El amante de Janis Joplin, novela de
Elmer Mendoza
Escritores de norte y sur, en una misma idea: literatura
mexicana
CESAR GÜEMES
Seguidor por partes iguales de los Tomateros de Culiacán
y de los Yankees de Nueva York, catedrático regular de la Universidad
Autónoma de Sinaloa, dramaturgo, cuentista, autor de novela y de
ensayo, Elmer Mendoza se perfila como uno de los narradores más
sólidos de su generación: los que actualmente anotan al menos
una carrera por partido. Su obra, que empezó a ser conocida más
acá de su noroeste natal, pasó por Mucho qué reconocer,
Trancapalanca, El amor es un perro sin dueño, Cada respiro que tomas,
Buenos muchachos y Un asesino solitario antes de llegar a su
nueva novela que confirma su trayectoria, El amante de Janis Joplin,
publicada por Tusquets y que ya circula en librerías.
A
diferencia de Un asesino solitario, El amante... contiene
un lenguaje carente casi de localismos, abierto al lector latinoamericano.
Y ello se debe, explica Elmer Mendoza, a que "ahora hay un narrador omnisciente,
mientras Un asesino... estaba contada en primera persona. Este narrador,
que lo sabe casi todo, maneja códigos muy distintos al narrador-personaje.
Además, es otra historia de la que me encargo y como autor quiero
practicar todo el espectro de hablas que me sea permitido. Quizá
un día me dedique a una novela filosófica en la que abunden
los términos de esa manera. La razón básica del cambio
es la búsqueda de un registro más amplio".
?El tema del narcotráfico aparece como telón
de fondo en El amante... ¿Cómo consigues dejarlo en
ese segundo plano sin necesidad de calificarlo?
?Eso se debe a que quien cuenta la historia ha crecido
en un ámbito donde siempre se ha tocado tanto el tema que termina
por acostumbrarse a él. Pero sobre todo a que la literatura carece
de autoridad moral para enjuiciar, incluso al narcotráfico, una
actividad presente, peligrosa y que ha determinado buena parte de la vida
moderna, no sólo de México sino de muy numerosos países.
?Otra de las características que ayudan a situar
a la novela en un espacio concreto es la presencia del beisbol. Habla de
cómo lo vives, ¿lo practicaste?
?De niño, claro, e incluso en la primera madurez.
Pero sobre todo soy un seguidor de los Tomateros de Culiacán, el
equipo de mi ciudad. Recuerdo esas noches procelosas, de niño, cuando
no me quería dormir porque el partido no terminaba. Lo primero que
hacíamos al día siguiente, en la primaria, era preguntarle
incluso a los profesores por el resultado final. Y debo decir que no soy
hombre de estadio, es decir, acudo una hora o veo sólo dos entradas.
Lo que más me gusta del beisbol, finalmente, es el ambiente que
generan los aficionados. Y como buen seguidor señalo que siempre
será irreconciliable con estos puntos de vista un equipo como el
de los Venados de Mazatlán. Hay quienes llevan el pleito deportivo
al literario, pero es difícil porque somos pocos los aficionados
escritores y todos nos llevamos muy bien.
-La figura de Janis Joplin es, de algún modo, el
eje de la obra, aparte de los personajes mexicanos. ¿También
eres seguidor de la Joplin?
-De sus primeros seguidores, desde luego. Crecí
con su voz y admirando su calidad femenina. Ella nació en un pueblo
muy tradicional y cuando era muy pequeña, según sus biógrafos,
tenía severos problemas con su futuro. No le interesó la
academia. En esa búsqueda dio con las drogas por un lado y con la
música que hacían los negros por otro. En aquella época
absolutamente discriminatoria para la comunidad negra Janis se metía
a los barrios negros con la mayor facilidad. Era provocadora, contestataria
a su modo. Además estaba de por medio su bisexualidad, que por cierto
no era de clóset, no le importaba que el mundo supiera del asunto.
Así que escuchar su música y enterarse de su vida genera
un gran respeto. Y como no sabemos muchos datos de su vida, inventamos.
De esa parte nebulosa viene la conseja de que ella gustaba de invitar a
desconocidos para tener una relación pasajera y al final revelar
su identidad, como le ocurre al protagonista de mi novela.
-¿Dirías que hay alguna diferencia entre
la actitud de los narradores del norte y los del sur del país, además
de la temática?
-Básicamente en la utilización del lenguaje.
Los narradores del centro son lingüísticamente correctos, limpios,
sobre todo los de la generación de Juan Villoro. En cambio los del
norte mezclamos el lenguaje popular, que es utilizado lo mismo en las calles
que en las universidades. Y al momento de armar un texto, veo en el norte
un ritmo más acelerado, una narrativa más veloz. Así
como que somos más proclives a la ironía que muchos de los
del centro, con excepción de Jorge Ibargüengoitia. En cuanto
a la selección de las historias, en el norte todavía estamos
impresionados por los personajes fuera de la ley y en contra del estado
de cosas, sin llegar a lo épico. El comportamiento de ese tipo de
personajes ya acusan transformaciones en la vida cotidiana, por eso no
es extraño que aparezcan en la literatura.
Retirado a medias de ese lugar de oración culiacanense
llamado El Quijote, Elmer Mendoza no abandona la veta académica
y cierra así la conversación, justo cuando Rodrigo López,
de los Tomateros, acaba de volar rumbo a Baltimore para unirse a los Orioles:
"Sin embargo, creo que la gente del sur, del norte y del centro participa
ahora en una misma idea de lo que quiere decir literatura mexicana. Para
mí es muy placentero acudir a encuentros con todos ellos y darnos
cuenta de que nuestras diferencias nos unen, nos fortalecen y nos hacen
crecer como país".