Decenas de religiosos están bajo investigación
por cargos de pederastia
Manchan a la Iglesia católica de EU los
casos de abuso sexual de sacerdotes a menores
El cardenal Bernard Law, en el ojo del huracán;
lo acusan de encubrir pecados de sus pares
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington y Nueva York, 16 de febrero. El máximo
líder de la Iglesia católica de Estados Unidos, cardenal
que encabeza a los 300 obispos de este país y es el responsable
de recomendarle al Papa los candidatos a obispo y canonizaciones, hoy se
encuentra en medio de lo que tal vez es el peor escándalo mo-derno
de la Iglesia, por estar acusado de tolerar y encubrir el abuso sexual
de niños por parte de decenas de sus sacerdotes.
El arzobispo, cardenal Bernard Law, se dedicó en
Boston toda esta semana a declarar que no renunciará a su puesto
después que se reveló que 80 religiosos de su diócesis
(la gran mayoría de los cuales ya no son activos) están acusados
de pederastia y comportamientos sexuales inapropiados.
En
el caso más alarmante, uno de estos sacerdotes, John Geoghan, está
acusado de haber abusado sexualmente a más de 130 niños a
lo largo de 30 años; otro religioso es sospechoso de haber hostigado
sexualmente a más de cien personas.
Law estaba enterado de estas acusaciones, pero trató
de resolver estos problemas discretamente evitando toda mención
pú-blica, incluso en las instancias en que hubo demandas legales
e indemnizaciones a las víctimas. Pero el peor error del prelado
no fue sólo encubrir estas violaciones a la ley, sino permitir que
algunos de los religiosos permanecieran en funciones.
"Creo que ha perdido su autoridad moral. Aun si se mantiene
en su puesto, será un líder herido", consideró Francis
Schussler Fiorenza, teólogo católico de la escuela de religión
de la Universidad de Harvard, en entrevista con el diario The New York
Times.
Los nombres de estos curas fueron enviados a las autoridades
de Boston por la diócesis en estos días, aunque algunos de
los casos datan desde los años 60.
Pero el escándalo se amplió desde enero,
cuando el arzobispo Law se disculpó públicamente por haber
permitido que el sacerdote Geoghan ?un conocido pederasta? permaneciera
en funciones hasta principios de la década de los años 90.
Para complicar aún más la imagen pública
de la Iglesia, a finales de la semana pasada la diócesis de New
Hampshire divulgó los nombres de otros 14 religiosos acusados de
abuso sexual de menores en el pasado; uno de ellos aún cumple funciones
de tiempo completo, otros seis están jubilados o enfermos pero participaban
todavía en servicios religiosos.
Ahora los siete curas han sido suspendidos, y los siete
restantes ya habían sido retirados de sus puestos a causa de las
acusaciones, que habían sido reportadas a la Iglesia en el curso
de los pasados 30 años.
Lugar inseguro para los niños
Igual que en Boston, el escándalo se profundiza
precisamente por la falta de acción disciplinaria y la renuencia
a presentar los casos ante las autoridades judiciales por parte de la jerarquía
católica.
"La gente se pregunta no sólo qué ha hecho
sobre esto la Iglesia de New Hampshire en el pasado, sino también
qué está haciendo para que la Iglesia sea un lugar seguro
para los niños en el futuro", comentó el obispo John B. McCormack,
cuya diócesis incluye a New Hampshire.
Pero estos escándalos recién conocidos no
son aislados, y la Iglesia católica de Estados Unidos se ha visto
afectada durante años por acusaciones de abuso sexual y de otros
tipos de comportamientos ilícitos ?tanto en términos de la
ley divina como la temporal? por parte de sus sacerdotes.
La Iglesia católica es la fe religiosa organizada
más grande de Estados Unidos, con unos 50 millones de personas.
Durante los 30 años anteriores casi ningún tema ha sido más
dañino que las acusaciones de abuso se-xual de menores de edad por
parte de curas.
Casi siempre, la Iglesia ha buscado resolver estos casos
en privado, a veces pagando decenas y hasta cientos de miles de dólares
a las familias de las víctimas.
Por tanto, no hay datos fidedignos sobre qué tan
grande es la dimensión de este problema. Los casos conocidos incluyen
violaciones sexuales de niños de entre 10 y 13 años, desde
sodomía hasta sexo oral.
