Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 14 de febrero de 2002
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Cultura

Margo Glantz

Patriotas y puritanos

Cuando recorrí las cuevas subterráneas de Barton Creek en Belice y mi canoa volcó, pensé de inmediato en la ceremonia del bautismo, el bautismo de los primeros cristianos, una total inmersión en las aguas del Jordán, una operación, es verdad, llevada a cabo con orden y sabiduría: los que deseaban volverse cristianos entraban por su propio pie al río, cuyas aguas nunca les llegaban más arriba de la cintura. Y no es disparatado que haya yo pensado en el bautismo en un país donde, como ya he contado en este mismo espacio, pululan las sectas cristianas y se hace un activo trabajo misionero.

Estoy ahora en Cambridge, enseño en la Universidad de Harvard. La primera plana de los periódicos publica a todo color la más importante noticia de la semana: los Patriotas de Boston han ganado el campeonato de futbol americano. Abajo, en un pequeño recuadro, se avisa que el presidente George W. Bush asegura que el trato acordado a los prisioneros talibanes llevados a Guantánamo no viola ninguna de las reglas de la Convención de Ginebra. En las páginas interiores, opacadas por los anuncios de las grandes baratas de febrero, se avisa que Arafat ha señalado ya a dos de sus posibles sucesores. Una fotografía, al lado, bastante más escondida, muestra a unos niños afganos agonizando en un hospital de Kabul.

En la parte de arriba, disminuida, otra noticia me llama la atención. Anuncia que por segunda vez (en un intervalo de cinco días) otros seis sacerdotes de la arquidiócesis de Boston han sido expulsados por haber abusado de los niños de sus parroquias. El cardenal Law asegura que ese hecho, por más vergonzoso que parezca, no es razón suficiente para que renuncie a su puesto, a pesar de que hace un mes había declarado al mismo periódico que todos los sacerdotes culpables de ese delito habían sido expulsados definitivamente. Es más, agrega el reportero, esos sacerdotes (de los cuales se publican varias fotografías, donde aparecen sonrientes y con cara de magníficas personas), ya habían sido acusados previamente de los mismos actos delictivos. Los fieles proponen que se cambien las reglas del sacerdocio y se les permita a los curas católicos contraer matrimonio. Me pregunto si esa sería en verdad la solución.

Salgo al día siguiente rumbo a Boston, sopla un viento helado, el río Charles que separa las dos ciudades está totalmente congelado. Tomo el Metro, está tan lleno que se parece al de México. La mayor parte de los pasajeros son adolescentes, van uniformados con sus rompevientos de colores estridentes, sus gorros de lana calados hasta las narices, sus voluminosos guantes. Hay muchachos de todos los colores: negros, blancos, amarillos y son sin embargo absolutamente idénticos; en su cara, una ancha mueca de satisfacción, todos vociferan al unísono, creando un verdadero pandemonio. ƑSon de verdad repelentes?

Me bajo en una estación muy concurrida, todo el tren se vacía; en la calle principal, cerca de la Plaza Copley, se ha formado una doble valla que interrumpe totalmente el tráfico de la avenida. Una multitud de mutantes, idénticos a los que me he topado en el tren, aúllan, gritan, ríen a carcajadas, al tiempo que agitan banderolas y bailan con movimientos infinitamente torpes. Su presencia en la plaza, me explican, es para saludar la llegada de los Patriotas que han llenado de gloria a su ciudad. Me es imposible atravesar la calle; tengo que caminar muchas cuadras hasta llegar a mi destino. Llego medio muerta de frío, como si no me hubiese recubierto de capas y capas de ropa que me protejan contra las inclemencias del clima, ese airado clima de la Nueva Inglaterra que acogió a los emigrantes puritanos ingleses cuando huyeron de su patria para poder practicar sin obstáculos su nueva religión.

En el restorán donde como, los comensales que han participado en la estentórea bienvenida contemplan embobados la inmensa pantalla de televisión donde se reproduce el acontecimiento en que todos han participado. Resuenan de nuevo los aullidos, los gritos, las palmadas; los rostros de los concurrentes están pintados, marcas negras, amarillas, rojas decoran sus mejillas y su frente.

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