Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 28 de febrero de 2002
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Política

Soledad Loaeza

Nostalgia de Plutarco

En las últimas semanas algunos editoriales han citado la amarga queja de un brasileño en Harvard, Roberto Unger Mangabeira, que le reprocha al presidente Vicente Fox que no haya seguido su consejo de fundar un nuevo partido. Aparentemente Unger Mangabeira sostiene que él advirtió al jefe del Ejecutivo que el éxito de su gobierno dependía del apoyo de una nueva organización, distinta de Acción Nacional. Según se desprende de su lamento, el PAN no tiene el atractivo ni la eficacia para movilizar el apoyo político que demanda la consolidación del foxismo en el poder. Como no lo hizo, o no lo ha hecho, concluye el quejoso según los editoriales, el Presidente no ha podido sacar adelante sus iniciativas, por ejemplo, la reforma fiscal, y estos tropiezos le permiten augurar el fracaso de la democratización en México, al menos de la democratización foxista.

Uno puede muy bien imaginarse por qué el presidente Fox ha preferido desoír los consejos de un académico más que cree que cuando los políticos lo atienden, lo están escuchando. El Presidente sólo ha hecho lo mismo que sus antecesores, que desde Lázaro Cárdenas se han dejado visitar por universitarios del extranjero, que pensaban que venían en calidad de tutores del Príncipe pero que terminaban en turistas agradecidos. Esta noble y larga lista, que empezó con Frank Tannenbaum en los treinta y que aún no termina, incluye nombres tan distinguidos como Maurice Duverger, Robert Dahl y Samuel Huntington. Sin embargo, es muy difícil discernir la huella de su influencia en las decisiones de sus anfitriones, menos todavía recordar si les molestó que no les hubieran hecho caso. En cambio de los más imprudentes se recuerdan comentarios que, más que sabiduría, revelaban una impecable ignorancia de los asuntos mexicanos. Razón suficientemente poderosa para justificar que fueran ignorados.

Así en este caso. Valdría la pena recordarle a Unger Mangabeira que la idea de que el Estado ofrece excelentes oportunidades para la creación de partidos políticos ya se le ocurrió a alguien más antes que a él -y a Carlos Salinas, que al iniciar su gobierno también jugó con el proyecto de desfondar al PRI y formar el Partido de Solidaridad-. Plutarco Elías Calles la puso en práctica en 1929, cuando fundó el PNR, el partido que es el abuelo del PRI. Además vale la pena insistir en que leída la historia del siglo xx una propuesta de democratización, cuyo punto de partida es una organización creada desde el Estado, es un contrasentido, si no es que la reiteración de proyectos elitistas de modernización autoritaria, que en México también tienen una larga historia.

Más allá de la natural irritación de los panistas con una sugerencia que los descalifica sin mucho conocimiento de causa, y peor aún después de haber llevado a Vicente Fox a la Presidencia de la República, la propuesta de creación de un nuevo partido desde el poder es muy inquietante y despierta muchas suspicacias porque implicaría la injerencia de funcionarios de gobierno en la dinámica partidista en beneficio de una corriente política en particular, el foxismo. También podría significar el regreso de prácticas antidemocráticas que nos hemos propuesto desterrar definitivamente de nuestra vida política, que durante décadas estuvo dominada por un partido de Estado, como algunos llaman al PRI. Curiosamente lo que revela el proyecto de un partido foxista es una mal disimulada nostalgia por el México presidencialista, que era peor que el de Plutarco, y que no tenía que lidiar con legisladores necios ni oposiciones cuyos modales dejan mucho que desear.

Por estas y muchas otras razones resulta descabellada la pretendida propuesta de Unger Mangabeira y de otros impacientes. No obstante, es muy probable que las disputas que provocó la elección interna del PRI inflame nuevamente las fantasías de los émulos de Plutarco que, ahora lo vemos, contaban desde la derrota de julio de 2000 con el colapso de este partido para construir uno nuevo en su espacio y con sus escombros. Lo que no ocurrió entonces puede pasar ahora si los grupos en torno a Roberto Madrazo y Beatriz Paredes llevan sus desacuerdos hasta la fractura del partido. De hacerlo habrían logrado solitos la destrucción del PRI que sus malquerientes estaban dispuestos a provocar una vez que llegaron al poder. Sin embargo, no pudieron hacerlo porque ese partido ha demostrado más vitalidad de lo que se esperaba, sigue siendo un interlocutor muy importante para el gobierno y un componente central de los equilibrios políticos generales del país. De no existir el PRI, Ƒadónde irían los priístas?, que los hay, y muchos. Así lo confirmó la afluencia de votantes en la elección interna, zapatos más, zapatos menos, acarreados y no acarreados.

La república de Weimar en la Alemania de la entreguerra se vino abajo porque era una democracia sin demócratas.ƑSerá que la democracia mexicana tiene más Plutarcos que demócratas?

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