Partituras de Stravinsky, D'Indy y Haydn en los atriles de la sala Silvestre Revueltas
Música bajo protesta el fin de semana con la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México
PABLO ESPINOSA
Bajo la dirección de Jorge Mester, la mejor batuta en la historia de la música mexicana después de Eduardo Mata y Carlos Chávez, la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México demostró una vez más su excelencia técnica y expresiva con partituras de Stravinsky, D'Indy y Haydn el fin de semana en su sede, la Sala Silvestre Revueltas. De nuevo los músicos demostraron, empero, su descontento portando listones rojos en señal de protesta porque no han sido resueltas sus demandas laborales.
A su vez, los integrantes de la Orquesta Sinfónica Carlos Chávez también hicieron música bajo protesta. Durante su concierto de este domingo en la sala Blas Galindo, del Centro Nacional de las Artes, portaron listones rojos para expresar su inconformidad por la situación que atraviesan y que explicaron al público al inicio del concierto, dirigido por el huésped Enrique Diemecke.
En el caso de esta orquesta se trata de ajustes laborales no resueltos luego de una primera pero infructuosa plática el viernes entre ellos y Sergio Ramírez, responsable del Sistema Nacional de Fomento Musical, del que depende la Orquesta Carlos Chávez.
El caso de la Filarmónica de la Ciudad, en tanto, es cada vez más preocupante. Nacida por capricho durante el sexenio de José López Portillo y su ''administración de la abundancia", esta orquesta emergió entre dólares, viajes y bonanza merced a la melomanía de Carmen Romano de López Portillo. Todo estaba tan bien que nadie se ocupó de cimentar su existencia legal, laboral y artística.
Las consecuencias las están pagando, injustamente, los músicos. A sus justas demandas han recibido respuestas oblicuas. Hay en la comunidad musical y entre el público una sensación generalizada de maltrato de las autoridades hacia los músicos, incluyendo a Jorge Mester, cuya valía no merece -tal es el consenso- tratos como los ventilados hasta ahora en algunos medios de comunicación, que han intentado reducir al bajo nivel del escándalo un asunto que merece el más alto nivel de debate.
Preservar la educación musical
Se ha tratado de presentar, por ejemplo, como escandaloso el salario que percibe Jorge Mester, cuando en realidad lo afrentoso es la falta de consideración al quehacer, fundamental para la sociedad, que realizan los músicos. Y en el caso de los atrilistas de la Filarmónica de la Ciudad, sus protestas prueban una falta de atención a la naturaleza de su trabajo.
Por supuesto que a nadie se le ocurriría poner en cuestión lo que gana una eminencia médica. En el otro extremo se ubicarían los salarios del mercado de los deportistas. A todos se les olvida que en el caso de la Filarmónica de la Ciudad y de Mester nos enfrentamos al riesgo de perder a la mejor orquesta del país con todo y su director, quien por cierto ya ha firmado un contrato por un año que le fue presentado de manera perentoria. Lo que pareciera una exageración es realidad: lo que está de por medio es la educación musical de una sociedad que merece una orquesta y un director de primer nivel mundial como lo son la Filarmónica de la Ciudad y Jorge Mester.
Una nueva demostración de tal nivel de excelencia la dieron este domingo con un repertorio cuya coherencia, solidez, atractivo y ejecución poseen muy pocas orquestas en el planeta entero. Ningún otro conjunto orquestal en el mundo, por cierto, ha realizado una hazaña semejante a la de la Filarmónica de la Ciudad, que dedicó un año entero, el último de esa centuria, a ejecutar de manera exclusiva obras del extinto siglo XX. Y eso no se logra sino con solidez técnica, un trabajo pleno y una calidad a toda prueba, atributos de los integrantes de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México y de su director.
La consecución de trabajos artísticos de niveles tan elevados merece un trato a la altura.