Miguel Ríos en México
Pilar del Río
Pues
sí, Miguel Ríos está en México cuando en su
otra tierra se le celebra y se le homenajea. Ocurre que el 28 de febrero
es el Día de Andalucía, es decir, es el aniversario de una
fecha en que los andaluces, a través de un referéndum, eligieron
un modelo de gobierno autonómico para acercarse al poder y para
relacionarse mejor con las otras comunidades españolas. Fue un referéndum
complicado porque entonces la administración central no estaba por
la labor de ceder competencias a los distintos pueblos de España,
pero los ciudadanos se empeñaron, tomaron la palabra y el voto y...
ganamos. Hace 25 años de aquella jornada de lucha democrática
y desde entonces cada 28 de febrero se celebra el Día de la Comunidad
y se reconoce, con todos los honores, a los mejores de la tierra. Este
año le ha tocado a Miguel Ríos ser el elegido. Tendría
que estar en Sevilla para recibir del presidente la medalla de oro que
certifica la predilección que los andaluces sienten por él.
Será su hija Lua quien acuda a la noble y entrañable ceremonia,
porque Miguel está otra vez en México, con los amigos de
ahí, cantando con su alegría y su conciencia de viejo roquero
y desempolvando los viejos sueños que el trabajo y los días
a veces esconden en el fondo de las almas.
Porque cuando Miguel canta algo se pone en movimiento
en las personas que le escuchan y ese algo es siempre hermoso. Quienes
le hayan oído ya saben a qué me refiero. Quienes no hayan
tenido esa suerte, quizá puedan disfrutarla ahora. Me agradecerán
el consejo. Y si me lo permiten, les pongo como ejemplo lo que sintió
el escritor José Saramago cuando lo oyó por primera vez hace
ya unos años en Granada. También aquel día los conciudadanos
de Miguel Ríos reconocían su trayectoria y su trabajo dándole
la Medalla de Oro de Granada, que es su ciudad natal. Fue apoteósico.
Cuando Miguel entró en el Ayuntamiento granadino se oyó un
grito musical que decía: "A los hijos del rocanrol: bien-ve-ni-dos".
Nunca jamás una institución tan seria había oído
semejantes acordes, que cantados allí hasta parecían sagrados.
Fue una fiesta de amor, de Granada por Miguel, de Miguel por Granada, y
amor es lo que derrama en cada actuación, amor fuerte y amargo,
o dulce y cercano, o simple y definitivo, pero siempre amor.
Quizá por ese amor el escritor Saramago se sintió
impelido a escribir para un periódico sus emociones de aquel día.
Las que pueden leer hoy, quince años después, en La Jornada.
Y tengan presente que si Saramago rinde homenaje a Miguel Ríos,
también lo hace a Rafael Alberti, que tardó, por la dictadura
franquista, tantos años en pisar Granada y lo dijo en aquel poema
memorable Nunca fui a Granada. Por eso Saramago le responde diciendo
Alegría del portugués que fue a Granada. Que esa alegría
se encuentre en México, entre los que decidan sumarse a esta tribu
y a esta marcha. Como hace un año. Como hace una vida. La de Miguel
y sus amigos, cuarenta años diciendo con música lo que queremos
oír, lo que no queremos que pase, lo que esperamos, en definitiva,
lo que amamos.
Periodista española