Impulso a la fe protestante
La Habana, 1o. de marzo. Hacía mucho que
Debra Brown no iba al templo evangelista de su barrio en Houston, Texas.
Los asuntos con Dios los había postergado desde que comenzó
a trabajar en Enron. A Martín Kay nunca lo subyugó la fe
religiosa hasta que sus ahorros de cinco años se pulverizaron con
el derrumbe de la firma energética el pasado 2 de diciembre.
Las iglesias protestantes de Houston, donde unas 7 mil
500 personas dependían de la compañía, parecen ser,
aparte de los habilidosos ejecutivos de la magna empresa, las únicas
beneficiadas con la quiebra del emporio.
Sus templos jamás vieron tal avalancha de feligreses
desde la Segunda Guerra Mundial.
Esperanzas diluidas
Además de Brown y Kay, ahora devotos habituales,
otras 4 mil 300 personas en Houston, sede de Enron, vieron diluirse sus
esperanzas cuando la mayor compradora y vendedora de energía eléctrica
y gas natural del mundo se deshizo en pedazos y con ella los fondos de
salud y de retiro de sus trabajadores.
Lo que despunta como el mayor escándalo en Estados
Unidos desde Watergate es la comidilla en Washington desde mucho antes
del regreso de los congresistas al Capitolio, el 23 de enero pasado, luego
de un mes de receso.
La noticia tocó primero a las puertas de la Casa
Blanca, pero sus inquilinos insisten en que jamás recibieron a los
jefes de Enron y mucho menos intercedieron para amortiguar el golpe imparable
del conglomerado.
De ahí que insistan en que el affaire Enron
es un escándalo corporativo que nada tiene que ver con la política.