Concluyó con éxito sus ocho presentaciones
Dedicó El Tri su último concierto en el Blanquita a roquero desconocido
ARTURO CRUZ BARCENAS
El Tri de Alejandro Lora finalizó a tambor batiente su corta temporada de presentaciones en el Teatro Blanquita. Fueron ocho conciertos, dos por día; más de 16 horas ''de aullidos'' y ''gritos'', como los definió el propio cantautor rocanrolero, quien a eso de las diez de la noche de la última función del pasado domingo ya no sentía lo duro, sino lo tupido: ''No cualquiera, ya los quisiera ver'', retó al público. ''Que quede constancia de que yo tenía un chorro de voz; ahora sólo me quedó un chisguete''.
La ocurrencia generaba algarabía, que se convertía en hilaridad cuando (lo dijo dos veces) bromeaba: ''No vaya a ser que me pase lo que a Luismi'', en alusión a la pérdida intempestiva de la voz del cantante cuando sólo llevaba cinco canciones de un concierto en Nueva York.
Fue una noche de sentimientos variados. Con 33 años de trayectoria, Lora pasó de los clásicos a los estrenos mundiales. La banda que lo ha seguido más de tres décadas ya había tolerado la revisión en la entrada, de manera exhaustiva. A muchos les retuvieron sus pomos, hebillas, encendedores y varios objetos que pudieran ser de peligro.
Todo explotó con Perro negro, la definición más neta de las netas de un estado de ánimo clavado, de cero autoestima, dice: ''Soy un perro negro y callejero/ sin hogar, sin hembra y sin dinero''. Algunos de los asistentes están desempleados o apenas tienen billete para comer. Llegaron de Tlane y de Iztacalco, de Neza e Iztapalapa. Algunos con hijos, con sus morras. Un chavito lucía un chaleco con estampados de El Tri. Se durmió a mitad del concierto. Algo inconcebible, por los decibeles.
Alex agradeció varias veces que la banda llegara hasta ahí. En un momento emotivo, Lora pidió ''un minuto de desmadre'' en homenaje a un vale fallecido la semana pasada. No pronunció su nombre, pero sí que fue un seguidor de El Tri que poseía todos los discos, desde su inicio. Los músicos y la concurrencia aplaudieron, gritaron, chiflaron, brincaron. Fue el adiós para el roquero desconocido.
Un grupo de ciegos llegó tarde al concierto, pero se sumó inmediatamente a la fiesta. Pide Alex que todos hagan el ''pasito del me vale madre''. Se camina siguiendo la cadencia de la música, sin dejar de mirar a lo alto. Se vuelve demagógico cuando repite en varias canciones que los niños no tienen qué comer. Apela a eso y niega que sea canto de protesta. ''Es denuncia'', aclaró.
Interpretará dos estrenos mundiales y varios de su nuevo disco, Sinfónico 2. No faltará El chavo de onda, que lo define. Algunos bailan, pero otros sólo miran, meditando su rollo. Otros le mientan la madre a Alex, pero rematan esa extraña muestra de cariño con varios ''por eso me caes bien''. Se queja de que otros músicos le copien temas y canta ''es que nuestros impuestos están trabajando'', que señala como una rola que se ha actualizado cada sexenio, pero más ahora. Dice estar molesto por la ocurrencia de joder a la gente que se roba la luz con diablitos.
En medio de ese intermitente mitin sobresale ''el momento romántico''. Canta Cuando tú no estás y muchas más. No todas las que la banda quisiera. Afuera, algunos chavos y rucos chemeaban y trataron de asaltar a varios. El operativo de vigilancia que ofreció Leonel Godoy, ex titular de Seguridad Pública, para animar a la gente a asistir a los teatros, esa noche no funcionó.
Habla la banda
MARTIN PEREZ, CARPINTERO: Escucho al Tri desde que yo tenía 8 años. Para mí es lo máximo. Es como si hubiera visto a Jim Morrison. A mí se me hizo barata la entrada. Me quedé con las ganas de oír muchas canciones, de las de antes, cuando era Three Souls in my Mind. Vengo de Acapulco.
RAUL (NIÑO DE 8 AÑOS): Sí escucho al Tri por mis papás; lo oigo en mi casa.
LUIS ALBERTO (NO QUISO DECIR SU APELLIDO): Al Tri lo escucho, como dijo Lora, desde que yo estaba en la panza de mi mamá, o en los esos de mi papá. Al Tri lo conocí en la escuela, en el barrio, de hace unos diez años.