¿A QUE VIENE RIDGE?
Entre
hoy y mañana el director de Seguridad Interna del gobierno de George
W. Bush, Tom Ridge, conocido como el zar antiterrorismo desde los atentados
del 11 de septiembre, realizará una visita oficial a nuestro país,
a la cabeza de una nutrida delegación de funcionarios de Migración,
Aduanas, Transporte, Tesoro, Control Antidrogas y Relaciones Exteriores
(Departamento de Estado) de la nación vecina. Está previsto
que el grupo será recibido por el presidente Vicente Fox y que sostendrá
diversas reuniones con funcionarios mexicanos, con el fin de analizar el
tema de la seguridad de ambos países.
Claramente, el viaje se inscribe en la estrategia de la
Casa Blanca de formar un triángulo regional de seguridad -con Canadá
y México-, con el fin de enfrentar de manera conjunta la eventualidad
de nuevos ataques terroristas, de la clase de los perpetrados el año
pasado contra las Torres Gemelas de Nueva York y el edificio del Pentágono
en Washington.
Ciertamente, para el gobierno de Bush puede resultar útil
y conveniente disponer de sus vecinos del norte y del sur, como una suerte
de zonas de protección y de amortiguación para hipotéticos
atentados que pudieran realizarse en el futuro, especialmente si se trata
de ataques con armas de destrucción masiva como las que Washington
asegura que poseen sus nebulosos enemigos. En esta lógica, se han
emprendido en fecha reciente acciones de seguridad en la frontera sur,
que incluyen el despliegue de tropas del Ejército -como en Texas-
o la instalación, en esa misma franja fronteriza, de detectores
de rayos gamma y flujo neutrónico, y la movilización de la
Fuerza Delta, grupo de comandos encargado de neutralizar a quien pudiera
intentar el traslado desde México de armas atómicas, químicas
o biológicas, y su internación en territorio estadunidense.
Sin embargo, lo que puede ser bueno para Estados Unidos
no necesariamente lo es para muestro país. En el caso específico
del establecimiento de una seguridad común, tal estrategia resulta,
en cambio, claramente lesiva para los intereses de nuestro país.
El imperio del norte cuenta con una larga lista de enemigos
reales -más una no menos larga de enemigos inventados por la paranoia
del propio Bush -que se ha forjado en décadas de una política
exterior agresiva, injerencista, belicista, intrigante, depredadora y desestabilizadora.
México, en cambio, no tiene enemistades localizadas. El simple hecho
de hacer causa común con la nación vecina en materia de seguridad
pondría a nuestro país, en forma innecesaria, en la mira
de quienes, con causas justas o sin ellas, y con métodos legítimos
o condenables -como el terrorismo-, pugnan por afectar los intereses de
Washington fuera y dentro del territorio estadunidense.
Desde esta perspectiva, la presencia en México
de Ridge y de los otros funcionarios mencionados no puede ser saludada
ni festejada por la sociedad. Del gobierno cabe esperar que se limite al
estricto papel de anfitrión protocolar y diplomático, y que
desista de cualquier pretensión de uncir a nuestro país a
las estrategias de seguridad de Estados Unidos.