Eduardo Galeano
El grabador
¿Cómo era México, quién era
México, hace cien años? En los grabados de José Guadalupe
Posada está el México que era, en cuerpo y alma, para quien
guste mirar y para quien quiera entrar.
En su época, los entendidos lo despreciaron. Posada
daba lo mejor de sí en hojas volantes y panfletos, que el pueblo
gozaba como chile picante en las tortillas. Expulsado del alto cielo del
arte, Posada fue arrojado al último círculo del infierno,
donde los artesanos tenían, y tienen, residencia.
En los mismos abismos infernales nació, creó
y sigue creando otro José, José Francisco Borges. Él
hace en Brasil, ahora, lo que Posada hizo en México hace un siglo.
Como Posada, Borges retrata en sus grabados la gran aventura de la vida
cotidiana de la gente olvidada en los pueblos perdidos y en las orillas
de las ciudades. Como Posada, Borges difunde lo mejor de su obra en la
folletería que se ofrece en los mercados populares.
Misteriosas dinastías, herencias desconocidas,
hacen la historia del arte. Una tarde, Borges recibió un regalo
en su pueblo de Bezerros, en los adentros del nordeste del Brasil. Era
un libro de grabados de Posada. Borges no lo conocía, nunca había
visto sus cosas, ni había oído jamás hablar de ese
señor. Pero fue así que descubrió quién era
su papá, como ocurre en el último episodio de las telenovelas.