68: A INVESTIGAR, YA
La
Procuraduría General de la República (PGR) recibió
ayer la notificación judicial que le ordena iniciar de inmediato
la investigación en torno a los crímenes perpetrados desde
el poder público el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres
Culturas.
En respuesta, unas horas más tarde, la dependencia
dio a conocer el inicio de la averiguación previa 064/FESPLE/02,
dando cumplimiento, en lo formal, al fallo emitido el 30 de enero por la
Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y a la orden girada
por el juzgado primero de distrito en materia penal.
La investigación de la matanza de Tlatelolco ha
de ser asumida por la recién creada fiscalía especializada
en desaparición forzada de personas, a cargo de Ignacio Carrillo
Prieto, que deberá también esclarecer los crímenes
cometidos por servidores públicos durante la guerra sucia llevada
a cabo por los gobiernos de Luis Echeverría y José López
Portillo contra organizaciones guerrilleras, luchadores sociales y políticos
pacíficos.
Como lo señalaron en su momento los ex dirigentes
del movimiento estudiantil del 68, que presentaron ante la PGR --en octubre
de 1998-- una denuncia de hechos y exigieron la investigación correspondiente,
podría existir el riesgo de que pretenda desvirtuarse y entrampar
la pesquisa con el argumento de que ha prescrito la responsabilidad penal
de quienes perpetraron la matanza.
Pero debe considerarse, por otra parte, que México
es signatario de instrumentos jurídicos internacionales que establecen
claramente la imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad como
los cometidos por el poder público en la Plaza de las Tres Culturas.
Tal es el caso de la Convención para la Prevención
y la Sanción del Delito de Genocidio que entró en vigor en
México el 22 de octubre de 1952, con base en la cual se exige el
esclarecimiento del trágico suceso histórico y el castigo
a los responsables. Si el Ministerio Público, después de
investigar los hechos e identificar a los presuntos culpables, resolviera
el no ejercicio de la acción penal, tal determinación tendría
para el Estado en su conjunto un altísimo costo político
en lo nacional y en lo internacional: el reiterado compromiso del presidente
Vicente Fox y colaboradores con la construcción de un estado de
derecho, y la vigencia de los derechos humanos, quedarían en entredicho.
Por la justicia, por la verdad, por la memoria de los
asesinados, por la salud de la vida pública y la fortaleza de las
instituciones, es necesario que hoy comience a esclarecerse --de una buena
vez--, con toda la voluntad política que se requiera y sin encubrir
a nadie, sea quien fuere, la atrocidad perpetrada contra una multitud inocente
la tarde del 2 de octubre de 1968.