lado, la vocera de Izquierda Unida en la Comisión de Sanidad del Congreso de los Diputados, Marisa Castro, se pronunció también contra la iniciativa que calificó de "prohibicionista", y abogó por "la educación de los jóvenes en el consumo de alcohol responsable y cívico".