Autora del volumen de relatos Paraísos trémulos
Ana Clavel reúne breves verdades fulgurantes sobre la felicidad
El cuento es para personas habituadas a la lectura, opina
Metamorfosis transgenérica, tema de su próximo trabajo
RENATO RAVELO
La escritora Ana Clavel gusta de los sistemas cerrados, es decir, de lo espacial, por lo que sus relatos son como cuadros: ''Uno aspira a tocar a otros, tal como una ha sido tocada'', dice la autora de Paraísos trémulos, en el que se reúnen ''pequeñas verdades fulgurantes'' sobre personajes que se alejan o los alejan de la felicidad.
Publicada por Alfaguara, luego de que Clavel quedara finalista con Los deseos y su sombra del premio que otorga al género de novela, en su versión de 1999, el libro de relatos es anterior, pero ''las editoriales comerciales suelen apostar por la novela. El cuento es para un público habituado a la lectura, a que le cambies el escenario, pero el grueso de las personas que se arriesgan a comprar un libro y dedicarle un tiempo buscan algo que les permita evadir la realidad como un continuo y eso lo da el largo aliento de la novela''.
-ƑQué reúne a estos cuentos?
-Cuando revisé el material, luego de los cinco años que me llevó escribir la novela y otros dos para publicarla, advertí que había una constante: la manera en que estos personajes se alejaban de una idea del amor, de la felicidad.
-ƑCómo es tu proceso de escritura?
-Para novela suelo leer mucho, investigar; en cambio para cuento tiene que surgir una primera llamada, un estímulo. Esta primera llamada es la que tiene que ver con el conflicto, con el nudo. En el libro hay un cuento que narra la amistad rota entre un hombre y una niña, la cual surgió cuando vi en la calle de Nuevo León una tienda de puertas de madera.
-Acusan los relatos cierta nostalgia de provincia.
-De repente el ritmo de la vida de provincia permite que las personas estén más acostumbradas a la nostalgia.
La tentación de herir al lector
-ƑCuál sería tu paraíso?
-La literatura, que me permite conocer y conocerme, ahondar en el mundo y descubrir pequeñas verdades fulgurantes, semillas de conocimiento que me resultan vitales.
-Entonces, ahora estás en él, con una editorial grande.
-Pero eso es un paraíso ficticio. El verdadero paraíso es cuando terminas un texto y sientes que lo que querías decir está ahí. Y cómo lo tomen los otros está fuera de tu alcance.
-Pero tocas a los otros.
-Por supuesto que uno siempre tiene esa tentación de querer tocar al lector, de quererlo herir. Hace mucho escribí un texto entre tradición y transgresión. La tradición viene de Roma, de un contrato de compra venta entre un donante y un deudor. Pueden venir castigos muy severos cuando no se cumplen. En la tradición literaria me parece que quedan en prenda elementos, mientras eres lector los asumes y cuando eres escritor los refrendas, los transgredes. Sin embargo, cuando te das cuenta de que las personas pueden tomar los textos como pretexto para su propia lectura y visión, asumes lo limitado que puede ser.
-Es complejo, lo que pasa es que al parecer te gustan los sistemas cerrados...
-Pero hay una cosa que me parece importante dentro de este sistema cerrado, que quizá lo abra un poquito: yo escribo lo que me gustaría leer.
-ƑQuién te ha tocado de manera más profunda?
-Virginia Woolf; me han tocado Salvador Elizondo, Calvino, Sallinger, Macedonio Fernández y más recientemente Mario Bellatin, Ana García Bergua, Morábito.
-ƑQué preparas en la actualidad?
-Una novela relacionada con la metamorfosis transgenérica. ƑConoces el caso de Tiresias? Es el adivino griego ciego quien, según Ovidio, fue siete años mujer y después volvió a ser hombre. En una disputa entre Zeus y Hera sobre quién podría tener mayor placer sexual lo consultaron: él les dice que efectivamente la mujer es la que goza más y por eso Hera lo castiga con la ceguera, por andarla balconeando. Trabajo sobre un asunto que tiene que ver con esto.
-Si escogieras un autor que te ha tocado, Ƒcuál elegirías para definir este trabajo?
-Una frase de Cortázar dice algo así como que se puede matar todo en un hombre menos la nostalgia del reino, que la llevamos en cada amor, en todo aquello que profundamente nos hiere y nos mata. Esa la leí hasta ya publicado el libro, si no la habría utilizado de epígrafe.