Pero aunque a veces estos casos desembocan en demandas
civiles ante los tribunales, la mayoría son resueltos en privado
con jueces que permiten que la documentación sea clasificada, tanto
por la edad de las víctimas como por el acuerdo de la resolución
del caso, casi siempre con la Iglesia ofreciendo un pago.
Por ejemplo, en un caso reciente descubierto por el Boston
Globe se registra el pago de 375 mil dólares por parte de la
diócesis. Claro, la Iglesia prefiere mantener lo más privado
posible estos casos legales para "no dañar" su imagen.
Pero no siempre se ha logrado evitar que estos escándalos
salgan a la luz pública. En 1997 un jurado ordenó a la diócesis
de Dallas pagar 119 millones de dólares a un grupo de 10 hombres
que acusaron a un cura de haberlos hostigado sexualmente du-rante un periodo
de 15 años, cuando ellos eran sus monaguillos.
Se cree que fue la pena monetaria más alta impuesta
a la Iglesia hasta el momento por caso de abuso sexual de menores. En 1996
otro jurado impuso un pago de 13 millones en un caso de abuso sexual contra
la diócesis de Florida.
Pero ahora, se están preparando varias demandas
civiles contra el cardenal Law y la jerarquía católica en
Boston, y se espera que éstas podrían multiplicarse.
El caso de Boston, donde casi la mitad de la población
del área metropolitana es católica, está sacudiendo
no sólo a la Iglesia estadunidense, sino incluso llega hasta su
cúpula mundial.
En enero el Papa giró instrucciones para enfrentar
estos casos internacionalmente, y solicitó que se reportaran directamente
al Vaticano. Las autoridades de la curia romana han insistido en que el
problema afecta a un porcentaje mínimo de los más de medio
millón de curas de la Iglesia en el mundo.
Sin embargo, según John Allen, del Na-tional
Catholic Reporter, rotativo católico, se calcula que la Iglesia
ha pagado más de mil millones de dólares para resolver las
diversas demandas legales que resultan de casos de abuso sexual.
Incluso existen organizaciones y redes de apoyo para las
víctimas de abuso sexual por parte de sacerdotes en este país.
Uno de estos grupos, Sobrevivientes de Abuso por el Clérigo ?la
organización tiene cinco oficinas regionales en todo el país?,
reporta que entre 3 y 10 por ciento del clero de to-das las denominaciones
está involucrado en todo tipo de comportamientos abusivos, in-cluyendo
la pederastia.
El hecho de que la figura más importante de la
Iglesia católica de Estados Unidos, el cardenal Law, se encuentre
en medio de esta controversia, está provocando una crisis nacional
para la institución.
En una encuesta de católicos en Boston realizada
por el Boston Globe la semana pasada, casi la mitad opinaba que
Law debe renunciar, y una mayoría desaprueba la forma como se ha
manejado el problema de abuso sexual en la Iglesia; tres cuartas partes
opina que el arzobispado había encubierto los casos de pederastia.
Hace una semana Law reconoció que ha-bía
voces que solicitaban su renuncia, pero dijo que no está considerando
esa opción, y aseguró que "es importante recordar que un
obispo no es un ejecutivo empresarial, no es un político".
Pero para muchos hay un enorme parecido entre esta institución
religiosa y la Coca Cola o la Casa Blanca. Hay ejecutivos, una jerarquía,
"secretos" (propiedad intelectual o asuntos de "seguridad nacional"), una
preocupación constante acerca de las relaciones públicas,
y existen responsables de las decisiones de esta institución.
Hace unos años, un hombre de Chicago, de visita
en México, respondía a una pregunta rutinaria: "¿A
qué te dedicas?" "Ten-go un despacho en donde soy empleado de la
empresa trasnacional mas antigua del mundo". "¿Y cuál es
esa?", se le preguntó. "La Iglesia católica", respondió.
El hombre, vestido de civil, era un sacerdote.
La subsidiaria estadunidense de esa gran trasnacional
ahora está sufriendo una de sus peores crisis de imagen, un escándalo
que amenaza el empleo de algunos de sus más altos ejecutivos y que
ocupa, junto con Enron y la guerra contra los "infieles", las primeras
planas de los diarios del país.